Moscas en casa: por qué vienen y cómo eliminarlas

Mosca peluda.

Jordi Sabaté

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Las moscas son un visitante frecuente de casas y pisos, que muchas veces suele quedarse a cenar… Y a dormir, e incluso a ver la tele, aunque ellas lo hacen de bastante más cerca que nosotros, ya que literalmente suelen pegarse a la pantalla. 

También son cariñosas en exceso y además de susurrarnos cosas al oído con el zumbido de sus alas, suelen acariciarnos las mejillas o la nariz con sus patas. Y si no, que se lo digan al vicepresidente de Estados Unidos Mike Pence, que tuvo una en la frente durante dos minutos en el último debate de candidatos para las elecciones presidenciales. 

En resumen, las moscas, todas las especies bajo las que recogemos esta denominación genuina, son una presencia incómoda, además de muchas veces poco higiénica, puesto que uno de sus platos favoritos es la materia orgánica en descomposición, mejor si es materia fecal. 

Como resultado de ello, transportan en las patas los restos de sus ágapes, que comprenden numerosos virus y enterobacterias. Blanco y en botella: bacterias de la caca. Si se nos posan en el labio o en los ojos, porque les atraen las mucosas, podemos imaginar que sus besos son todo menos puros. Para colmo de males, suelen defecar en techos y paredes, de modo que si su presencia se hace habitual en casa, terminaremos teniendo que pintar antes de tiempo.

¿Por qué se autoinvitan? 

¿Por qué vienen a nuestra casa y no a la del vecino? Ya nos hicimos la misma pregunta en el caso de las avispas y el de las cucarachas. Y la respuesta es la misma: se autoinvitan porque tenemos cosas sabrosas para ellas, ya sean alimentos dulces y fragantes en el caso de las avispas, ya suciedad escondida en sitios calientes y húmedos en el caso de las cucarachas. 

¿Qué es lo que enamora a las moscas? También la suciedad, en este caso restos orgánicos fermentándose y descomponiéndose, de ahí que les atraiga tanto el olor a vinagre. También les gusta el olor de fruta pasada o de carne en descomposición, y sobre todo el olor a heces fecales. 

El motivo es que se sirven de estas materias para poner sus huevos, de modo que las larvas tengan un alimento que les permita prosperar. Y por supuesto, detectan que en casa tenemos de estas materias por el olor que desprenden. 

Pero si tengo todo cerrado, ¿cómo lo huelen?

Otra cosa es el cómo entran en casa estas golosas de los detritos. Nunca tenemos todo cerrado, siempre hay un momento en que abrimos la puerta, o las ventanas del balcón, o tenemos pequeños espacios en las paredes o juntas de ventanas por donde les llega el aroma y consiguen colarse a la fiesta. 

Y también suele suceder que la fruta y la verdura que hemos comprado lleva ya huevos y larvas de mosca, ya que la higiene en supermercados, fruterías y verdulerías a veces no es la óptima. De este modo, mientras las ciruelas languidecen en el frutero, las larvas se hacen adultas y tal vez puedan ya comer del néctar que expulsa la ciruela o el melocotón demasiado maduro. 

Finalmente, si tenemos en la terraza o el balcón plantas y las hemos abonado recientemente con humus o incluso abono orgánico, es probable que los olores atraigan a las moscas y de ahí a entrar en casa hay solo un paso. Y lo mismo si traemos un hermoso ramo de flores -larvas incluidas-, que se marchitará tranquilamente en su jarrón. 

¿Cómo evitar que vengan? 

La primera premisa para que no vengan las moscas es muy clara: no dejar ningún alimento que pueda descomponerse o fermentar fuera de la nevera: fruta madura, carnes u hortalizas. Si no se pueden guardar en la nevera, las tendremos en un recipiente cerrado y vigilando que no suelten jugo. 

Tampoco dejaremos que se marchiten las flores en el jarrón, ni ningún otro material orgánico que se pueda descomponer y soltar agua. Por ejemplo, los culos de botellas de cerveza, o sobre todo de vino, que se quedan días en un reciclador sin tapa, fermentarán produciendo vinagre que las atraerá. 

Y lo mismo sucede si compostamos materia en casa, o bien si el cubo de los orgánicos no tiene tapa: los efluvios de la descomposición serán una gran tentación para ellas. Así que tendremos cerrado todo lo que huela a cal y canto. Y limpiaremos bien el suelo de la zona donde tenemos la basura. Podemos poner un papel absorbente de cocina debajo para que fije los jugos, pero deberemos cambiarlo periódicamente. 

¿Cómo echar a las que ya tenemos?

Si no queremos matarlas -aunque se morirán igual en pocos días- basta con abrirles la puerta, la ventana o el balcón para que se vayan… Otra cosa es que quieran irse, sobre todo si la casa sigue oliendo -para ellas- a rico detrito. Entonces nos tocará aplicar métodos de expulsión mediante olores repelentes para ellas. 

Un olor que no soportan es el de los ambientadores con bases florales y cítricas, así que un buen sistema preventivo es tener ambientadores en la cocina o allí donde vayan ellas. Por supuesto, una vez ambientada la casa, les abriremos puertas y ventanas. 

Otro sistema es hervir vinagre, de forma que se cree un vapor ácido que también les resulte agresivo y una vez el vapor se extienda, abrir las ventanas para que escapen. Sí: el vinagre en vapor al parecer las repele, pero hay que tener cuidado de que en el cazo no se queme el vinagre, porque entonces nos repelerá también a nosotros. 

Sistemas de exterminio 

El más sencillo es el bote de insecticida, pero también es el menos ecológico. Hay alternativas. Una de ellas es la trampa del vinagre, consistente en preparar un cuenco y llenar ¾ con vinagre y taparlo con un filme de plástico, donde haremos agujeros de pocos milímetros. Las moscas entrarán atraídas por el olor, pero no sabrán salir al no poder interpretar sobre la superficie transparente donde está el orificio. 

Otro truco es el embudo de la botella. Consiste en cortar una botella o una garrafa de agua por la mitad. En la parte de la base colocaremos agua con abundante azúcar disuelto y taparemos con la parte superior -sin tapón- vuelta del revés, a la manera de un embudo. Cuando el agua comience a fermentar atraerá a las moscas, que acudirán en masa y se deslizarán por el embudo, pero luego no sabrán salir. 

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