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REPORTAJE

El Open Arms zarpará este jueves para continuar con las labores de rescate de inmigrantes en el Mediterráneo

El Open Arms, el barco que trabaja en el auxilio a refugiados en el Mediterráneo amarrado en el puerto de Burriana

Xavier Latorre

Burriana —

No son famosos como el cantante Serrat, los actores Javier Bardem y Penélope Cruz o los entrenadores de fútbol Valverde y Guardiola o la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, pero ellos también aportan su granito de arena a la causa de la ONG Proactiva. Son voluntarios de procedencia diversa implicados en la puesta a punto del buque insignia de esta organización humanitaria dedicada desde finales del año 2015 al rescate de personas que escapan a través del Mediterráneo de la guerra, de la pobreza y de conflictos de toda índole.

Las tareas de mantenimiento, revisión y reparación del barco se llevan a cabo en el varadero de Burriana. Muchos son los que han respondido al llamamiento de esta ONG, efectuado por las redes sociales, para llevar cabo la puesta a punto y poder zarpar de nuevo este viernes para realizar misiones de ayuda en alta mar y tratar de salvar vidas de personas desesperadas que huyen hacia Europa en pateras y pequeñas embarcaciones precarias. Al Open Arms le están lavando la cara y reparando su maquinaria personas anónimas venidas de diferentes lugares. Juntos trabajan y conviven a bordo. Con ellos y con su capitán ha hablado eldiario.es. La polémica y el drama del buque Aquarius ha avivado los sentimientos de solidaridad con esos inmigrantes que se lanzan al mar y que se juegan la vida a diario por un incierto futuro en esta orilla del mar rica y opulenta.

Marc, el capitán

Marc Reig, residente en Tarragona, es el responsable del “zafarrancho de combate” a bordo. Él, auxiliado por el primer oficial, Ricardo, un argentino muy capaz, dirige todo el cotarro. Cuando llegamos se estaba realizando una reunión de convivencia y un descanso a media mañana para reponer fuerzas. Algunos voluntarios comen y duermen en la propia embarcación; otros, residentes en pueblos de Castellón y Valencia, van y vienen cada día.

El barco se ha hecho famoso por la reciente causa judicial en Italia, cuando las autoridades de aquel país paralizaron el buque y les abrieron una investigación. “Fue totalmente inesperado”, alega Marc Reig. “Estábamos acostumbrados a interrogatorios de más de cuatro horas a nuestra llegada a tierra firme, en puertos italianos, con inmigrantes a bordo, pero nunca pensamos que ocurriera la retención del Open Arms”. Finalmente la causa ha sido archivada: “ha imperado la cordura”, afirma. “Necesitamos salir cuanto antes de nuevo”, arguye el capitán de la nave. Pese a que tienen otro barco, el Astral, atracado en La Valetta (Malta), el Open Arms es necesario para patrullar ese mar que se está cobrando demasiadas vidas humanas.

El Open Arms es un antiguo remolcador adquirido en A Coruña el pasado año y acondicionado para transportar hasta un total de 400 personas. El barco dispone de dos tripulaciones profesionales que cambian cada mes y de un grupo de voluntarios (patrones de botes neumáticos, rescatadores profesionales, periodistas,…) que rotan cada quince días y que son asistidos psicológicamente si sufren fuertes impactos durante esas misiones humanitarias. Sus operativos consisten en localizar barcazas con inmigrantes gracias a un centro de coordinación radicado en Roma, al rádar del propio buque o a los avistamientos de aviones de otras organizaciones no gubernamentales. “Primero embarcamos a los niños y a las mujeres, la mayoría de ellas han sufrido violaciones, luego subimos a bordo a los hombres, les documentamos la edad y la nacionalidad, y les damos mantas y galletas energéticas. A muchos hay que ducharlos con agua dulce y cambiarles de ropa porque están bañados en gasolina”. Normalmente luego los desembarcan en la costa de Sicilia o al sur de Italia. Ahora la situación, con la formación de un nuevo gobierno en ese país, puede variar.

El lunes, tras tres días de travesía, llegarán a Malta. Allí tratarán de continuar su desinteresada labor, pese a que muchos gobiernos penalizan la actividad de rescate que llevan a cabo organizaciones como esta con sede en Badalona. Durante esos años han salvado miles de vidas humanas. Hay años que han rescatado del mar hasta 15.000 inmigrantes a la deriva en aguas internacionales. Burriana ahora está siendo su casa, su refugio, provisional.

Guillermo, bombero valenciano

Guillermo Hernández es miembro de la ONG valenciana “Bombers del Món”. Pertenece al grupo de rescate y buceo del Ayuntamiento de València. Ha cogido días libres para ayudar a las tareas de mantenimiento y reparación del buque. El 16 de julio se incorporará su compañero Pepe Medina a la tripulación del barco, él lo hará en el siguiente turno en alta mar. Guillermo está orgulloso del trabajo solidario de su ONG: “acabamos de llenar un contenedor con juguetes, productos infantiles y sanitarios y lo hemos mandado con un mercante hasta Turquía para atender las necesidades del pueblo sirio”. Esta mañana se encarga de rascar el óxido de una de las chimeneas del buque. “Nos hemos ofrecido a la Generalitat Valenciana para ayudar en lo que sea en la crisis del Aquarius. Hay que echar una mano sí o sí”.

Álex, una voluntaria de Hamburgo

Tiene 30 años, Alex sabe lo que se lleva entre manos. Ha trabajado en varaderos, conoce las tripas de los buques y su funcionamiento. Esta voluntaria alemana habla un castellano fluido y ha participado este año en sendas operaciones de salvamento de inmigrantes en el Mediterráneo enrolada en el Seewatch 3. “En enero salvamos la vida de 880 inmigrantes en tres operaciones frente a las costas de Libia”. Alex ha colaborado con Proactiva en otras ocasiones. “Una vez transbordamos inmigrantes a nuestro barco porque el Open Arms iba repleto de personas”. Esta joven germana recuerda que han tenido diversos conflictos con la guardia costera italiana y las patrulleras libias.

Gabriel, experiodista

Gabriel Fernández juega en casa: es del mismo Burriana. Es periodista, aunque ahora trabaja para el ayuntamiento de Castellón en la sección de deportes. Tiene 44 años y solo tuvo que acercarse hasta el pie de la escalerilla del barco para ofrecerse al capitán. Su último cometido ha sido recortar con una radial una rejilla de metal para cubrir el motor y que se pueda caminar por encima de él sin ningún peligro. La pasarela le ha quedado de cine. “La reacción ciudadana e institucional por la crisis del Aquarius ha sido muy positiva. Malta e Italia no pueden actuar al margen de la ley y del derecho humanitario”, denuncia. Gabriel lleva un día en cubierta trabajado duramente. “Los españoles”, argumenta, “no nos podemos poner muchas medallas. Hasta hace poco en la frontera de Ceuta y Melilla pasaban cosas inaceptables e indignas”.

Fran, diez horas de autobús

Fran tiene solo 21 años. Ni estudia, ni trabaja. Acabó hace un tiempo un curso de pastelería. Se enteró por las redes sociales de que recababan voluntarios y no se lo pensó dos veces. Se montó en un autobús en su Granada natal y a las diez horas de trayecto se presentó en el muelle donde permanece atracado el Open Arms. Solo ha pedido que le paguen, si puede ser, el billete del autobús. Está sin blanca, pero es solidario y ha trabajado tiempo atrás recaudando dinero para niños con riesgo de exclusión social en Andalucía.

Paula, artesana de Vila-real

Es modista y participa vendiendo sus productos textiles en ferias alternativas y medievales. A Paula Broch la convocó un amigo y se sumó ayer a esta causa solidaria. “Estoy indignada con lo que ocurre en el Mediterráneo y con las políticas europeas de negar la entrada a puerto y el auxilio a estos refugiados económicos”. Durante la mañana ha preparado la cubierta de proa para su posterior pintura. Vive a pocos kilómetros del puerto de Burriana, en la vecina localidad de Vila-real. Tiene dos hijas de 16 y 27 años y confía en que su ejemplo les ayude a ser más solidarias si cabe.

Carlos, el navarro

Carlos Martí es oriundo de Pamplona pero es un experimentado bombero de San Sebastián. Ha llegado por su cuenta junto a otro colega. Es un tipo muy hábil. De momento ha llevado a cabo tareas de mantenimiento en la sala de máquinas, ha adaptado motores, ha solucionado problemas de alumbrado en el puente de mando y ha verificado las conducciones de agua en el interior del barco. Sus vacaciones, reconoce, las pasará este año en el varadero de Burriana. Es un voluntario decidido que se va a enrolar en próximas expediciones: “Rescatar personas da mucha satisfacción, aunque también está la cara B del operativo que es cuando se frustra. Entonces debes masticar la tragedia y digerir el fracaso por la muerte de esas personas”.

Su actual tarea con el mono de trabajo reparando el barco es tan importante, dice, “como navegar por alta mar”. Pronto anuncia “saldré a patrullar a mar abierto en busca de inmigrantes desesperados en peligro de ahogarse sin que nadie se apiade de ellos”. El trabajo los vuelve a todos amigos. El café a media mañana es un buen aliado en esas largas jornadas que se prolongan el día entero.

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