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CV Opinión cintillo

Las uñas muy largas, la piel muy fina

Rosa Domínguez

València —

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No me he podido resistir a empezar este artículo con uno de las mayores despropósitos que se habrán escuchado en la democracia española: “Ayer falleció la primera víctima por incremento de la temperatura. Para ello, Sánchez puso las elecciones en julio. Pero no a principios, no: en la segunda quincena de julio. Un día donde en cuatro comunidades hay puente [...] y con 40°C en la mayoría de las comunidades”. 

¿Para ello? ¿Qué quiere decir Feijóo con esta conjunción? ¿Acaso insinúa que Pedro Sánchez ha convocado las elecciones en julio para asesinar a los bienintencionados españoles que piensan ejercer su derecho a voto? ¿Piensa que el cambio climático y la subida de temperaturas es cosa del sanchismo? ¿Qué pretendió al convocar elecciones a la Xunta en julio?

Este “para ello” encierra respuestas aberrantes. Es una burla al intelecto. Una ocurrencia infame. Una vil acusación. Una calumnia. Un desprecio absoluto a la democracia y a las reglas del juego. Un ataque a la cordura política. Un disparate rastrero, vulgar e intolerable. 

Pero en realidad, el problema es que a nadie sorprende. El PP vive instalado en el todo vale desde que la corrupción impulsara la moción de censura que desalojó a Mariano Rajoy del Gobierno. Una moción motivada por la sentencia que determinó que el PP funcionó durante años con una contabilidad paralela en dinero negro procedente de donaciones de empresarios. 

Desde entonces no han dejado de llamar ilegítimo o Frankenstein al Gobierno de España. Han sacado eslóganes delictivos como el “Que te vote Txapote”. Han bloqueado la renovación de los órganos judiciales. Fueron absolutamente desleales en la pandemia. Han convertido el Congreso de los Diputados y el Senado en un circo. Intoxican la sociedad con bulos y mentiras, mientras rezan y ponen velas a sus santos para que sobre España caiga un apocalipsis económico que nunca llega. 

Eso sí, todo lo dicen por la espalda, con una estrategia de cobardes incapaces de dar la cara y debatir públicamente con un Pedro Sánchez al que le avalan los datos frente al relato de un Fakejoo que no sabe ni multiplicar 2x10. ¿Alguien sabe ya qué debates ha aceptado? 

En el PP saben que la memoria es tan líquida como estos tiempos modernos que nos ha tocado vivir y se han empleado a fondo para diluir aquel mítico “señor del que usted me habla” sobre Luís Bárcenas, o la declaración de amor entre El Bigotes y Francisco Camps con el “te quiero un huevo”. Aquellos años de “lo normal es un Vuitton”, de Rita Barberá o de “la fiesta en el PP no se acaba nunca”, de Ricardo Costa. Básicamente los Gürtel, Emarsa, Nóos, Pitufeo, Cooperación, Taula, Azud, Erial, los trajes, Fitur, Terra Mítica… con tres expresidentes de la Generalitat y un sinfín de cargos del PP procesados. 

Ahora le ponen el nombre de Rita Barberá al Puente de las Flores las mismas personas que firmaron su expulsión y la repudiaron. Tampoco sorprende este ejercicio de cinismo. La actual alcaldesa empezó la reconciliación con la familia Barberá colocando a una de las sobrinas de asesora aunque luego intentó cesarla, sin éxito. Unas sobrinísimas, las Corbín-Barberá, investigadas en el caso Azud y a las que, tampoco es sorpresa porque Carlos Fabra ya nos acostumbró, les tocó varias veces la lotería. 

Pero todo se ha diluido. Han borrado los recuerdos de aquella época y sirviéndose de esa liquidez baumaniana que todo lo evapora, tras el resultado del 28M exigen silencio. Hablan de una responsabilidad que jamás han practicado. Es la democracia, dicen. Sí, la misma que eligió a Pedro Sánchez presidente del Gobierno pero a quien, a falta de argumentos, se le ha atacado en lo personal hasta un nivel de ruindad impensable.

Parecía que con Zapatero habían tocado fondo, sin embargo con Sánchez han seguido escarbando en la basura hasta tal profundidad que en lugar de dedos, tendrán muñones. Curiosamente, esto tampoco sorprende a nadie. Este proceso de fusión de la memoria sobre lo público, del estado sólido al líquido, ha normalizado que el PP en la oposición tenga las uñas muy largas y en el Gobierno, la piel muy fina.

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