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CV Opinión cintillo

La tierra es plana… y parece que nuestra historia también

19 de junio de 2024 19:26 h

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Todas y cada una de las evidencias que han sido sometidas a un método científico de crítica contrastada y verificación han llevado a que la comunidad científica considere que la Tierra es elipsoide (redonda achatada en los polos). Sin embargo, no falta quien siga defendiendo que nuestro planeta es una superficie plana. Da igual lo que digan quienes han estudiado, da igual lo que diga la ciencia. Ellos/as han decidido no escuchar –ni leer– y siguen aferrados a su conclusión: quieren creer que la Tierra se parece más a una plancha que a una pelota y eso es lo que deciden creer. Y forman asociaciones, difunden textos y mensajes por redes sociales en ese sentido, y tratan de influir para que en las escuelas se ponga en duda el resultado de las investigaciones científicas argumentando que lo suyo también es una opinión y relativizando –o negando directamente– el conocimiento generado por la ciencia. 

Esto mismo parece ocurrir, vista la Exposición de motivos de la reciente proposición de la denominada Ley de Concordia de la Comunidad Valenciana, con nuestra historia reciente. Da igual lo que los/as historiadores/as que investigan y hacen sus doctorados –el más alto reconocimiento de la labor investigadora– en las universidades públicas valencianas (y españolas) hayan avanzado en el conocimiento del pasado. Da igual lo que se ha progresado en las últimas tres o cuatro décadas en el saber histórico de la España del siglo XX. Da igual porque quienes promueven esa proposición de ley han decidido no escuchar –ni leer– lo que la historia especializada científica concluye. Ellos/as siguen creyendo lo que quieren creer porque –no hay que darle demasiadas vueltas– eso es lo que quieren creer: y forman partidos políticos, elaboran textos y mensajes en redes sociales difundiendo su opinión, y tratan de influir para que en la enseñanza se relativice el conocimiento de la Historia científica porque lo suyo también es una opinión. ¿Pensarán que en esto consiste la ‘libertad de cátedra’?¿En decir lo que a uno primero se le pasa por la cabeza con el único objetivo de alcanzar un rédito político? Y en esas estamos. Por lo visto los autores de una también denominada Ley de Concordia en la comunidad autónoma de Castilla y León tienen el mismo problema: y contrastando ambos textos también parece que los promotores valencianos son escasamente originales, vistos los párrafos literales de corta y pega que podemos encontrarnos en ambos textos. ¡Ya podemos seguir insistiendo a nuestros/as estudiantes que el plagio es una práctica sin ninguna ética!

Quienes promueven esa proposición de Ley de Concordia (ya entraremos en otro momento en el uso torticero de las palabras) se han quedado en hojear de refilón algunas líneas que no hacen otra cosa más que reproducir lo que durante cuarenta años la dictadura de Franco sostuvo para legitimar el golpe de estado que se organizó  contra un Estado republicano democrática y constitucionalmente establecido. No hay una sola investigación –insistamos en esta palabra: investigación– que equipare el sistema de la Segunda República con la dictadura franquista. Y esto es algo que la comunidad científica de quienes nos dedicamos al estudio de la historia sí hemos consensuado tras debatir, criticar y compartir los resultados fruto de nuestras investigaciones. Por supuesto no somos –ni aspiramos a ser– los De la Cierva, Moa o Vidal cuyo rigor metodológico en el análisis del pasado ni está ni se le espera. Tienen su club de fans que les enriquece a cada libro que publican para decir exactamente lo mismo que en el anterior. Es su negocio, pero no pretendan hacerlo pasar por Historia. Hacer Historia significa seguir un proceso de contraste y verificación de los datos, de someter a debate las conclusiones exponiendo las fuentes en las que nos hemos basado para llegar a ellas, someter a crítica esas mismas fuentes buscando la intencionalidad de las mismas; en definitiva, el primer elemento básico que aprenden nuestros/as estudiantes de los grados de Historia en las universidades valencianas.

Podemos añadir, de la lectura de esa Exposición de motivos, que esas mismas personas que promueven la proposición de Ley de Concordia también se quedaron muy atrás en lo que significa la Historia como disciplina científica. Muy, muy atrás. ¿De verdad todavía seguimos estando en esas de que “honrar y proteger la historia de España” debe ser la labor de quienes nos dedicamos al estudio de la Historia? ¿De verdad que los promotores de esta Ley siguen concibiendo la Historia como se hacía en el siglo XIX? ¿O en las dictaduras de uno y otro lugar a lo largo del siglo XX? La manipulación del pasado, intentando hacerla pasar por Historia, ha sido recurrente. Pero ¿de verdad que estos gobernantes, en un Estado democrático que tanto costó en España recuperar, aspiran a manipular y abusar de la historia, condicionando la labor y la libertad académica de los y las docentes, para hacerla encajar a la fuerza con sus proyectos políticos y así justificar sus pretensiones? ¿De verdad que, como democracia, nuestros gobernantes no son capaces de nada mejor?

¿Dónde queda entonces el espíritu crítico necesario para cualquier conocimiento? El conocimiento basado en el método científico en ningún caso se construye sobre ‘opiniones’ u ‘ocurrencias’ ajenas a la reflexión y al análisis. Flaco favor se le hace a nuestro pasado y, por extensión, a la ciudadanía, si lo que se pretende es imponer una actitud de defensa militante con el objetivo de “salvar la honra” de un país. Aunque, en realidad, al final todo encaja: la Historia como disciplina que, a través del estudio del pasado, promueve la reflexión crítica y el conocimiento no basado en creencias y opiniones resulta molesta. La Historia, la que se enseña y se investiga en las universidades públicas valencianas, molesta porque saca a la luz el traje nuevo de estos gobernantes. Y es por eso que intentan por todos los medios que su presencia en los distintos niveles educativos se reduzca a la mínima expresión. Nada mejor para conseguir una ciudadanía dócil que asuma sin cuestionar los relatos que desde arriba se le transmiten.

Como profesionales de la Historia recomendamos fervientemente a nuestros representantes elegidos en un sistema democrático –sí, basada en unos valores heredados de una democracia que ellos en su proposición de Ley buscan equiparar a los de una dictadura– que empiecen a leer, a leer Historia, a conocer su pasado para luego poder hablar con fundamento sobre el mismo. Y entonces quizás lleguen a entender que entre los valores democráticos está el de la libertad a expresar una opinión, pero que no todas las opiniones son fruto del conocimiento y, por tanto, no podemos ponerlas todas ellas en una balanza de equilibrio. Les animamos a que dejen de creer y comiencen a conocer. A que dejen de manipular el pasado con infames invenciones partidarias cuyo único interés reside en el rédito político. Lean, por favor, lean.

*Vicent Sanz Rozalén (Universitat Jaume I)

Mónica Moreno Seco (Universitat d’Alacant)

Javier Navarro (Universitat de València)

Rafael Fernández Sirvent (Universitat d’Alacant)

Miguel Ors Montenegro (Universitat Miguel Hernández)

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