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Sobre este blog

Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.

¡Arrestad a Kissinger!

Kissinger, junto a James Baker, en la celebración por el 25º aniversario de la caída del Muro de Berlín.

Wolfgang Kaleck

“¡Arrestad a Kissinger!” figuraba en los anuncios que aparecieron en 2012 en los tres diarios de Berlín, el Tagesspiegel, el Berliner Zeitung y el Tageszeitung (taz). Una iniciativa artística conjunta del artista chileno Alfredo Jaar y de nuestro Centro Europeo por los Derechos Constitucionales y Humanos. El anunció se publicó no solo en alemán y en inglés, sino también en español, vietnamita, khmer, portugués y tetum, o sea, en las lenguas de los países donde grandes grupos de población tuvieron que pagar el precio de la Realpolitik ejercida por el entonces secretario de Estado de EE.UU., Henry Kissinger, el cual aún hoy sigue cosechando grandes alabanzas.

La obra de Jaar, conocido mundialmente, se centra sobre todo en la dictadura de Pinochet y en su país natal. Al principio figura una fecha: el 11 de septiembre de 1973, el día en que las fuerzas aéreas de los golpistas comenzaron a bombardear el Palacio de La Moneda en Santiago de Chile. Una fecha que hasta hoy encierra un enorme significado no solamente para la sociedad chilena de entonces, sino para toda Latinoamérica y para todas las personas de izquierdas. Representa el momento en que los Estados occidentales expresaron mediante el uso de la violencia que no estaban dispuestos a aceptar a Salvador Allende, un socialista elegido como presidente en unas elecciones libres y democráticas.

En la memoria de Latinoamérica la fecha del 11 de septiembre representa desde entonces el acto de la dominación de EE.UU. por antonomasia. Naturalmente, desde el 11 de septiembre de 2001, este día está relacionado, sobre todo, con los ataques de Al Qaeda en Nueva York y Washington. Se trata, por tanto, de un doloroso acto de imperialismo lingüístico, ya que los latinoamericanos perciben que el 11 de septiembre de 1973 se califica más bien como el once de septiembre menor.

En “Buscando a Kissinger” Jaar cita un extracto de un diálogo entre Kissinger y su presidente Richard Nixon, grabado el 16 de septiembre de 1973 y posteriormente dado a conocer, en el que hablan del golpe de Estado que había tenido lugar en Chile cinco días antes:

P: Hola, Henry.

K: Buenas tardes, señor presidente.

P: ¿Dónde estás, en Nueva York?

K: No, estoy en Washington, trabajando. Quizás vaya a ver un partido de fútbol esta tarde si salgo a tiempo.

P: Muy bien. Es el estreno de la temporada. Mejor que ver la televisión… ¿Hay alguna novedad destacable?

K: Nada de gran importancia. El tema de Chile se está consolidando y, por supuesto, la prensa está que arde porque se ha derrocado a un gobierno procomunista.

P: ¿Acaso eso no es algo?

K: Ya, pero en la época de Eisenhower, en lugar de estar celebrándolo, nosotros seríamos héroes.

Las consecuencias del golpe militar, al que EE.UU. apoyó prestando deliberadamente su ayuda, son conocidas de todos: miles de muertos, miles y miles de personas torturadas y obligadas al exilio, y la democracia en Chile destruida por décadas. “Nothing of very great consequence”, o sea, nada de gran importancia, ese fue entonces el parecer de Kissinger, que hasta hoy sigue siendo muy bienvenido en los grandes eventos y en muchas redacciones, la última vez en la del Spiegel.

La Universidad de Bonn y el Ministerio de Defensa alemán fueron aún más lejos y en marzo de 2014 crearon una cátedra que lleva el nombre del criminal de guerra. Sí, así lo llamo, aunque desde el punto de vista jurídico se le considere inocente. No ha sido castigado, y prácticamente no se le ha perseguido. Las leyes vigentes en el momento de los hechos no autorizaban la persecución penal internacional, que hoy sí es posible. En ningún sitio se llevaron a cabo investigaciones para esclarecer su contribución a los hechos. Y en EE.UU. ese tipo de procesos penales contra las personas con poder de sus propias filas sigue siendo tabú hasta el día de hoy.

Por lo tanto, ¡Arrestad a Kissinger! seguirá siendo más bien una reivindicación simbólica. Sin embargo, la sentencia pronunciada contra el expresidente liberiano Charles Taylor es muestra de lo que les puede pasar a los Kissingers modernos. Charles Taylor es considerado por su activo apoyo a la milicia rebelde de Sierra Leona como partícipe en los delitos contra los derechos humanos cometidos y debe responder ante un tribunal de las Naciones Unidas.

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Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.

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