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CV Opinión cintillo

Un testimonio sobre Alfons Roig

Juan Garcerá

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Los escritos aparecidos los últimos días en algunos periódicos y revistas amenazan con el descrédito de la figura de Alfons Roig.

¿Se pretende revocar sus aportaciones en una época en que era un erial el arte moderno en este país? ¿O cuando, desde su dedicación sacerdotal, dio un auge y actividad inusitada en su parroquia de San Juan de la Ribera de Valencia? (Nos situamos en los años 40 del siglo XX).

Algunos libros han presentado y desarrollado su trayectoria, “Alfons Roig, la devoció per l’art” (IAM, València 2019), entre otros, no voy a insistir en ello. A nivel personal, quisiera aportar mi experiencia y convivencia con Alfons Roig y mi familia desde aquellos años en que inició su actividad en els Camins al Grau. Mis padres ya conocieron a Alfons Roig en los años 30, antes de la desastrosa guerra fratricida. Posteriormente, en la reconstrucción de la parroquia destruida, mi padre ayudaba ya como administrador de las cuentas de Alfons Roig; actividad que se mantuvo cuando lo desterraron de su parroquia (por ser demasiado renovador, se adelantó 20 años al Concilio Vaticano II). Continuó prestándole apoyo para sus viajes y en sus necesidades cotidianas. Esta ayuda se acrecentó cuando Alfons Roig se hizo cargo de la Ermita de LLutxent (no es fácil mantener un edificio de 200 años, en aquella época sin luz ni agua potable pública).

Alfons Roig tuvo siempre cierta escasez económica y ponía su confianza en la Providencia.

Su presencia en nuestra familia era asidua y cercana, de confianza y amistad, mis cuatro hermanos y yo en ningún momento, en todas las etapas de nuestra vida, nos sentimos coaccionados o molestados por Alfons Roig, más bien al contrario, respetados y acogidos. Así que, mientras no se demuestre la veracidad de las ambiguas acusaciones, no puedo más que reconocer la figura y excepcional tarea de Alfons Roig en el contexto de esos tiempos.

Lamento que se haya centrado en una persona, ya fallecida, un asunto -sin concretar, atestiguar ni denunciar-, que, de ser verdad, me parecería tan intolerable en este como en cualquier otro caso, pero esta acusación no encaja en absoluto con mi experiencia en la relación durante muchos años de mi vida con Alfons Roig.

Mientras tanto, sin nada que lo acredite, se ha iniciado una lapidación digital lanzada a un circo donde todo vale: sospechas y acusaciones no justificadas.

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