El Orient Express en el Corredor Mediterráneo
Veo la fotografía que ilustra la noticia en este diario. Los grandes empresarios valencianos se juntan con un cartel a la altura del pecho: “#QuieroCorredor”. Se refiere el cartel -adornado también con un corazoncito azul- al Corredor Mediterráneo. Miro y remiro la fotografía y me entran ganas de rociarla con el espray del insulto. Te entra una rabia sorda cuando los ves ahí, plantados como animadores de sus equipos deportivos en las canchas de fútbol, de básquet o en ese ancho mar donde despliegan sus motores los barcos de Vicente Boluda, el presidente de AVE (Asociación Valenciana de Empresarios.) Ahí están los grandes artífices de nuestra prosperidad. La flor y nata del mundo del dinero. Con ellos se han juntado empresarios murcianos, catalanes y andaluces. Todo un club de poderosos que ha emprendido una labor que no sé por qué no había emprendido hace años: el Corredor Mediterráneo era el mejor camino para nuestro comercio, para viajar la gente con la mejor garantía de comodidad y tiempo justo, para la seguridad en las infraestructuras. Para todo. Pero no hicieron ni caso, esos del cartel, a los desmanes del PP cuando el PP empezó a construir el eje de Alta Velocidad con Madrid y arrumbar así la posibilidad de ese itinerario comunicacional y de transporte que ahora se plantan en el pecho sin que se les arrugue un pelo en sus rotundas encarnaduras de empresarios que juegan a la Patria como si la Patria fuera cosa -que a lo mejor lo es- sólo de sus intereses particulares.
Han tardado mucho en salir de ese armario de la vergüenza en que anduvieron instalados hasta el día de hoy. En una hora y media llegamos a Madrid, claro que sí. Pero les importaba un pito que viajar a Barcelona fuera y siga siendo como una aventura de los Hermanos Marx en el Oeste. Las voces que reclamaban el Corredor Mediterráneo eran acalladas por los motores de la Fórmula 1 y el viento en las velas de la Copa América. Ahí los de la foto vestidos de gala en las cuchipandas celebratorias de la gente rica, brindando copa en alto por la altura de sus finanzas mientras la crisis hacía estragos en las neveras donde sólo entraban las mentiras de los telediarios de TVE. Y ahora ahí tenemos las palabras de Boluda el día de la presentación de la campaña: “Uno de los principales problemas de la ejecución del Corredor Mediterráneo es la falta de planificación y de voluntad política”. Eso fue lo que dijo y esas son las palabras que ilustran la noticia. Habla Boluda, en nombre de sus colegas empresarios, de falta de voluntad política, como si de repente hubiera descubierto en su cielo marino la estrella del conocimiento. ¿Y la voluntad empresarial valenciana dónde ha estado todos estos años? ¿Dónde tenían guardado el cartel con ese sencillo y rotundo “#Quiero Corredor”?
Ahora ahí están, subidos a un tren de la costa en plan de exhibición, en ese viaje ya bautizado con el exótico nombre de road show. Eso es, en realidad: un show protagonizado por unos personajes que parecen salidos de un folletín televisivo al estilo de aquellas viejas Vacaciones en el mar o de los enrevesados misterios de Agatha Christie a bordo de aquel Orient Exprés en que todos los viajeros tenían algo gordo que esconder.
El viaje hasta conseguir el Corredor Mediterráneo será largo. Si es que es. De momento, salir de Valencia en tren y querer llegar puntual a Barcelona es una quimera. Bueno, lo importante es llegar, dirán las voces optimistas. Pero ya se sabe que un optimista será siempre un pesimista que está mal informado. O sea, eso: a Madrid en hora y media, señores empresarios del cartel. Y a Barcelona ni se sabe. A ver lo que cuentan ustedes en sus cuadernos de bitácora. A ver lo que cuentan. A ver.