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A la unidad popular rogando y con el mazo dando

Simón Alegre

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La jugada de Ahora en Común parece tan magistral que podría extrañar que no hubiera surgido antes. Cierto es también que forma parte de la desesperación por la sistemática frustración de las expectativas de convergencia del espectro social rupturista. Y, como en política, dos más dos, rara vez, suelen sumar cuatro, también es previsible que pueda tener un efecto pernicioso, más que multiplicador. Al suelo, que vienen los nuestros (Pío Cabanillas dixit)!

Resulta, a todas luces, evidente que la concurrencia a los comicios por separado de Ahora en Común y Podemos supondría un tortazo de dimensiones históricas, por los efectos de la Ley Electoral. Además, una parte importante del target no lo perdonaría y podría caer en el desencanto. Es obvio que Ahora en Común nace por la cerrazón de Podemos a compartir mando en plaza del proyecto político rupturista español con otros actores. Desde algunos sectores (especialmente, Izquierda Unida), han intentado una confluencia con Podemos de todas las maneras posibles. Sus plegarias se están combinando con una certitud: las candidaturas populares en las que Podemos no abusa de la hegemonía formal, han funcionado, en líneas generales, mejor en las últimas elecciones que la marca de matriz madrileña.

El núcleo irradiador del mensaje de Podemos tiene una razón apabullante en desligar unidad popular de batiburrillo de partidos. Sin embargo, está comenzando a generar rechazo en sus caladeros naturales, debido a su escasa generosidad. De la misma manera que al liderazgo de Podemos no le agradan las componendas de partidos, es lógico también que numerosos potenciales votantes de esta fuerza no estén dispuestos a entregar un cheque en blanco a ningún Partido Único.

Son esas formas las que empiezan a soliviantar a internos y satélites. Iglesias critica a Garzón y le espeta que no va a solucionar sus cuitas de partido pequeño. El afán revanchista que supura el enconamiento hacia IU, toda vez que con una justificación teórica y práctica compartible, también es propio de un partido pequeño. Igual que desear su liquidación, como devolución del desprecio previo a las últimas Europeas. Cabría esperar que, en la confluencia que ciertos sectores de la izquierda (eufemismos a un lado, en este momento) ansían, tanto IU como el resto de actores deberían tener claro que a Podemos le corresponderían notables posiciones de liderazgo. Sería una manera de hacer justicia a su visión preclara como articuladores del espacio rupturista. Aparte de la suma transversal de las candidaturas populares, de IU se podría esperar una nada desdeñable suma de voto fiel (carnet en boca), la cual, quizás, podría ser clave para superar al PSOE. Aparte, ya afirmó, tiempo atrás, Iglesias que a Podemos le hacían falta cuadros comunistas. Lo que no tengo claro es qué ganarían determinados partidos periféricos adosándose a Podemos. Se centra el debate en la cuestión de los grupos parlamentarios cuando lo mollar estriba en la distorsión de espacios electorales (centro-periferia). La única comprensión posible ante un actor que también ha intentado penetrar en algunos de sus caladeros es la de arrancar compromisos respecto a la apertura, junto al PSOE, del melón del modelo territorial.

En definitiva, Podemos llega un tanto justo de gasolina para asaltar, por su cuenta y riesgo, sus ambiciosos objetivos. Si el debate se sigue centrando en términos de quid pro quo, quedarse a medio camino es un resultado previsible.

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