Qué puede hacer tu ayuntamiento para evitar la isla de calor el próximo verano

Isla de calor

Darío Pescador

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El verano de 2022 ha confirmado algo que ya sabíamos de forma intuitiva: cuando aprieta el calor, las ciudades se convierten en hornos, mientras que en el campo, a unos pocos kilómetros, la temperatura es algo más baja. ¿Por qué hace más calor en una gran ciudad que en el campo? La respuesta es un fenómeno denominado isla de calor urbana. La suma de varios elementos en la estructura y los materiales en una ciudad hace que el calor no se escape.

Las islas de calor urbanas se caracterizan por una temperatura mayor por la noche que las zonas rurales circundantes, algo que se puede medir sobre todo en invierno. La temperatura media anual en una ciudad de más de un millón de habitantes está entre 1 y 3°C más alta que su entorno, y por la noche, la diferencia con la periferia puede llegar a los 12 °C.

La causa principal de las islas de calor son las estructuras como edificios, calles y carreteras, que presentan una mayor superficie a los rayos del sol, y por ejemplo, en el caso del asfalto y los tejados, son oscuros, por tanto, absorben más calor del sol. Pero además, estas estructuras también son densas y liberan calor más lentamente, lo que hace que el calor se mantenga por la noche. A esto se suma el calor generado por el tráfico, los edificios y la industria.

Por ejemplo, Lagos, la capital de Nigeria, con 21 millones de personas, es una de las mayores megaciudades del mundo y una de las más densamente pobladas. El cambio climático amenaza la vida en la ciudad con olas de calor y problemas en el suministro de agua. Pero además, la propia ciudad de Lagos está contribuyendo al calentamiento global porque es una de las mayores islas de calor urbanas del planeta. 

En los paisajes naturales ocurre al revés, ya que los bosques hacen que el suelo absorba menos calor, y las masas de agua como lagos y ríos liberan calor rápidamente y contribuyen a refrescar el aire por la noche. Esto nos da la pista de qué hacer para evitar que nuestras ciudades se conviertan en hornos.

Así te asa tu ciudad  

En una isla de calor urbana hay varios factores que contribuyen a calentar el aire y elevar la temperatura media:

  • El asfalto y los tejados: se trata de materiales de color oscuro y densos, que absorben más radiación del sol y la liberan más lentamente.
  • La falta de vegetación: las plantas refrescan el ambiente por la noche por el efecto de la evaporación del agua que contienen, y además los árboles producen sombra, que evita que el suelo se caliente en exceso.
  • No hay corrientes de aire: los edificios de las ciudades bloquean y dispersan el viento, lo que hace que el aire se quede atrapado en el área urbana y siga recalentándose.
  • La contaminación atmosférica, visible en muchas ciudades como un manto de color pardo, atrapa la radiación solar y evita que se disipe el calor. 
  • Las máquinas que producen calor, sobre todo los automóviles y las fábricas, sumados al aire acondicionado, aumentan la temperatura del aire. 

Las consecuencias de las islas de calor son muy graves para el planeta, pero también para la salud y el bolsillo de las personas. Una temperatura 3ºC por encima de lo normal obliga a un consumo mucho mayor de energía para refrigerar casas y edificios públicos con aire acondicionado, y un aumento de la contaminación. Las altas temperaturas producen malestar general, agotamiento, pérdidas de horas de trabajo e incluso muertes por golpes de calor.  

Pero además, el calor de la ciudad también afecta al entorno natural cercano. Las aguas recalentadas de las ciudades vierten en los ríos, aumentando su temperatura y destruyendo sus ecosistemas.

Qué debería estar haciendo tu ayuntamiento

La planificación urbana es una herramienta fundamental para evitar el efecto de isla de calor. Poco pueden hacer los ciudadanos, más allá de aprovechar subvenciones y mejorar los edificios de su comunidad. La responsabilidad, y la mayor capacidad de actuación, la tienen los gobiernos municipales.  

  • Aumentar la cobertura de vegetación: la vegetación es una de las principales defensas contra el calor. La proliferación en Madrid y otras ciudades de España de plazas y avenidas sin arbolado agrava la situación. 
  • Planificación urbana sostenible: en la creación de nuevos barrios y urbanizaciones, todo, desde los puentes y carreteras hasta la orientación de los edificios y su limitación en altura puede optimizarse para mitigar el calor, favorecer las corrientes, reducir el tráfico y el consumo de energía.
  • Arquitectura bioclimática: los edificios públicos con coberturas verdes o reflectantes sirven para mitigar el efecto de isla de calor y además reducen el consumo de energía y agua en el edificio. 
  • Pavimento fresco: se han desarrollado nuevos tipos de asfalto y pavimento para aceras de colores claros, porosos, que absorben el ruido y reflejan la radiación solar.  
  • Corredores verdes: en lugar de conectar partes de la ciudad con autopistas, los corredores verdes son infraestructuras lineales cubiertas de vegetación que favorecen el uso de bicicletas y otros transportes no contaminantes, y que además tienen otros usos sociales, culturales o deportivos. 
  • Movilidad sostenible: reducir el tráfico y el uso del automóvil privado es una de las medidas más efectivas, no solo contra la contaminación, sino para evitar el calentamiento de la ciudad. Los ayuntamientos deben promover la construcción de carriles bici, bicicletas urbanas y otros sistemas de movilidad como servicio (MaaS).

¿Quién paga todas estas inversiones? La respuesta lógica es que deben pagar quienes más calientan y contaminan. Los impuestos verdes que gravan las emisiones de CO2 pueden reinvertirse en hacer las ciudades menos contaminantes y más frescas. Si tu ayuntamiento no está haciendo nada de esto, quizá sea el momento de demandar que lo haga.

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