Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.
2013: el año que no acabó en Brasil
Junio de 2013. Miles de personas toman las calles de varias ciudades de Brasil pidiendo la reducción en la tarifa del transporte público. Los empresarios habían pedido un aumento para seguir prestando los servicios. El resultado, como ya era costumbre años anteriores, iba directamente al bolsillo de la población.
En Sao Paulo, se anunció un reajuste de casi 7% en los billetes de trenes y autobuses, aumentando de 3 a 3,20 reales. Un valor correspondiente al 22,6 % del salario mínimo vigente en la época, considerando apenas trayectos de ida y vuelta al trabajo.
Contrarios al aumento, colectivos independientes basados en la horizontalidad, apartidismo y consenso convocaban actos públicos para el 7 de junio de 2013. Las manifestaciones no tardaron en extenderse por Brasil. Fueron innumerables solamente al inicio de junio, todas marcadas por la truculencia de la policía.
La represión llegó a tanto que las personas eran detenidas por llevar vinagre, usado para disminuir el efecto del gas lacrimógeno. Un caso inolvidable no solo por el exceso y sí porque sigue hasta hoy es de Rafael Braga. Braga vivía en la calle y salía de donde dormía cuando fue abordado por dos policías. Trabajaba limpiando cristales de coches y llevaba consigo lejía y desinfectante. El motivo fue suficiente para ir a la cárcel, de donde no salió más. Fue condenado a 5 años de reclusión porque, según la policía, los botes iban a ser empleados en la fabricación de un cóctel molotov. Negro, pobre y sin ninguna relación con movimientos sociales, fue el único condenado, entre centenares de detenidos, la mayoría blancos y de clase media.
A pesar de los casos y relatos que demostraban los excesos de la policía militar, los periódicos llenaban sus portadas con “vandalismo”, “lío” y “disturbios”. Arnaldo Jabor, comentarista político del medio más influyente de Brasil, la Red Globo, atacaba a los integrantes llamándolos 'tontos' y 'analfabetos políticos'.
Siete días después de la primera declaración, Jabor abría su columna de opinión diciendo que se había equivocado. En una clara tentativa de ignorar las reivindicaciones por el transporte público y hacer surgir una revuelta contra el gobierno, decía: “Quedó claro que el Movimiento Passe Livre mostró una inquietud que faltaba hace mucho en el país, pues desde el 92 faltaba el retorno de algo como los caras pintadas, los jóvenes que derrumbaron al presidente”.
Jabor se refería al movimiento que puso fin al mandato de Fernando Collor de Melo en 1992. Collor utilizó cuentas opacas para recibir dinero para la campaña electoral, además de congelar de manera arbitraria los ahorros de los ciudadanos. La referencia a “los cara pintadas” no fue en vano.
El mismo día, el periódico 'Folha de Sao Paulo' hacía el siguiente afirmación en el editorial: “cambia el clima político en el país; el Gobierno de Dilma no tiene respuestas para la inflación ni para salud, educación, seguridad y transportes”. Con el mismo tono de Jabor de 'el pueblo no aguanta más este Gobierno federal ineficiente'.
Lo que antes pedía por el pase libre, a partir de 20 de junio de 2013, pasa a ser como la final de un mundial. Personas de 'verde y amarillo' eran escoltadas por la policía y salían a las calles con reivindicaciones generales, como el fin de la corrupción. La onda nacionalista siguió hasta la aprobación del inhabilitación de Dilma, el pasado miércoles, cada vez con un carácter más racista, misógino y reaccionario, algunas manifestaciones llegaban a pedir la vuelta de la dictadura militar.
La falta de credibilidad del PT tanto para la izquierda como para la derecha puede ser una de las claves que favoreció este escenario: la izquierda por sentir que el PT le dio la espalda al aliarse con terratenientes, banqueros y grandes constructoras, frenando 14 años de reivindicaciones históricas, como la reforma agraria, por ejemplo. La derecha porque jamás lo vio como verdadero aliado, aprovechando la baja popularidad y apoyo político para dar un ‘golpe parlamentario’.
Poco después del anuncio del “impeachment” de Dilma, miles de personas salieron a las calles. Las protestas siguen. Al grito de ‘Fuera Temer’, piden la salida del recién nombrado presidente Michel Temer, del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB). Grupos como 'mujeres contra Temer' encabezan las convocatorias en el país. La policía, como en junio de 2013, también vuelve con su política de represión.
Varias dudas surgen en este escenario. ¿Volverá el PT a sus orígenes de carácter combativo y revolucionario? ¿Volverá a sus bases o seguirá aliándose con los mismos partidos que lo traicionaron? ¿Cómo será la respuesta de la extrema derecha ante las manifestaciones anti-Temer? ¿Conseguirá la izquierda la articulación necesaria para hacer crecer las manifestaciones sin una despolitización del debate? ¿Aguantará Michel Temer el peso de las calles sobre su gabinete?
En el libro '1968: El año que no terminó' el escritor y periodista Zuenir Ventura habla sobre los momentos convulsos que marcaron el 68. Año que entró para la historia como un momento de intensas manifestaciones contra los regímenes autoritarios, principalmente en América Latina.
Delante del crecimiento de la derecha y extrema derecha y la vuelta de la represión a las calles, nos queda preguntar ¿estará junio de 2013 volviendo o será que nunca acabó en Brasil?
¿Es golpe o no es golpe?
El solicitud para destituir a Dilma Rousseff se aceptó el 2 de diciembre de 2015 por el expresidente de la Cámara de los diputados, Eduardo Cunha (PMDB). Curiosamente en el mismo día que el Consejo de Ética, con el apoyo del PT, decidió seguir las investigaciones de corrupción que caían sobre Cunha.
Justificando el “impeachment” en ‘Dios’, en la ‘familia brasileña’ y en los ‘hijos’ - todo, menos el crimen de ‘responsabilidad fiscal’ del que era acusada – los diputados dieron continuidad al proceso, dejando la decisión final al Senado. En pasado miércoles, fue confirmada la salida de Rousseff de la presidencia.
Vestida de rojo, al lado de ministros, senadores y simpatizantes Dilma afirmó una vez más su inocencia: 'el Senado Federal tomó una decisión que queda para la historia de las grandes injusticias. Los senadores que votaron por el “impeachment”, escogieron rasgar la Constitución Federal’, dijo en su discurso de despedida.
También resaltó el fuerte carácter parcial de los senadores y la intención de trabar a la mayor investigación de corrupción de la historia de Brasil, la 'Lava Jato'. Según la web Excelencia, de los 81 senadores, más de la mitad (55,6%) tienen que presentarse a tribunales. De los 61 que votaron a favor de la destitución, 41 han sido citados por la justicia por crímenes variados, como de responsabilidad fiscal, falsedad documental, crimen electoral y organización criminal.
La salida de Dilma beneficia directamente a su sucesor, Michel Temer. Aunque citado como beneficiario en la trama Lava Jato, el actual presidente no podrá ser juzgado por delitos anteriores a su mandato actual.
Al contrario de lo que mucha gente piensa, Dilma no fue citada por la operación. Lo que puso fin a su gestión fue el supuesto delito de responsabilidad fiscal. Fue acusada de 'pedaladas', 'drible' económico por retrasar el pago del Tesoro Nacional a los bancos, intentando engañar al mercado financiero. Otra acusación fue la de alterar presupuestos sin autorización del Congreso.
Apenas dos días después del “impeachment”, fue aprobada la ley Nº 13.332 que legitima la práctica por la cual Dilma fue condenada.
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Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.
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