Vendedores de humo
Los norteamericanos tienen una expresión que siempre me ha hecho cierta gracia: Snake Oil Salesman. Vendedor de aceite de serpiente. Viene de los tiempos del lejano oeste y define, específicamente, a ese estereotipo de curandero mentiroso y manipulador que todos conocemos gracias a las películas. Un vendedor de humo.
La expresión me vino a la cabeza, por asociación automática, en cuanto leía sobre las declaraciones de Juan Roig a la Audiencia Nacional. El presidente de Mercadona estaba citado para declarar sobre las anotaciones en las libretas de Bárcenas que le atribuían significativas donaciones a la cúpula del PP.
Durante mucho tiempo Roig ha estado considerado el adalid de una nueva clase empresarial, activa, innovadora y dinámica. Una clase empresarial emprendedora capaz de convertir en oro todo lo que tocaba. En esa calidad de símbolo de un negocio imparable, como parece ser Mercadona, Roig se ha descollado a menudo con declaraciones lapidarias sobre lo que deberíamos hacer los españoles para salir adelante.
Ahora, sin embargo, esas declaraciones quedan un tanto en evidencia. En su momento Roig afirmó que había que incrementar la productividad, había tomar a los chinos como ejemplo y ponernos a trabajar como nunca. Porque debíamos pagar los años de vacas gordas en los que, según él, habíamos vivido por encima de nuestras posibilidades.
En su comparecencia ante la Audiencia Nacional el empresario ha negado taxativamente haber donado dinero al PP. Sólo, afirma, ha dado ciertas cantidades a FAES para contribuir al desarrollo del Think Tank. Aunque, teniendo en cuenta que, como se ha visto en el juicio, la propia fundación popular usaba ese dinero para financiar ilegalmente la campaña del PP, pagando a la trama Gürtel para organizar actos festivos ¿Quiénes eran los que vivían a todo trapo?
Es curioso que cuando Roig se ha puesto a dar consejos y recetas mágicas las opiniones siempre se han polarizado. Hay quien las idolatraba como propias de un gurú y quien, sencillamente las aborrecía. Sin llegar a esos extremos, son interesantes las reflexiones que hacía El Comidista hace cosa de un año y medio. Entonces el periodista le dedicó un excelente artículo criticando que tal vez Roig debería pasar menos tiempo pontificando y algo más tratando de hacer de Mercadona una empresa modelo en términos de sostenibilidad y de compromiso con su entorno más cercano. Y es que, mientras Roig clama porque los españoles nos arremanguemos y nos pongamos a trabajar aunque sea recogiendo naranjas, él llena sus lineales de productos cuyas materias primas se producen a miles de quilómetros de distancia. Eso no sólo tiene un coste ecológico enorme. Es que además hace que el tejido empresarial nacional se vaya al garete.
Obviamente Roig podrá decir que si los españoles quieren vender a Mercadona deben producir más y cobrar menos. Está en su derecho. Como también lo está en querer que su empresa genere el máximo beneficio. Las empresas no son ONGs. Se crean para ganar dinero. Y eso es muy digno. Lo que ya no lo es tanto es tratar de colarnos en sus lecciones recetas que, en realidad, sólo buscan engrosar su propia cuenta de resultados. Tal y como están las cosas estamos saturados de comprar tanto humo.