Un premio que debe dar protección

Esta semana la mexicana Alejandra Ancheita ha sido galardonada en Ginebra con el Premio Martin Ennals. Este premio se concede cada año por diez grandes organizaciones de derechos humanos, entre las que se encuentran Amnistía Internacional y Human Rights Watch. Su objetivo no es solamente honrar a valientes defensores de los derechos humanos, sino también darles a conocer para incrementar así su seguridad personal.

Para la abogada Cao Shunli de China, que también estaba nominada este año, este apoyo llegó, sin embargo, demasiado tarde. En marzo de 2014, pocos días después de que se diera a conocer su nominación, fallecía debido a las consecuencias de su encarcelamiento. Cao Shunli estuvo en prisión por haber dirigido duras críticas a China ante Naciones Unidas.

El abogado de Bangladesh, Adilur Rahman Khan, que también estaba nominado y fue homenajeado esta semana, estuvo el año pasado dos meses en prisión entre otras cosas por haber criticado la ilegalidad de las elecciones de Bangladesh.

México, el país de la galardonada, volvió a aparecer en los titulares de todo el mundo hace pocos días por la masacre de al menos 28 estudiantes en Iguala, en el Estado de Guerrero. La dimensión y la intensidad de la violencia en México ocultan a menudo sus causas. La furia de los cárteles es tan solo una de esas causas. A menudo el motivo es la tierra, la propiedad de la tierra, los recursos naturales y su explotación. La abogada Ancheita ha declarado la guerra a estos problemas en particular. Su organización, ProDESC, apoya a comunidades indígenas, trabajadores e inmigrantes en sus conflictos contra el Estado mexicano y contra compañías que muchas veces son transnacionales.

En un vídeo que se mostró durante la ceremonia de entrega de premios, la galardonada aparecía transmitiendo su mensaje a hombres y mujeres vestidos con sus atuendos tradicionales en una aldea que lucha por sus tierras: éstas son vuestras tierras, no son ningún regalo. Son vuestro derecho y debemos luchar por ellas.

Precisamente por esta labor, Ancheita se encuentra en el punto de mira de las empresas y de sus lacayos estatales. Su despacho en Ciudad de México fue desvalijado el año pasado y ella ha recibido ya varias amenazas. Aunque se le ha ofrecido protección policial, la perspectiva de estar escoltada en todo momento por policías -supuestamente para su protección pero en última instancia también para elaborar informes acerca de ella, de sus movimientos y de su trabajo- es tan deprimente que Ancheita, como muchos de sus compañeros, rechaza tales medidas.

Por lo tanto, también es el deber de las instituciones internacionales y nuestro deber en Europa apoyar a aquellos defensores de los derechos humanos que están amenazados. Se convierte en una prueba decisiva para determinar la sinceridad de las declaraciones de los dirigentes europeos en favor de los derechos humanos cuando las denuncias no van dirigidas contra el Estado chino, sino contra empresas que tienen sus sedes principales en Estados europeos.