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Orgullo y prejuicio fiscal

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Lo han vuelto a hacer: el grupo exclusivo Patriotic Millonaires vuelve a pedir que les aumenten los impuestos, qué gente más pesada. Los millonarios no patrióticos los acusan de tener algún tipo de síndrome, como el que tienen los que disfrutan estrellándose con su coche. Llevan varios foros de Davos enviando cartas donde piden subida impositiva, pero ni caso. Los Patriotic Millonaires son familia de Millonarios por la Humanidad, una asociación de 83 condenadamente ricos a la que no le ha parecido mala idea el oxímoron de su denominación. En esta última asociación se constataba que no hay ningún español, al menos hasta la pandemia. O no cumple nadie con los requisitos, o no están por la humanidad.

Estos millonarios patrióticos es una asociación creada en 2010 que se siente orgullosa de pagar impuestos y no teme el prejuicio que se tiene contra los millonarios. A partir de la pandemia de 2020 parece que han sido más activos, y sueñan con volver a los felices setenta, cuando la contribución al erario de los millonarios era mucho mayor, cuando Nixon pronunció aquel “ahora soy keynesiano”, y en eso llegó Reagan y se jodió el Perú. Ustedes recordarán la desregularización que llevó a Estados Unidos a una crisis económica a mediados de los ochenta. La “reaganomía” se basaba en bajar impuestos y reducir el tamaño de la actividad gubernamental. También en la reducción del impuesto sobre la renta. Dice John Kolmos que “los males eran reales; los remedios amargos y su éxito dudoso”. Y tan dudoso: el resultado es una evidencia empírica no debatible: fue un rotundo fiasco, arrastró a economías como Japón, y Reagan tuvo que corregir su flamante plan de bajada de impuestos durante ese mismo mandato para que no lo embrearan y emplumaran.

Wall Street dijo hace tiempo que ya no sabe en qué década está. Ni siquiera sabe en qué el milenio, porque Aristófanes ya contaba en Lisístrata que las mujeres se encerraron en la Acrópolis para protestar porque la Guerra del Peloponeso había acabado con la fortuna adquirida… en las Guerras Médicas.

Desde el cambio de gobierno autonómico venimos escuchando esa misma melodía una y otra vez: reducir impuestos, bajar el IRPF o “quitar grasa” a la Administración. Por el momento, poco más que bajar un impuesto a unos orcentaje irrisorio y suprimir agencias que al fin y al cabo no tenían actividad. Es decir, el discurso cargado de semiótica, para contentar a los de siempre y tocar el tamboril mientras Ayuso canta su jota. Pero para semiótica, yo solo quiero saber si Pikolino’s o Panama Jack le han enviado ya a Pedro Sánchez un par de zapatos para que le hagan juego con el abrigo de Joma. Cuanto antes, por favor.

Aquí no parece haber millonarios patrióticos, ni millonarios por la humanidad, por lo que no habrá contestación como en Davos. Más bien al contrario, los empresarios valencianos dicen que se sienten más cómodos ahora, sin más explicaciones. Al fin y al cabo, nadie las necesita. 

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