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CV Opinión cintillo

Provincianismos

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Excelente escritor y prestigioso reportero, Ryszard Kapuschinski reflexionaba sobre el significado del provincianismo en un clásico ensayo sobre Heródoto y sus indagaciones sobre los pueblos y culturas de la Antigüedad. Apuntaba Kapuschinski que solemos concebir el provincianismo desde una óptica espacial o geográfica. El provinciano es aquel cuyo universo y horizonte vital se limitan al espacio original, allí donde habita, donde encuentra su modo de ser y de pensar, sus valores, donde habitan “los suyos”. Construye así su identidad y su vida mirando al resto del mundo desde el desinterés, la rivalidad o la extrañeza. Supongo que existen gradaciones en esa dimensión del provincianismo, que va desde el localismo del barrio, al pueblo, la comarca, la nación o la patria, una actitud contrapuesta a la de quien mira el mundo y sus infinitas culturas con pasión y curiosidad.

A diferencia de esa perspectiva territorial del provincianismo que apunta Kapuschinski, el poeta y pensador británico T.S. Eliot, analizaba otra faceta del provincianismo: la dimensión atemporal o anti-histórica. En un ensayo sobre “Virgilio”, publicado en 1944, en plena crisis internacional y de conflicto bélico mundial, advertía Eliot acerca de quienes -según sus propias palabras- “confunden la sabiduría con el conocimiento, y el conocimiento con la información.” Mostraba así su espanto ante quienes pretenden comprender y resolver las grandes cuestiones de la humanidad mirando solo al presente, mediante la tecnología sagrada en un mundo y una humanidad pensados en términos de ingeniería. En esa actitud veía Eliot una forma de provincianismo, a la que no acertaba a dar nombre. Quizá hoy, saturados de utensilios, artefactos y tecnología, le llamaríamos tecnocracia. El tecnócrata es provinciano en su fe religiosa en la tecnología, aunque no profese un provincianismo de terruño, de patria chica o país. Lo llamativo de su presentismo es la ceguera temporal, la ignorancia del sentido, el significado y la importancia de la historia. En el mejor de los casos, el tecnócrata provinciano concibe el pasado como antesala del presente, sucesión de acontecimientos heroicos, donde ideas, hábitos o invenciones fueron útiles pero hoy están superados. Este trágico provincianismo atemporal concibe el mundo como realidad exclusiva de los vivos, un presente plano, donde no participan los muertos. Desde una óptica intelectual y cultural, supone una trágica pérdida de la rica tradición artística, intelectual, en definitiva, del patrimonio histórico de la humanidad. El peligro del provincianismo atemporal, afirmaba Eliot, es que todos los pueblos de la tierra pueden existir en el presente ignorando toda la riqueza del pasado que les ha llevado a ser lo que son.

Todo provincianismo -volvamos a Kapuschinski- expulsa del universo a quienes, no satisfechos con la mirada corta, se ven forzados a convertirse en viajeros, fugitivos, apátridas o ermitaños. Medio siglo después de las reflexiones de Eliot, en tiempos de globalización, florece paradójicamente el provincianismo más grosero, cuyas raíces presentistas y tecnológicas combaten el cosmopolitismo y el interés por las sociedades y las culturas, actuales y del pasado. Ojalá seamos capaces de alzar la mirada más allá del terruño, más allá del presente, para comprender que la clave está en la historia. La historia de cada ser humano y la historia de la humanidad, que es su memoria más rica y fecunda.

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