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Sobre este blog

En un moment en què la lluita contra el canvi climàtic guanya protagonisme, aquest blog pretén aprofundir en el debat sobre el territori i els impactes que suporta. Es tracta d'un espai dedicat a l'anàlisi i la reflexió, en què col·laboraran professionals de diferents disciplines. El territori, la ciutat, el medi ambient i la cultura són els eixos d’un imprescindible debat, amb l'objectiu de lluitar a favor de la salut del planeta i contra les desigualtats socials. 

Ciudades a la caza de eventos

José María Azkárraga
20 de abril de 2022 12:03 h

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“Cuando se trata de organizar un macroevento, el dinero que realmente afluye a una ciudad es, en primerísimo lugar, dinero público que pasa a manos de empresas privadas”. He recuperado unas notas del interesante artículo de Carolina del Olmo en 2004, cuando en Barcelona se montaba el Fórum de las Culturas y aquí nos preparábamos para la 32ª edición de la Copa  del América. Esa era una de las ideas centrales de su escrito.

Ahora, Barcelona ha recuperado este último evento marinero al que desistió la ciudad de València y allá ya andan anunciando, para justificar la apuesta, los beneficios que les va a reportar. Aquí, un sector del empresariado y de la oposición política han echado en cara a nuestros gobiernos locales su renuncia.

Repaso nuestra hemeroteca crítica –todo queda tan lejos- y compruebo que no acogimos aquel evento con especial entusiasmo y sí con mucha prevención. Pues en efecto, lo primero que sucedió con los preparativos fueron unas costosas obras en el puerto de València, 400 millones de euros, que se repartieron varias empresas, además del canon inicial que hubo que pagar de las arcas públicas a los organizadores, 90 millones de euros.  El Instituto de Crédito Oficial, ICO, dispuso un crédito de 500 millones para el consorcio creado al efecto y que todavía hoy no hemos liquidado.

Así que, cuando algunos creíamos que aquella Copa no resultó un buen negocio para los ciudadanos locales, un informe de 2007 del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE) sostenía lo contrario. El estudio venía a confirmar un efecto multiplicador de la inversión relacionada con el evento. Un impacto esperable, por otra parte, de cualquier inyección de dinero equivalente en la economía. Lo que no hacia el informe del IVIE era analizar el coste de oportunidad de la inversión pública, es decir, a qué hubo que renunciar por destinar los fondos públicos a la competición náutica. A falta de un acercamiento comparativo, de un análisis de alternativas, el informe deviene tautológico.

Tampoco se detuvo a abordar, siquiera de manera estimativa, los costes externos que podían generar –como de hecho sucedió- en particular las obras que afectaban a los diques exteriores para la adaptación del Puerto a las regatas.

Como en informes análogos, se recogían otros efectos económicos, como el gasto corriente en el comercio y la industria local por la presencia de los equipos participantes y de los visitantes eventuales. Cuestiones que superan el objeto y tamaño de este escrito. En cuanto a la percepción que las distintas entidades comerciales y sociales mostraron, tanto durante la celebración de las regatas, como una vez finalizados los fastos, sugiero consultar las hemerotecas locales.

Detengámonos un momento en el apartado ‘inversión pública’ del período 2004-2007 para la copa marinera de 2007, la parte más sustanciosa, sin duda, del movimiento de recursos para la celebración de las competiciones. Además del ‘obrón’ en el puerto, el informe del IVIE le atribuía al ministerio de Fomento 216 millones en obras, la mayor parte para el aeropuerto de Manises, pero también en la autopista de acceso norte a la ciudad, la V-21 (de ahí vino la ocurrencia de ampliarla a tres carriles, que ahora se completa en el último y polémico tramo). 

Por otro lado, consta el endeudamiento de 65 millones del ayuntamiento que, según el informe, se dedicó a la remodelación (precipitada y lamentable, añado) de la avenida del Puerto, pero también, atención, para restauración de aceras, jardines, parques y bibliotecas. 

En estos casos, resulta razonable preguntarse si hacía falta un evento de esa naturaleza para acometer lo que se supone que eran necesidades básicas de la ciudad. El informe del IVIE concluye afirmando que los impactos económicos del evento valenciano fueron muy superiores a los de la edición anterior (año 2000) en Auckland, Nueva Zelanda, “como consecuencia de las inversiones necesarias para acoger la competición…”. 

¿Necesarias?... Además de la dudosa oportunidad de las obras antes citadas, hay que decir que la realización de las regatas no necesitaba abrir la bocana en el dique norte del puerto para “ahorrar 15 minutos ”en la salida de los veleros a mar abierto, pues no resultaba ningún problema, como ocurrió en ediciones anteriores, salir por el interior de la dársena del puerto. 

La herencia 

Por cierto, algunos malpensados intuimos en 2005 que dicha puerta abierta podía ser el primer paso para el proyecto de la gran ampliación norte del puerto que ahora venimos discutiendo. Y así fue.  Analizar la herencia de aquellas regatas de 2007 y 2010, de la que los barrios marineros no recibieron ni una propina, sobrepasa también el objetivo de este escrito. 

Ahora, en Barcelona, las fuerzas económicas echan mano constantemente del mito olímpico del 92 para presionar a favor de nuevos y variados espectáculos y de paso, criticar a la alcaldesa de la ciudad por no remar en la misma dirección, aunque en la candidatura por la Copa de Vela han contado con su apoyo más o menos entusiasta. 

No recuerdo que aquí, desde nuestras universidades valencianas, se pusieran reparos a aquellos eventos valencianos. Del circuito urbano para la Fórmula 1 más vale no hablar. Corruptelas aparte, a veces cuesta diferenciar entre despilfarro y malversación de caudales públicos.

En Catalunya se ha abierto ahora un debate sobre “la veracidad, la transparencia y el rigor de los informes” que anuncian beneficios económicos para la celebración en 2024 de la nueva competición velera que València ha rechazado. En algún caso se ha tomado la experiencia valenciana de 2007 y 2010 como referencia.

Eugeni Osácar, director de investigación del CETT, (Universitat de Barcelona) advierte que los datos que plantean impactos directos e indirectos, como en los casos de la ampliación del aeropuerto del Prat, el Mobile World Congress o la Copa del América, “son, como mínimo discutibles”. 

Volviendo a Carolina del Olmo, para terminar, la profesora de sociología se preguntaba en 2004 a qué se debía ese furor competitivo a la hora de cazar eventos globales y se respondía aludiendo a la conversión de la ciudad en una empresa en la competitividad global, un modelo de la ciudad espectáculo y la banalización de la cultura. En algunos casos, los efectos posteriores de muchos eventos han sido un encarecimiento de la vida en las ciudades afectadas, lo que ha expulsado a muchos de sus vecinos. Y también, un deterioro progresivo de las instalaciones que quedaron fuera de foco, liquidadas en algunos casos a precio de saldo. 

En otros eventos, como sucedió en Sídney 2000 (JJOO) o en el citado Fórum de  Barcelona 2004, incluso se recurrió a limitar el debate político sobre asuntos delicados para no deslucir las celebraciones.

Intentar cazar eventos, no importa el objeto, tengan o no que ver con la realidad social y cultural de la ciudad de acogida, resulta ya un modelo caduco en los tiempos actuales, tiempos acuciados por los graves retos que plantean la desigualdad y el Cambio Climático.

Por el contrario, ocuparse, los gobiernos, del bienestar de sus ciudadanos resulta una exigencia obvia. Luchar contra la exclusión, mejorar la calidad del hábitat, proteger los recursos naturales, facilitar acceso digno a la vivienda, son los ingredientes del mejor evento que se puede ofrecer a la gente. Como promete la Agenda Urbana Española “para hacer de nuestros pueblos y ciudades ámbitos de convivencia amables, acogedores, saludables y concienciados”. Siempre que ese programa se dote de recursos y no se quede en bellas palabras.

Me llega un mensaje con una imagen aérea de nuestra ciudad, “la mejor ciudad del mundo” según el mensajero. No va nada desencaminado, y no hay más que echar una mirada interior para descubrir el enorme potencial que tiene València para avanzar sin necesidad de recurrir a costosos eventos postizos. El conocimiento, el clima, el tamaño de la ciudad, sus recursos naturales, su patrimonio histórico, además de contribuir al bienestar y fomentar la autoestima y la cohesión entre sus vecinos, también son factores que pueden atraer actividad económica respetuosa con esos valores.

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