Los seres humanos hacemos la historia en condiciones independientes de nuestra voluntad.
La cacería contra Mónica Oltra
El martes me llamó Marco Schwartz para preguntarme si podía escribir un artículo sobre Mónica Oltra. Le acababa de enviar el que ha salido este jueves, Comisiones de Investigación Paralelas, y no tenía tiempo esa tarde para escribir nada más. Los lectores tuvieron la fortuna de que fuera Joaquín Urías quien ocupara el espacio que habría ocupado yo. Monica Oltra y el escándalo del 'lawfare' dice lo que yo hubiera dicho, pero mejor de lo que yo lo hubiera hecho. Una de las cosas más bonitas que tiene la enseñanza en general y la universitaria en particular es comprobar que los que fueron tus alumnos acaban haciéndolo mejor que tú.
Tras la lectura del artículo de Joaquín no pensaba escribir sobre el caso Oltra, una “causa hueca” en la que “no se ha acreditado ni al nivel propio de los indicios que cualquier persona recibiera orden o consigna” para tapar los abusos a una menor. En lugar de un proceso judicial, “hubo cacería política, destrucción personal y daño de difícil reparación”. Son palabras de Pilar Velasco. Es difícil encontrar un caso más inequívoco del lawfare, que, como todo el mundo sabe, en España no existe.
Ha sido la continuidad de la cacería después del archivo de la causa lo que me ha hecho cambiar de opinión. Mónica Oltra, por lo visto, ha tenido mucha suerte con que se la imputara, porque así ha podido defenderse y ha podido dejar su nombre limpio más allá de toda duda razonable. En lugar de quejarse, debería estar agradecida a quienes la acusaron. Y a quienes opinaron en los diferentes medios de comunicación sobre lo pertinente de dicha acusación. No la estaban persiguiendo políticamente, sino dándole la ocasión de defenderse.
Según este relato, también la sociedad española puede estar de enhorabuena porque ha podido ser testigo de un comportamiento irreprochable de su sistema de administración de justicia. Lejos de suponer un caso de lawfare, nos encontramos ante un asunto en el que no ha habido ni un solo elemento que se aparte de lo que tiene que ser el funcionamiento de la justicia en un Estado de Derecho. El caso de Mónica Oltra debería contribuir a devolvernos la confianza en un poder judicial español injustamente maltratado.
Sin embargo, las circunstancias reales del caso son bien distintas y han sido retratadas con detalle en la crónica de Lucas Marco: Las acusaciones ultras contra Oltra: del “me la voy a follar sin tocarle un pelo” al sobreseimiento por falta de indicios y también La ultraderecha se disputa el trofeo de la ofensiva judicial contra Oltra. Nadie puede llamarse a engaño. La cacería contra Mónica Oltra se ha desarrollado a la vista de todos. Los protagonistas de la cacería se han ufanado de su comportamiento. Y se han visto jaleados por numerosos columnistas y tertulianos en diferentes medios de comunicación. El caso ha podido tener el recorrido judicial que ha tenido porque en España, desafortunadamente, hay instancias judiciales que lo hacen posible. Que después de dicho recorrido todavía se pretenda continuar la prolongación del mismo, disfrazándola, además, de operación purificadora de la democracia, es lo que resulta, al menos para mí, literalmente insoportable.
En España se escriben muchos artículos y se expresan muchas opiniones miserables. Cuando Juan Luis Cebrián el 11 de septiembre de 2021, en La degradación del panfleto, hizo uso de mi nombre no para atacarme a mí, sino para atacar subrepticiamente a elDiario.es como “uno de los diarios digitales más obsecuentes y sectarios de los muchos que pueblan el ciberespacio hispano”, le contesté al día siguiente, La degradación de la crítica, que “lo de sectario es una opinión subjetiva y en cuanto tal inverificable. Pero lo de obsecuente no lo es. El Diccionario de la RAE define obsecuente como 'obediente, rendido o sumiso'. ¿Cómo pudo decir Cebrián en El País sin que se le caiga la cara de vergüenza que este periódico es 'obediente, rendido y sumiso'? ¿Dónde empieza y acaba la degradación de la crítica?”.
La misma sensación de repugnancia siento ahora al leer artículos y escuchar tertulias que exaltan el archivo de la causa de Mónica Oltra como un triunfo de la justicia y la democracia, tras haber participado en su cacería y someterla a un calvario indignante.
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