Catorce restaurantes que están montados en lugares inverosímiles

Restaurante en un acantilado

Elisabeth G. Iborra

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No es fácil encontrarlos, pero merece la pena buscarlos. Porque son como pequeñas joyitas escondidas en distintas localidades, en lugares estrambóticos donde nunca pensarías que alguien podría poner un epacio gastronómico. 

Motivos hay varios: por reconversión, respetando todo o parte de la decoración original; porque el local les venía bien o porque era una solución práctica, como en el caso de los contenedores o las naves industriales; o porque decidieron liarse la manta a la cabeza y ser originales, ahí, debajo de un puente. El caso es que son bonitos y/o curiosos y, además, se come de maravilla, así que, adelante, a escoger.

Los que respetan el original 

6Q, Restaurant Modernista: este palacete de estilo modernista en la riera principal de Canet de Mar, diseñado y construido por Lluís Domènech i Montaner, era la casa de veraneo de una familia de la burguesía catalana cuyas habitaciones ahora albergan comedores privados.

También puedes comer en la sala de la cúpula, en su capilla, en la salita del té o en el comedor principal, con suelos de mosaico, balconada y altas cristaleras. La carta es top, pero con su menú por 24 euros gozas de sobra.

Ferretería Restaurante: comienza su andadura en 2015 cuando su fundadora, María Antonia Escapa, decide que en la ferretería de Atocha 57 -que, por su interiorismo, se puede considerar patrimonio histórico y cultural de Madrid- abriría un restaurante que reuniera historia, arte y gastronomía.

Bodegón Casa Chico: en una antigua ferretería en Santiago de Compostela, restaurante que mantiene parte de la decoración de la ferretería que albergó el local desde 1858. Especializado en cocina gallega, el pulpo de las rías es su plato estrella.

Bar Pollería San Pablo: primero había una pollería y, cuando el barrio histórico de El Gancho de Zaragoza empezó a despuntar, un par de jóvenes respetaron la decoración y hasta el mostrador, pero lo convirtieron en un bar donde, realmente, podrás comer de todo menos pollo.

Talleres Palermo: después de 20 años abandonado, este taller de carpintería que parece un mercado callejero de muebles usados, con trabajos impresos en sus paredes y maquinaria antigua, se reinventó en 2018 para crear un espacio de coworking y creatividad en Las Palmas de Gran Canaria.

El bar es el epicentro, un lugar lleno de vida, con un montón de rincones por descubrir, pinchadas y música en vivo, teatro y performances. Además de su comida street food, organizan restaurantes efímeros y talleres. 

Restaurante La Fábrica: en Cuevas del Almanzora, Almería, es el restaurante en el que Juan Alonso Pérez Márquez convirtió unas oficinas de la suministradora de luz, que se conocía como la fábrica, y que también fue consultorio médico.

Ahora es una preciosa finca con una terraza con vistas espectaculares y, para subir a comer, hay que pasar por la cocina, donde hacen gastronomía innovadora de temporada con productos autóctonos.

La Curiosa, en Mansillas de las Mulas, en pleno Camino de Santiago, en León, es una cafetería-restaurante montada en una antigua botica, de hecho, conserva las estanterías donde los medicamentos han sido sustituidos por bebidas y el piso de madera de aquella que cruje. 

De coches a comida

Parking Sótano: Berta Bernat y Marcos Armenteras, los dueños de Parking Pizza y Parking Pita de Barcelona, abrieron este steak house con una parrilla para servir exquisitos entrecots en un sótano con patio de luces, cocina integrada en el comedor y una decoración que te hace olvidar que estás bajo tierra. Allí mismo te puedes pedir las pizzas con las que empezaron su trilogía.

Gente Rara: de cómo convertir un antiguo taller mecánico en el restaurante más solicitado de Zaragoza. Aquí no pagas por la decoración pues no es más que un comedor de estilo industrial, aunque te pasan por distintos puestos a la hora de disfrutar de su cocina de origen, de producto Km0, de economía circular hasta en la vajilla y con las técnicas de alta gastronomía de Cristian Palacio y Sofía Sanz. 

La cochera del abuelo: en la antigua cochera de una casa del siglo XIX, Cinta Romero y el chef Bosco Benitez montaron este precioso bistro desenfadado, decorado como si hubieran bajado los muebles de la casa de sus abuelos, con mucho gusto y mimo. Elaboran una cocina de producto que ha triunfado en Sevilla por un servicio superprofesional. 

Desguaces La Torre: aparte de un desguace de Leganés, los propietarios tenían el sueño de montar una cafetería-restaurante para que sus clientes pudieran refrescarse en verano o tomarse un caldito caliente en invierno. Y llevan ya varios años poniendo raciones en la cafetería, además de menús a 12 euros con cuatro opciones por plato y, los martes, incluye arroz con bogavante. Por eso, muchos se acercan al desguace únicamente para comer.

Los que están en sitios inverosímiles

Bar El Puente Río Seco: se llama así porque está, literalmente, debajo de un puente en la localidad malagueña de Rincón de la Victoria y se pone siempre a tope porque ofrece pescados fritos, a la plancha y a la brasa, con el aceite limpio, que es mucho más importante que estar a pie de playa para varios paisanos.

La Balma: bonito restaurante sito en una cueva en el Santuario de la Virgen de la Balma, en Zorita del Maestrazgo, Castelló, al lado de Aguasvivas. Una belleza de paisajes a la vista mientras comes un menú económico con entrantes y multitud de carnes a escoger.

En contenedores o naves

La Fábrica de Hielo: un espacio creativo independiente ubicado en un contenedor en la Playa del Cabanyal, dedicada a la creación y la difusión artística que busca dotar de una nueva perspectiva a la oferta cultural y de ocio en Valencia con música, danza, circo, literatura, cine, artes plásticas, arquitectura, teatro, etc. Y, para comer, picoteo, bocadillos y hamburguesas. 

La Casa del Mar: en esta nave industrial de la playa de la Patacona, en Valencia, una vez que cruzas las puertas de más de cinco metros de altura, te recibirá la Zona Surf, el hall para alternar. El corazón es la Cantina, más de 500 m2 con una decoración íntima y orgánica donde podrás probar su propia cocina con una carta elaborada para todo tipo de alternativas culinarias, mientras disfrutas presentaciones, proyecciones culturales, conciertos y memes. 

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