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CV Opinión cintillo

El triste debate del consumo de carne

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La anécdota: en la costa atlántica de Canadá millones de mejillones y almejas han aparecido muertos por el calor por las altas temperaturas registradas. Estos moluscos no pueden soportar los 40 °C. En la zona del Pacífico más de 500 personas murieron a causa del calor sofocante. El fenómeno meteorológico extremo se extiende desde hace varios días a la región nordeste de EE. UU. y de Canadá, una zona donde no se solían superar en esta época los 25 °C de máxima y los 15 de mínima. En algunas regiones del sur, centro y oeste de España se ha llegado a los 40 grados, con temperaturas límite de 47 grados en puntos de Andalucía.

Nadie duda de que estas altas temperaturas tanto en Canadá, en EE. UU. como en España son una consecuencia del cambio climático al que estamos asistiendo. De año en año nos sorprendemos de la superación, en determinadas épocas, de la elevación del calor, como de otros fenómenos meteorológicos extremos (olas de frío intenso, huracanes, ciclones, lluvias torrenciales con inundaciones, tsunamis en el mar, períodos de sequía, etc., etc.).

A Alberto Garzón, ministro de Consumo del Gobierno español, se le ocurrió aconsejar en días precedentes a través de un video la moderación en el consumo de carne, esencialmente de carne roja, la procedente de terneros y vacas, corderos, cabras, etc. rumiantes en general, pero también la de cerdo, aduciendo que estos animales, en su mayor parte procedentes de la ganadería intensiva, eran un factor, que con sus emisiones de gases acrecentaban el efecto invernadero, es decir el proceso de cambio climático.

Y hemos visto a toda una pléyade de políticos de izquierda y de derechas, de empresarios de la industria cárnica, de tertulianos de radio y televisión, de editoriales en prensa escrita, lanzarse sobre el ministro de Consumo, distorsionando sus declaraciones, falseándolas, como si este nos quisiera convertir al vegetarianismo.

Pero uno de sus argumentos era que estos animales por el rumen emitían gases (metano, óxido nitroso) que aceleraban el fenómeno del cambio climático, y otros, como los cerdos, con sus purines provocaban un efecto similar, además de contaminar las capas freáticas de nitritos y nitratos que hacen imbebibles las aguas de muchos de nuestros pueblos. Pero no solo lo argumentó de esta forma. También dijo que el abuso de la ingestión de carne tenía efectos perjudiciales para la salud, tal como sostienen la OMS, la FAO y miles de científicos de todo el mundo, pues puede provocar infartos de miocardio, obesidad, aumento del colesterol, cánceres, etc., todo ello con un fuerte coste para el sistema sanitario.

Aunque A. Garzón no se detuvo en cómo alimentamos a esos animales, lo que hubiera sido muy pedagógico, lo aclaramos por nuestra parte. Solo en Argentina se dedican al cultivo de soja para alimentar la ganadería europea 18 millones de hectáreas, si añadimos Brasil, Paraguay, Uruguay, EE. UU., R.P. China e India tenemos un volumen en toneladas de 95 millones de esta materia agrícola, repetimos, destinada esencialmente a la ganadería intensiva o industrial. Según el PNUD un 70 % de las tierras del plantea (superficie total de tierras cultivadas:14.000 millones de hectáreas) se dedican a la alimentación en una u otra forma del ganado. Granos, cereales o leguminosas, que perfectamente podrían ser consumidos por los seres humanos sin necesidad de una costosa transformación biológica a través de organismos animales y su conversión en carne comestible o derivados.

Lo ocurrido estos días con el debate sobre la carne nos alerta de que no se comprende seriamente por una mayoría de la sociedad, y por parte de los políticos en su conjunto, que nos jugamos el futuro de la humanidad a causa del cambio en el clima, imparable e irreversible, si no tomamos medidas radicales y nos dejamos de chácharas, demagogia y populismo, y de que no eliminaremos el hambre de millones de seres humanos de continuar despilfarrando tierras, aguas, y esfuerzo humano con modelos de alimentación irracionales e insolidarios.

  • Pascual Moreno Torregrosa es doctor ingeniero agrónomo y socio de honor del Centro de Estudios Rurales y de Agricultura Internacional (CERAI)
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