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CV Opinión cintillo

A quien lea

Tres frentes para un país

Xavier Ribera Peris

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“I així vam fer-nos a la mar deixant,

com a espectadors del port segur,

l’aclaparant cofraria dels cavernícoles

amb els seus prudentíssims –i punyetíssims–

dictats tòpics de sempre“.

Lluís Alpera,València. 1960. ‘Cavalls a l’alba’

Hay una generación con voluntad de ser concienciada en la naturaleza y en las necesidades de su país, el valenciano, sin que la fortuna le acompañe. Algunos, errando a sabiendas, han pretendido ligar y confundir la recomposición de los asuntos valencianos con la vieja lucha de clases o en las renovadas disquisiciones ideológicas de siempre. Una certeza: los resultados electorales, autonómicos y municipales, recientes del 28 de Mayo, ni la expectativa de las elecciones generales, teñidas de apocalipsis, para el próximo 23 de julio, van a solucionar los temas candentes ni el cambio de tendencia hacia el horizonte de un País Valenciano que no claudica ni renuncia a superar los desafíos que sobrevienen en tres frentes: el español, el mediterráneo y el europeo.

Espejismo

Venimos de un espejismo que amaneció en Mayo de 2015 con el Pacte del Botànic–prolongado en 2019– y dio lugar al primer Consell de la Generalitat desde el aciago año de 1995 – ocaso del posibilismo de Joan Lerma– que aglutinaba las naves rescatadas del PSPV-PSOE al pretendido valencianismo subsistente del Bloc Nacionalista Valencià – heredero de Unió Democràtica del País Valencià (1962), Unitat del Poble Valencià (1982), Partit Valencià Nacionalista (1990), Federació Valencianista i demòcrata de Josep Lluís Blasco–, hermanado con la izquierda adoctrinada, dispersa y necesitada de estructura organizativa, cuadros, mano de obra y proximidad a la idiosincrasia del pueblo. Viejos prebostes y recuperados líderes han gozado de la confianza del electorado con la propuesta de redescubrir y relanzar el País Valenciano, aunque sin proyecto ni plan de actuación. Todo tenía que seguir el dictado que se marcó desde Madrid con tres cubículos destinados a señalar el horizonte español y el valenciano desde su óptica estatal: PSOE, PP, Podemos y sus secuelas. Dos salvedades: vascos y catalanes tienen sus resortes (partidos autóctonos y entidades representativas), realidad (económico-fiscal, cupo vasco) y agenda (calendario electoral) que, aún desde su caos, configuran la singularidad de su problemática.

Proyecto de país

El plan de actuación que necesita el País Valenciano ha de ser transversal y partir del esfuerzo de reconciliación interna que aglutine los grupos sociológicos económicos, sectoriales, políticos, culturales y comarcales. No ha de progresar ninguna propuesta que nazca sesgada y soslaye la participación activa y confiada de las demás sensibilidades que constituyen la realidad del conjunto del territorio. El espacio comprendido desde el Cenia al Segura y desde Contreras al litoral mediterráneo padece dos conflictos entre centro y periferia. La animadversión, fomentada y alimentada por el centralismo español, entre Alicante y Castellón (menos) contra València, ciudad y provincia dominantes. La rivalidad artificial en gran medida se prolonga entre las ciudades (villas empoderadas), las Comarcas reales y vitales (siempre ofertadas y nunca reconocidas) y las poblaciones (peculiaridades aisladas y conurbaciones). El alejamiento físico y administrativo proviene de la ignorancia geográfica y socioeconómica de los centros administrativos–provinciales y autonómicos– acerca de la variada idiosincrasia de los administrados en un espacio extenso y con realidades muy diferentes en su historia, productividad, lengua preferida, cultura y expectativas vitales. Los funcionarios autonómicos y provinciales, incluidos los consellers, cargos políticos y técnicos, desconocen la riqueza y la diversidad de la población que administran. Así acaban siendo visibles, casi en exclusiva, por los partidos políticos de obediencia estatal (PP, Vox, PSOE, Podemos-Sumar….) y se amparan en el gobierno de España a causa del abandono que perciben por parte de las administraciones que deberían esforzarse en dejar patente su labor de proximidad.

Pluralidad

El País Valenciano, lejos de incrementar sus renuncias debería contar con un programa sistemático y comprometido para estrechar relaciones con las zonas limítrofes que obligan a compartir vecindad. Mucho más importante que los empecinamientos son los hechos. No hay ninguna razón que conduzca al alejamiento con Castilla-La Mancha (Cuenca y Albacete), Castilla y León (‘España, España’), Aragón (Teruel y el sugerente enclave del Rincón de Ademúz). Islas Baleares (situadas mucho más al este que el ‘Levante, feliz’ y el Sureste desfigurador) y Catalunya. Una de las obsesiones perversas de los posicionamientos ideológicos impuestos por las fuerzas políticas centralistas es la consecución del extrañamiento entre Catalunya y el País Vasco, jaleado por sus agentes y representantes en tierras valencianas. Se sabe que la nueva fórmula política (PP&Vox) del Consell de la Generalitat Valenciana tiene entre sus prioridades “la descatalanización” del País Valenciano en un combate imaginario, propio de su congénita ignorancia y desentendimiento de la lengua, las señas de identidad y las convicciones que son propias de gran parte de sus “súbditos”. A las que aquellos no están dispuestos a renunciar por mucho que se empeñen. La ubicación y la composición estratégica del País Valenciano le supone además de una oportunidad logística el valor de la diversidad de conexión. El fracaso político-empresarial, hasta hoy, del llamado Corredor Mediterráneo de ferrocarril vinculado a la consolidación multiterritorial del Arco Mediteráneo, desde Algeciras a la frontera francesa, evidencia dos metas plurales – Corredor y Arco mediterráneos– combatidas desde la concepción centrípeta del Estado Español que comparten las fuerzas políticas hegemónicas en España (PP-Vox, PSOE y parte de las izquierdas confluyentes)

Catalunya, Euskadi y los demás

La anticatalanidad y la excepcionalidad vasca marcan la agenda de las facciones políticas emergentes en España. El estigma del ‘procés’ y la utilización desfigurada del terrorismo de Eta indican un malestar de entrada. Liquidada la opción complementaria del partido Ciudadanos – nacido como ‘Ciutadans per Catalunya’– Vox y el Partido Popular que fundó Manuel Fraga Iribarne, se disponen a instaurar y completar el mapa conservador del poder que se dibujó en la convocatoria electoral del 28 de Mayo y que en País Valenciano acaparó la mayoría de las instituciones autonómicas y municipales para los próximos cuatro años. De repente, en unas horas, un exceso de poder se trasvasó desde la izquierda inconsciente de su incapacidad de conectar con la ciudadanía a la derecha perpleja por el aluvión de responsabilidad que le sobreviene, carente de cuadros directivos tras dos legislaturas de ausencia en las instituciones. El problema se acusa en el País Valenciano, más homologado al resto de España y se percibe en Catalunya – contrariada y revuelta–, donde se ha menospreciado la problemática valenciana más allá de las derivaciones de la lengua y de la cultura. Catalunya y el País Valenciano además de vecinos son complementarios, a pesar de las contradicciones económico-empresariales en las que se viaja de la feroz animadversión a la celebración conjunta de convenciones para resolver cuestiones comunes- proclamas empresariales por el Corredor Mediterràneo– que impiden el desarrollo integral de ambos territorios. La fulgurante y efímera Commonwealth Mediterránea, jaleada por Ximo Puig, medios de comunicación afines y estamentos empresariales –la patronal catalana Foment y el lobby valenciano AVE– de hondo calado. Es más , los proyectos que hace unos años o tan solo meses, se veían convenientes y necesarios, para la perseguida y nunca lograda aproximación de las entidades económico-empresariales catalanas y valencianas, hoy se ven desde los partidos triunfantes más un peligro que una oportunidad largamente trabajada. Lo avanzado se retrocederá.

La vía valenciana

Esta desconexión concebida desde el tercio sur de la Comunidad Valenciana -el alicantinismo feroz– y otras zonas castellanoparlantes, se contradice con la realidad cotidiana de colaboración y comercio interdireccional entre empresas y empresarios valencianos y catalanes. El alejamiento y las reticencias mantenidas en el tiempo tienen un coste efectivo y cuantificable en magnitudes económicas. Ni es positivo ni rentable para el País Valenciano permanecer de espaldas a Catalunya ni a la inversa, porque la zona natural de expansión y entendimiento entre posicionamientos y opciones de negocio de Catalunya pasa, en gran medida, por la vía valenciana –Ernest Lluch dixit– por su potencialidad intrínseca y por su capacidad de irradiación hacia otras realidades económicas españolas y europeas. Condenar las relaciones económicas y empresariales a la desconfianza y la reticencia secular por motivos eminentemente políticos es un crimen contra la capacidad y desarrollo de ambas sociedades en su dimensión socioeconómica. Asimismo ha bloqueado la posibilidad de expandir el efecto beneficioso de interconexión del Arco Mediterráneo Español, prometedor en sí mismo, con su irradiación hacia el sur de Francia, la vertiente italiana, las cuencas del Adriático y el Jónico hacia Grecia y Turquía, Líbano, Israel, Jordania, Egipto, Libia y el resto del Maghreb africano, con el que el litoral mediterráneo español conforma una unidad real de circunstancias que no comparten otras regiones españolas del interior. La ceguera política con respecto a esta posibilidad, impedida por la concepción centrípeta del Estado español, ha sido un hándicap para el País Valenciano con notable coste-oportunidad de difícil recuperación.

Centros neurálgicos

En el debate centro-periferia subsisten núcleos preferentes de decisión e influencia que parten de zonas extensas de acción y acumulación de poder: Madrid y su capitalidad del Estado, Catalunya con el 15% de la población española, País Vasco que sí tiene autorizado ser país, Andalucía múltiple y variopinta, Galicia, finisterre generador de significados políticos para dirigir España desde postulados centrípetos: Franco, los Rosón, Pío Cabanillas, M. Rajoy, Yolanda Díaz. Otras derivas tangenciales han mantenido relaciones intensas y un tanto discretas con el País Valenciano: Toledo que siempre miró al Mediterráneo, Ciudad Real, la manchega olvidada o Lleida, hermanada por su potencial hortofrutícola. Un valenciano nunca se ha sentido extraño en tierras del Segre:“ cargols a la llauna i fricandó de vedella amb bolets i orellanes”

Dimensión europea

Europa nos salvó y Europa nos motiva. “Europa ha llevado a cabo un proceso encomiable de transformación desde la segunda guerra mundial. Ha neutralizado la histórica confrontación entre estados y se ha convertido en un referente de integración territorial y de cohesión social” Son palabras de Paco Pons Alcoy en 2011, al presidir el lobby empresarial AVE que hoy interviene la nueva política valenciana. Vicente Boluda, omnipresente, empuja a la alcaldesa de València, María José Catalá y al pŕoximo presidente de la Generalitat, Carlos Mazón, desde la campaña electoral. Dentro de las proyecciones externas del País Valenciano, la Unión Europea y EE.UU. marcan las dimensiones que sirven de paraguas a todas las demás zonas de influencia. Francia hoy incandescente, Alemania el tractor, Reino Unido en Brexit, Italia capital Roma, Bélgica capital Bruselas, Países Bajos, Austria, Suiza o Grecia cuna de la sabiduría, entre los referentes atractivos para el despegue valenciano. La visión europea desde el País Valenciano no coincide con las coordenadas de la política española. Cuando se propuso la Constitución Europea en 2005, los españoles la apoyaron mayoritariamente y ahora más del 80 por cien de los españoles se sienten europeos. La valenciana es una economía de tipo europeo, economía de exportación, proclamaba Joaquim Reig Rodríguez –en 1932– cuando la Europa comunitaria era una utopía y transmitía su “Concepte doctrinal del Valencianisme”. Europa fue la válvula de escape para la economía valenciana de posguerra a la que aportó su umbral de libertad hacia los derechos humanos. El País Valenciano nunca dejó de ser europeo. Es la realidad incontrovertible que nos conformó y nos protege. La Europa de la integración en el esfuerzo común. Es un liderazgo que el País Valenciano ha dejado en manos ajenas como síntoma de desubicación supraterritorial. Lo estamos pagando.

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