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¡Siente a un rico en su mesa!

Xavier Latorre

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Se imaginan ustedes en cuanto pase este mal trago vírico levantando comedores sociales de campaña para ricos. La sociedad, después de esta ristra de malos indicadores macroeconómicos en la era poscoronavirus, deberá ponerse las pilas y volverse de nuevo solidaria con ellos, al menos eso pregona subrepticiamente la derecha neofranquista. Habrá que ayudar a los más poderosos, a los que más hayan perdido, a aquellas empresas cuyos beneficios se hayan visto reducidos drásticamente.

Hace doce años, muchos contratistas chapados en oro puro de 24 kilates, veían desmoronarse su mundo tabicado de ladrillos. Endosaron a la gente corriente pisos a granel y segundas residencias inmundas a precios de escándalo y el negocio se les paró en seco y les dejó en la estacada. Aquella pandemia americana de las hipotecas decretó que aquel festín inmobiliario era insostenible y cortó por lo sano. Calladitos y obedientes, los estafados -muchos de ellos suscritos ahora a la franquicia reaccionaria- comenzaron poco a poco a reparar el estropicio, a salvar a magnates y a enderezar el rumbo del caos en el que nos habían sumido. Hubo que rescatarlos, resarcirles de sus millonarias pérdidas; hubo que invitarles a otra ronda.

Ahora puede ocurrir otro tanto. Una inesperada crisis sanitaria ha diagnosticado la febrícula en nuestra economía, ha descubierto la inflamación de nuestro tejido productivo y mandará a la UCI a muchas empresas. Los muy ricos es lógico que defiendan sus intereses: pagan minutas estratosféricas a abogados de campanillas duchos en trampas financieras y contables, a comunicadores famosos –embaucadores- con mucha audiencia y a políticos con el verbo fácil adiestrados para servirles. Todo ello es comprensible; comen de su mano. Lo que no parece razonable es que un pardillo de tres al cuarto, al que ni le van ni le vienen los negocios de algunos multimillonarios, ni sus mansiones en Sotogrande, ni sus carteras de valores, ni sus ahorros aparcados en paraísos fiscales, salga raudo en su ayuda, acuda a socorrerlos de forma altruista. Estos pringados de la vida, abducidos por el señuelo Trumpista, creen que hay que salvaguardar a esa privilegiada especie en peligro. Alguna de esa devota gente de consignas simples y sectarias cree que se lo merecen porque un día en un ágape multitudinario les invitaron a un trozo de pizza recalentada o a un bocadillo de calamares.

Hay que buscar nuevas fórmulas para que los que votan a la extrema derecha, siendo unas abejas obreras de una colmena de la periferia, sigan pagando de sus bolsillos si así lo desean la gasolina del avión privado de un acaudalado empresario, dueño de un puñado de residencias de la tercera edad, que gratifica a sus directivos con una paga extra cada vez que escamotea un yogur a un anciano o que reduce los gastos de explotación anuales de un geriátrico. Muchos aprovechados, con cuentas en Suiza, necesitan ayuda urgente, sus ingresos han menguado. Es una cuestión de emergencia nacional. No se debe consentir que ganen por debajo de sus posibilidades. Si hay que sacrificarse con recortes salariales se asumen y punto, si hay que quedarse en el paro una buena temporada, también. ¡Sí, bwana!

La pandemia va a infringir un daño incalculable a muchos potentados y les van a dejar graves secuelas en sus balances. No lo duden habrá que crear un banco de alimentos a la inversa: hay que blindarles su futuro. Próximamente podrían colocarse en la calle mesas de recogidas de alimentos exclusivos, de manjares prohibitivos y de vinos de añadas remotas, para que luego los voluntarios de la parroquia ultra puedan repartirlos gratuitamente por sus domicilios. No se puede tolerar que lo pasen mal, que pierdan su tren de vida, después de todo lo que han hecho por todos. Usted préndase una banderita en la solapa de su camisa, vote a VOX las veces que sea necesario, vocifere contra quien quiera, pero, por favor, no deje desamparado a un rico. Es inmoral subirles los impuestos y las cargas fiscales. Este maldito COVID 19 lo ha puesto todo patas arriba. ¡Siente a un rico en su mesa!

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