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No con esos argumentos. A propósito de Pardo Bazán y Meirás

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Aspiro señores, a que reconozcáis que la mujer tiene un destino propio; que sus primeros deberes naturales son para consigo misma , no relativos y dependientes de la entidad moral de la familia que en su día podrá constituir o no constituir.

Emilia Pardo Bazán

La educación del hombre y la mujer. 1892.

Los hechos nos son conocidos, Las Torres de Meirás, construidas por Pardo Bazán a partir de 1894, fueron su residencia durante varios meses al año, el lugar en que escribió muchas de sus obras y donde decía que se sentía más creativa y más viva. Después de su muerte, la propiedad fue vendida por sus herederos a una fundación creada para ofrecer un lugar de veraneo al futuro caudillo, pagada con el dinero extorsionado a los gallegos. Las Torres (redenominadas “Pazo”) fueron ocupadas por los Franco hasta la sentencia que resuelve su devolución al patrimonio público.

La posibilidad, razonable, de que Meirás pudiera servir para honrar la memoria de Pardo Bazán ha encendido un debate que, por lo que he leído en la prensa, ha empezado con mal pie. Poniendo en cuestión la figura de la escritora. Su feminismo ha sido particularmente maltratado, imposible de reconocer en una mujer de ideas conservadoras. “No es nada democrática”, dice el profesor Alex Nogueira de la Universidad de Nueva York en elDiario.es y “aunque tiene una idea de la igualdad de género, para nada una igualdad de clase”. Pardo Bazán, dice Miguélez-Carballeira , profesora en una Universidad de Gales, “ tuvo una profunda vocación por participar en la esfera pública ” y no cabe ninguna duda de que su figura como escritora interviniendo en ella significaba reclamar “la igualdad entre los sexos”, pero, añade, “emulando el ideal de los hombres”¡ Emulando a los hombres! ¿Que nos quieren decir con ello, y cuál es el problema , si es que existe un problema? Porque si Pardo Bazán “ quería emular a los hombres”, esto no debe pensarse en términos de identidad, como parece darse a entender, sino en términos sociales y políticos. Dicho de otro modo, en consonancia con el feminismo histórico, luchaba por la igualdad de derechos de las mujeres.

El matiz es importante: nos sitúa en la historia del pensamiento de la modernidad, significado en la idea de que “ la mente no tiene sexo” y que las mujeres, educadas en los mismos conocimientos que se proporcionaban a los hombres, podían pensar y escribir como ellos y , también ¿ por qué no? , gozar de las mismas oportunidades y privilegios que el saber comportaba. Esta reivindicación se encuentra ya en los escritos de tantas mujeres y hombres que habían hechos suyas las nuevas ideas de libertad e igualdad, nacidas al calor de la Ilustración. Esta igualdad es la que se sostiene , por ejemplo, en el texto de Josefa Amar , titulado: Discurso en defensa del talento de las mujeres y de su aptitud para el gobierno y otros cargos en que se emplean los hombres. Escrito en 1785, con motivo de la polémica , aireada en la prensa de la época, sobre la posibilidad de que las mujeres pudieran entrar a formar parte, de la Sociedad Económica de Amigos de País de Madrid. En el texto, en el que se señalaban las razones no siempre confesables, de los miembros de la cámara que, como el moderno y afrancesado Cabarrús, se negaban a reconocer la igualdad de los sexos. Estas fueron sus palabras: “Los hombres, instruidos y civiles , no se atreven a oprimir abiertamente a la otra mita del género humano (…) Pero como el mandar es gustoso han sabido abrogarse cierta superioridad de talento, o yo diría que de ilustración, que por faltarles a las mujeres, parece estas sus inferiores. En el texto se ponía de relieve el objetivo político de aquellos ilustrados y liberales cuya voluntad era hacer de la Sociedad Económica, un Santuario exclusivamente masculino. El asunto, se resolvería de manera vergonzante, manteniendo las distancias, con la creación de una ”Junta de Damas“, en la que las mujeres pudieran ocuparse en los asuntos menores de la política , sin mezclarse con las grandes cuestiones reservadas a los hombres.

Casi medio siglo después, otros hombres, ilustrados y liberales, progresistas y conservadores, se opondría a la entrada de las mujeres en otro de sus santuarios, la Real Academia de la Lengua Española . Ni Gertrudris Gómez de Avellaneda, candidata en 1853 ni Emilia Pardo Bazán, en 1889, 1891 y 1912 lograrían derribar los prejuicios de los académicos. En el caso de doña Emilia el rechazo se hizo a lo grande ; hasta tres veces, todas las veces que ella en su combate por la igualdad de derechos y de deberes de las mujeres tuvo a bien intentarlo, su candidatura encontraría la oposición mayoritaria de los académicos que, ellos sí, podían ser elegidos sin necesidad de demostrar sus méritos. En sus escritos, bastante pobres en general, aquellos señores dejaron meridianamente claro de qué iba el asunto: ninguna mujer, por más aristócrata que fuera o por mucho que tratara de imitar las bachillerías de los hombres, ninguna entraría en su Academia.

El problema, pues, era político. Afectaba a la democracia en sus orígenes, a la máxima de que todos los hombres nacen libres e iguales, de la revolución francesa; allí donde ésta mostraba sus límites e imperfecciones al restringirse a una democracia exclusiva de los hombres. Heredera de la Ilustración, Pardo Bazán comprende y rechaza los límites que la política de conservadores, liberales y progresistas imponía al progreso de las mujeres y, con ello, al progreso de la sociedad. “Para el español, por más liberal y avanzado que sea, el ideal femenino no está en el porvenir, ni aún en el presente, sino en el pasado (…) sus hijas, esposas y madres no pueden ser más que acendradas católicas (…) todo puede y debe transformarse; sólo la mujer ha de mantenerse inmutable y fija, como la estrella polar”.

Su ideario y su activismo feminista, que también lo hubo, se conjuga con el proyecto político del feminismo, internacional. No en vano fue ella la traductora de La esclavitud femenina de John Stuart Mill (1859), un hito fundamental en la historia del feminismo al enfocar la cuestión en términos de libertad individual y no de demandas ancladas en una especial naturaleza femenina. Liberal en el mejor sentido de la palabra, critica con dureza las formas y los contenidos de una educación (una doma, decía ella) de raíz católica, encaminada a reproducir los modelos de una feminidad doméstica y domesticada. La educación que defiende en sus escritos, como en sus intervenciones públicas se relaciona con la libertad y la emancipación de las mujeres: “que su dignidad y felicidad personal tienen que ser el fin esencial de su cultura”. Y contra los que la acusaciones de clasismo, se podría objetar que, en su apuesta por la educación femenina, no se refiere a unas pocas mujeres, privilegiadas como ella misma, sino a cuantas más mejor, porque para ella el progreso de las mujeres es necesario, imprescindible, para el progreso de la sociedad. “Riánse ustedes de los otros problemas nacionales, escribió en 1898, éste es el gran y profundo problema”.

En otro orden de cosas, resulta chocante que personas que suponemos familiarizadas con la historia, y con el método histórico, interesadas en la recuperación de la memoria del pasado, comprendan mal la historia de las mujeres y del feminismo. En este sentido, resulta contradictorio lo dicho por el profesor Nuñez Seixas : “ no podemos caer en el error del anacronismo, de juzgar las épocas pasadas con valores de hoy” y que a reglón seguido añada que“ es evidente que hoy en día el feminismo de Pardo Bazán comparado con el feminismo democrático e igualitario es poco avanzado. La contradicción resulta patente. Si, como dice con acierto el señor Nuñez, no podemos juzgar la historia (se supone que toda la historia) con valores del presente, ¿porque eso si puede hacerse en el caso del feminismo de Pardo Bazán? ¡Poco avanzado¡ Me pregunto cómo puede ser que después de tanto tiempo y con tanto escrito sobre las mujeres , el feminismo y su historia, afloren aún las grietas de una historiografía que no acaba de reconocer las aportaciones y la complejidad de la historiografía feminista.

No se nos escapa la batalla política, o partidista, que subyace y provoca la disputa,: la sospecha de que el Partido Popular, que durante demasiados años ha mirado con recelo las iniciativas a favor de la recuperación de la memoria del franquismo, estaría interesado en cerrar el asunto, con Pardo Bazán como argumento. Y puede que sí, que la figura de Pardo Bazán pueda ser instrumentalizada por el gobierno de Feijoo, si como piensan sus críticos pretende usar a la escritora para sus fines políticos. Pero, digámoslo desde la objetividad que, según Simone de Beauvoir era tan necesaria a la historia de las mujeres, al feminismo: Nos va la vida en ello. El trato dado a la figura de la escritora, desde una corriente que se dice de izquierdas, resulta descorazonador. No con esos argumentos.  

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