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La muerte de la democracia

Ilustración de Mikhaila Markham.

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Hace solo unas semanas el mundo entero pudo presenciar cómo una turba enfervorecida asaltó uno de los mayores símbolos de la democracia moderna, el Capitolio. Se considera que la democracia moderna aparece a raíz de la Revolución Americana, la cual nació al romper los diques opresores que impedían florecer la libertad de ideas, religiones, culturas y emprendimientos. Pronto el ejemplo de este movimiento se extendió a Francia y más adelante a todo el planeta.

El famoso pensador francés del siglo XIX, Alexis de Tocqueville, admiraba la relativa igualdad que existía en el nuevo país americano y señaló que si surgiera una “permanente desigualdad de condiciones” sería la muerte de la democracia.

Doscientos años después de esa afirmación no hacemos más que ver síntomas de un claro deterioro de este sistema provocado precisamente por la permanente desigualdad de condiciones, una vuelta a un sistema opresor, en este caso no a manos de monarquías europeas sino de un sistema económico trucado.

Según un informe de Oxfam Intermón el 1% más rico de la población mundial acumula más riqueza que el restante 99%. Esto no es algo que digan solo las ONG, instituciones poco sospechosas de ser antisistema como el FMI y la OCDE advierten no solo que la desigualdad en los países frena el crecimiento económico sino que supone un peligro para las instituciones.

Cada día y cada crisis mundial como la del coronavirus son oportunidades de oro para que la riqueza se siga concentrando. Aquellas empresas que consiguen resistir estas crisis salen reforzadas y aumentan su posición de dominancia. Amazon duplicó sus beneficios y Apple batió récords, superando por primera vez los 100.000 millones de euros en ingresos en solo tres meses (de octubre a diciembre del 2020). Hay que recordar que estas empresas emplean técnicas de ingeniería fiscal para evitar pagar impuestos con lo que aportan poco a las arcas de los estados. Lo mismo sucede con prácticamente todas las empresas españolas del IBEX 35 y las grandes fortunas.

Este círculo vicioso de concentración de riqueza crea cada vez más una ciudadanía descontenta que se vuelve contra estados cada vez más títeres de los poderes económicos. Los discursos apuntando a falsos culpables de la situación se extienden, lo que permite ganar tiempo a las sanguijuelas que chupan la sangre de la ya debilitada clase media. Mientras que los milmillonarios solo han necesitado 9 meses para recuperarse del golpe económico de la pandemia, las personas más vulnerables podrían tardar 10 años en recuperarse. En España las personas más pobres habrían perdido hasta siete veces más renta que las más ricas.

Este es un momento crucial para evitar que muchas personas en el mundo y en nuestro país caigan en la pobreza. La forma de enfocar la recuperación será clave. Proteger los intereses de la mayoría pasa necesariamente por cercar los privilegios de las élites económicas que amenazan la democracia. Es necesario fortalecer e independizar el poder de los estados, los cuales tienen que poner coto al escaqueo fiscal, utilizar dichos recursos para ayudar a las clases más vulnerables, no solo aumentando sus ingresos sino también protegiendo que los bienes de primera necesidad caigan en manos especuladoras (energía, vivienda, salud, etc.). No es solo un tema de humanidad sino de eficiencia económica.

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