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¿Quién manda aquí?

Alfons Cervera

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Bueno, pues parece que aquí mandan ellos. Digo que en València manda la extrema derecha que responde al nombre de España 2000 y otros grupúsculos parecidos, como la Peña Yomus del Valencia CF. Revientan manifestaciones de la izquierda y no pasa nada. Acosan a la gente de izquierdas, como hicieron hace tiempo con la vicepresidenta del Consell Mónica Oltra y no pasa nada. Se manifiestan donde quieren porque les da igual tener la autorización de la Delegación de Gobierno o no tenerla: aunque la verdad es que siempre disfrutan de esa autorización. Amenazaron por sus redes sociales y otros medios de comunicación con que impedirían al actor Dani Mateo y su grupo actuar en el Teatro Olympia y consiguieron que el Teatro Olympia anulara esa actuación. Hace unos días volvieron a difundir sus amenazas contra el grupo Mongolia y su obra prevista en la Rambleta. Y la sala Rambleta -de titularidad pública y gestión privada- anulaba igualmente la actuación de Mongolia.

¿Quién manda en València?, me pregunto. Pero es una pregunta retórica porque la respuesta está muy clara: en València manda la extrema derecha.

Cuando digo que no pasa nada con las amenazas y las intervenciones fascistas me refiero simple y llanamente a eso: a que no pasa nada. ¿Qué pasó con los que reventaron la manifestación del 9 d’Octubre de hace un año? ¿Qué pasó con los energúmenos que a las órdenes de ese siniestro personaje que es su líder José Luis Roberto (con su empresa de Seguridad de fuerza de choque) se plantaron delante de la casa de Mónica Oltra con sus pancartas y sus cánticos ultramontanos? ¿Qué ha pasado con los que a cara descubierta convocaron a sus legiones falangistas delante del teatro Olympia? ¿Ha pasado algo cuando ha sido la Rambleta el objetivo de sus amenazas? Nadie lo sabe. Sabemos que de vez en cuando son citados por la Justicia algunos de esos fanáticos. Pero no sabemos nada más. El tiempo pasa y las amenazas y quienes amenazan siguen ganando la calle.

El éxito de la extrema derecha en València es muy sencillo de explicar: esa extrema derecha disfruta de toda la impunidad del mundo.

La democracia es para esos fascistas un juguete con el que juegan a su antojo. Lo malo es que la libertad de expresión sí que existe para esos individuos, pero no existe para Dani Mateo, para Mongolia y para toda esa gente que ejerce su trabajo en los escenarios o en la calle. A este paso no habrá manera de hacer nada que no le convenga a esa extrema derecha. Se consideran los amos, los putos amos, como decían en el programa de Wyoming hace mucho tiempo cuando hablaban de Bárcenas. Y me pregunto qué hace la Delegación de Gobierno y qué hacen las policías que no dependen de la Delegación de Gobierno. Hace unos días la Policía Local de València multó y requisó los instrumentos a Borja Catanesi, un músico callejero que intentaba tocar en la Plaza del Ayuntamiento. La policía y la concejala responsable de esa policía argumentaron para justificar esa intervención que se cumplía la ley.

¿He de imaginar que si la extrema derecha amenaza a la gente que le da la gana en los teatros y en la calle también está cumpliendo la ley? ¿Qué ley?, que me lo expliquen porque no lo entiendo.

La extrema derecha tiene un objetivo: sembrar el miedo. Y lo hacen juntando los pitos que usan los árbitros de fútbol, los bates de béisbol y los puños americanos que les sirven para romper la convivencia democrática, la libertad de expresión, la cultura que no les gusta porque a ellos sólo les gusta la letra del Cara al sol y la abigarrada parafernalia de brazos en alto y vivas a Franco y a esa España que quisieran ver postrada bajo palio, como si su victoria de 1939 siguiera viva con la misma ferocidad de entonces. Como me decía, hace unos años, un tipo no muy mayor en un pueblo de Castellón después de que yo diera una conferencia a la que me habían invitado: “has podido decir lo que has dicho porque en la guerra no matamos bastantes”. Y se quedó tan pancho.

El paisaje es desolador. Me gustaría ser optimista, pero cómo ser optimista con la que está cayendo. Sólo quiero que se acabe la impunidad de la extrema derecha, que no paguen el pato la libertad de expresión y la cultura democrática, que entre las leyes y la misma ciudadanía consigamos que quienes se caguen de miedo sean los fascistas. La impunidad de la extrema derecha, señoras y señores. Ésa es la cuestión. La extraña impunidad de esa extrema derecha para hacer lo que hace. ¿Hasta cuándo esa impunidad? ¿Hasta cuándo? A saber.

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