Por qué es muy mala idea cortar el pelo a tu perro (en invierno y en verano)

Foto: Lilly M.

Eva San Martín

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La vida sería más fácil con pelos y a lo loco. Y si no pregunta a tu perro, que sabe bien que su pelo desempeña una función importante, más allá de motivos estéticos: le protege del frío y del calor. Y asegura que su piel se mantenga en buen estado. Escapa la tentación, y deja que tu amigo luzca su melenón natural.

¿Pensando en cortar el pelo a tu perro? No lo hagas. Salvo que se trate de un recorte de puntas, dejar a tu amigo sin su pelambrera no resulta buena idea. El motivo: sea cual sea la longitud y la composición del manto canino, este le proporciona una protección natural y es su mejor aislante natural, ya que le protege tanto del frío como del calor. “De hecho, para algunos perros, como el labrador o el pastor alemán, el corte de pelo está completamente contraindicado; y más aún el rasurado”, explica el veterinario Miguel Seco.

Rizada, larga, corta o lanuda, las cualidades de la melena perruna van mucho más allá de la estética. Crea cámaras de aire entre el pelo, que actúan como compartimentos aislantes, de baja conductividad térmica, que impiden que tanto el frío como el calor se transmitan y lleguen a su piel, por lo que protegen su cuerpo. El no va más en abrigos perrunos. Salvo excepciones veterinarias, afirma Seco, “no hay que cortar el pelo del perro: el cepillado frecuente y deslanar, es decir, quitar el pelo muerto, constituyen el mejor cuidado para mantenerlo sano”.

¿Y si el perro tiene nudos?

Nudos y enredones aumentan la tentación de pedir cita con el peluquero canino. El problema: si tu compi de cuatro patas tiene un pelo duro o de doble manto (es decir, una capa de pelo interna lanuda y otra gruesa de revestimiento) cortárselo puede alterar su ciclo de crecimiento natural. Hará que aparezcan calvas, e incluso que no le vuelva a crecer.

Es lo que se conoce como síndrome del perro esquilado: un problema más frecuente en las razas nórdicas, como el husky, el malamute o el samoyedo. Pero no en exclusiva: también lo sufren el labrador, el pastor alemán o el belga, así como los perros con manto afelpado, como el pomerania o el chow chow. El resultado: tras el corte con maquinilla, el pelo se debilita. En el peor de los casos, tarda meses en recuperarse o no vuelve a salir nunca.

Cuándo sí hay que cortar la melena al perro

Dejémoslo claro: en general, el corte de pelo perruno solo está justificado por motivos de salud. Por ejemplo, si aparece una infección de piel por hongos o una dermatitis, y el veterinario así lo aconseje para facilitar su tratamiento. Aunque a veces no hace falta siquiera esquilar; basta con aligerar o recortar parte del manto, y bañar a tu perro con el champú terapéutico que le recomiende su doctor.

En otros casos, el corte es por higiene, porque el manto está muy desaliñado o hay tantos nudos que no queda otra solución que sacar la tijera. Culpa nuestra: por descuidar el cepillado. Pero “siempre hay que dejar una capa de pelo protectora, de unos dos centímetros: así la piel seguirá a resguardo”, advierte el veterinario. Además, el pelo también les protege del sol, sobre todo si tienen la piel rosita: sin esta capa protectora peluda pueden quemarse y sufrir erupciones cutáneas.

Otras veces cortamos el pelo al perro por pura comodidad. O lo hacemos por motivos estéticos. “Pero incluso cuando se trata de un yorkshire o un bichón, un terrier o un mestizo similar, al que el pelo le crece todo el año, el corte debe ceñirse a las puntas”, señala Seco. Es decir: nunca rapados drásticos, mucho menos durante el invierno, de octubre a febrero. La receta de la felicidad peluda: cepillar y, como mucho, cortes de puntas cada dos o tres meses. La vida melenuda, la vida mejor. ¡Guau!

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