Así se hacen las verdaderas patatas a la importancia, un plato que a pesar de su nombre es humilde
Hay platos que engañan por su nombre. Las patatas a la importancia suenan a receta solemne, a mesa de domingo y mantel bordado, pero su historia cuenta justo lo contrario: nacieron como un plato humilde, un recurso de la cocina de interior para transformar un ingrediente barato en un guiso reconfortante. Con el tiempo, el plato viajó de casa en casa, se enseñó en escuelas de hostelería y terminó convirtiéndose en una de las preparaciones más representativas de la cocina castellana. Hoy forma parte de esas recetas que parecen sencillas, pero que esconden una serie de técnicas fundamentales: rebozar, freír y guisar sin prisa.
En muchas zonas del norte peninsular —sobre todo en Palencia y en el entorno del Alto Campoo— la receta se transmitía casi de memoria. Las familias la repetían una y otra vez para convertir la patata, tan cotidiana como necesaria, en el centro del plato. Y ahí reside parte de su encanto: es un guiso de patatas que nunca fue pensado como guarnición, sino como comida principal.
Un origen popular que convirtió a la patata en plato principal
Antes de que las patatas a la importancia se extendieran por media España, la patata era el comodín de las cocinas humildes: alimentaba, llenaba y resistía cualquier técnica. Pero en Palencia aprendieron a darle un giro inesperado. En lugar de hervirla, asarla o acompañarla de carne, la transformaron en un bocado rebozado, delicado y lleno de sabor. El truco estaba en cambiar su papel tradicional: dejar de ser acompañamiento y convertirse en protagonista.
Ese gesto —envolver la patata en harina y huevo— era una forma de dignificarla. El rebozado no solo aporta textura, también actúa como una barrera que permite que la rodaja mantenga su forma mientras se guisa. Es ahí donde aparece la verdadera identidad de este plato humilde: un guiso capaz de convertir lo cotidiano en extraordinario. Y aunque su origen es rural, hoy las escuelas de cocina lo utilizan como ejemplo perfecto de cómo un buen proceso puede elevar un ingrediente modesto.
En la cocina castellana, donde las recetas se basan en el aprovechamiento, este plato se ha mantenido intacto durante generaciones. Quizá porque no necesita nada más que tiempo, un sofrito honesto y una buena sartén.
Ingredientes
- Patatas 800 g
- Huevos 2
- Cebolla 100 g
- Dientes de ajo 2
- Aceite de oliva virgen extra 45 ml
- Vino blanco 125 ml
- Azafrán 0.5 g
- Perejil fresco
- Sal al gusto
Paso a paso: preparación de las patatas a la importancia
- Preparar las patatas. Pela, lava y corta las patatas en rodajas de aproximadamente un centímetro. Sazónalas con un poco de sal.
- Rebozado clásico. Coloca harina en un plato y bate los huevos en otro. Pasa cada rodaja primero por harina y después por huevo.
- Fritura inicial. Fríe las patatas en aceite caliente hasta que queden selladas y ligeramente doradas. Sácalas con cuidado para que el rebozado no se rompa y resérvalas.
- Majado aromático. En un mortero, machaca los dientes de ajo con el azafrán, el perejil y una pizca de sal. Te quedará una pasta aromática que será la base del guiso.
- Sofrito lento. En una cazuela, calienta unas cucharadas de aceite. Rehoga la cebolla muy picada hasta que empiece a dorarse. Añade una cucharada de harina y remueve.
- Incorporación del majado. Añade el majado al sofrito y mezcla para que se integre bien con la cebolla.
- Vino y caldo. Vierte el vino blanco y deja que el alcohol se evapore. Después, añade el caldo necesario para cubrir las patatas más adelante.
- Cocción final. Coloca las patatas rebozadas dentro de la cazuela, con cuidado para que no se rompan. Cocina a fuego suave durante unos 30 minutos. Mueve la cazuela con movimientos cortos y circulares para evitar que se pegue.
- Listas para servir.
Un plato que sacia, reconforta y funciona mejor recién hecho
Las patatas a la importancia han sobrevivido en la tradición culinaria por algo más que nostalgia. Funcionan. Son un plato que llena, abriga y tiene ese punto de sabor profundo que solo los guisos lentos consiguen. Recién hechas, conservan el equilibrio perfecto entre la capa exterior —ligeramente crujiente gracias al rebozado y la fritura previa— y el interior tierno que ha absorbido la salsa.
Aunque el plato nació como receta principal, hoy también se utiliza como acompañamiento de carnes o pescados. Pero donde realmente despliega toda su esencia es en el centro de la mesa, servido caliente y sin dejar que se enfríe. Su sencillez es su fuerza: no buscan llamar la atención, solo hacer bien lo que prometen.
Como ocurre con muchos platos de la cocina castellana, su secreto no está en innovar, sino en respetar el proceso. En entender que un plato humilde puede emocionar si se trata con cuidado. Y en aceptar que hay recetas que no necesitan florituras para mantenerse vivas durante generaciones.
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