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Sobre este blog

Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.

Los dos enterradores de Podemos

Archivo - Imagen de una Asamblea Ciudadana de Podemos en el Palacio de Vistalegre, en Madrid.

Albert Noguera

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Los desastrosos resultados en las elecciones del 28M, seguido del veto a Irene Montero y la relegación de sus candidatos a puestos inferiores de las listas de Sumar, marca el final de Podemos. A lo largo de apenas nueve años de existencia, el partido ha generado dos enemigos principales a los que ha subestimado a la hora de fijar su estrategia y rumbo político: los conservadores y el regionalismo de flotación. Ambos han acabado siendo sus enterradores. 

Los conservadores

A finales de 2019, Podemos decide montarse en un gobierno de coalición con el PSOE, en una posición de minoría. Conscientes de que tal debilidad no les permitiría cambiar cuestiones políticas estructurales (la política migratoria, la geopolítica pro-OTAN, el modelo económico, etc.), creen, sin embargo, que poder asumir el control de determinados ministerios e impulsar, desde estos, proyectos de ley será una estrategia útil para poder transformar el país. 

Esta es una estrategia construida sobre una visión reduccionista y normativista de la ley que subestima el rol de su primer enemigo: los conservadores. Se trata de una concepción que reduce el Derecho a la secuencia “mandato-obligación-obediencia” y cree que transformar consiste solo en recoger las demandas de determinados sectores de la población, convertirlas en un proyecto de ley donde se refleje el tipo de sociedad, valores y metas vislumbrada por sus impulsores, y que una vez convertido en ley por el legislativo, provocará, automáticamente, que los ciudadanos adecúen su conducta a ella. 

El Derecho, no obstante, es algo más complejo. El Derecho en un Estado no es meramente un cuerpo de reglas. Es más bien un proceso dinámico que envuelve a múltiples agentes ejecutores, sancionadores, difusores y receptores de la norma que, en muchos casos, procesan valores opuestos a los expresados en dicha ley. La ley debe ser ejecutada por policías, justicializada por jueces, activada por fiscales, explicada por los medios de comunicación, interiorizada por la gente deviniendo en cultura legal ciudadana, etc. Este conjunto de actos es lo que conforma el “proceso legal total” o lo que los autores del movimiento del realismo jurídico norteamericano de principios del s. XX llamaron el “Derecho en acción”. Y dentro de este proceso es donde ha intervenido activamente el primero de los enemigos y enterradores de Podemos: los conservadores.

Durante su existencia, Podemos ha sido menos una “izquierda que transforma” y más una “izquierda que molesta”. O dicho de otra manera, un partido que ha causado poco miedo a los poderosos, esto es al Capital y los agentes económicos de la clase dominante. Pero sí más temor a los conservadores, es decir, los actores morales, culturales y religiosos.  

Podemos ha concentrado su acción legislativa en su Ministerio insignia, el de Igualdad. Desde allí y mediante la ley del 'sólo sí es sí', la Ley Trans, las provocadoras declaraciones de la secretaria de Estado de Igualdad, etc., no han removido los privilegios económicos de los ricos, pero sí ha intentado cuestionar y desregular, entendido aquí como desestandarizar, determinadas jerarquías e instituciones culturales y sociales tradicionales (el patriarcado, el género, la heterosexualidad normativa, la familia, la corrección estética política, etc.). Ello no ha evocado temor en los poderosos, preocupados sólo por la rentabilidad de sus negocios, pero sí en los conservadores, que viendo amenazado el orden social moral han emprendido una auténtica cruzada contra la ministra Irene Montero y sus proyectos de ley.

Así pues, cuando desde una posición de minoría en el Gobierno y aislado en tu ministerio, pretendes avanzarte a la realidad por vía de proyectos de ley que susciten cambios que chocan con los valores conservadores, el resultado de la aprobación de la ley no es que todos los agentes adecúan su comportamiento a ella sino que estos despliegan sus fuerzas e influencias personales y societales en contra de la misma. De manera que, no solo las expectativas de la ley y el desempeño de la ley terminan por no coincidir, sino que además, tus propios proyectos de ley son los que te entierran. 

Gobernar no es escribir proyectos de ley. No es legislar en el vacío sino dentro de un campo de fuerzas en el que si ubicas el foco de interés del proceso legislativo en la regla, y no en las maniobras de los múltiples actores que giran a su alrededor, los últimos te acaban destruyendo.

El regionalismo de flotación

Tras el momento inicial de confluencia y, especialmente después de la Asamblea Vistalegre II, se inicia, en Podemos, una larga historia de purgas y salidas de grupos y personas del proyecto, por razones distintas: por luchas de poder internas (Iñigo Errejón, Rita Maestre y su grupo), por disconformidad con la estrategia política (Anticapitalistas), por episodios de Lawfare (Albert Rodríguez), etc. A partir de aquí empieza a producirse un proceso cruzado de repliegue regional de los excluidos y repliegue estadocéntrico de Podemos.

Por un lado, la estrategia para flotar políticamente de los distintos individuos o grupos excluidos del aparato central de Podemos, ha sido atrincherarse en regiones de supervivencia. Se produce un repliegue regional de estos grupos (Más Madrid, Drago Canarias, etc.). Estos deciden contrarrestar su debilidad intentando redirigir su proyecto hacia el ámbito autonómico y municipal donde es más fácil reacumular recursos políticos (representantes en las instituciones y, por ende, dinero, visibilidad mediática, cierta base organizada, cuotas de poder para negociar, etc.). La fortificación en las regiones persigue un doble objetivo para ellos: a corto plazo, lograr flotar en una arena política de la que han sido desplazados. Y, a mediano plazo, usar su cuota de poder regional como plataforma-trampolín para reinsertarse en la política estatal.

Por otro lado, y a la inversa, se ha producido en Podemos un repliegue estadocéntrico. La integración de todos sus dirigentes y cuadros en las instituciones estatales y focalización de su actividad a las tareas de gestión ministerial, ha acabado haciendo del partido, cada vez menos, una organización de la sociedad, y más un órgano paraestatal alejado de los ciudadanos y subsumido en la gestión de las funciones públicas. 

Este proceso cruzado de repliegue ha hecho que cuando la dirección de Podemos ha levantado la cabeza, ha visto cómo los proyectos regionalistas de flotación, más los partidos regionalistas progresistas preexistentes (Compromís, Chunta Aragonesista, Comuns-ICV, etc.) cuyos votantes pretendió originariamente absorber, se le habían comido la merienda en todos los territorios. En este escenario de debilidad del partido morado, amplificado por los malos resultados del 28-M, Yolanda Díaz junto a los  regionalistas, unidos en una federación de intereses, usan el fetiche de la unidad y la lista única como la oportunidad para llevar a cabo, mediante un ejercicio de exclusión por inclusión, la estocada final a Podemos, relegando sus candidatos a posiciones secundarias en las listas y dejándolos sin apenas representación.

Los conservadores y los regionalismos de flotación han enterrado a Podemos. Con su fin termina también el ciclo político iniciado en 2011. Sumar, a pesar de su lema de presentación “Empieza todo”, no es el inicio de nada sino la encarnación orgánica de un final con mal sabor. La tarea inmediata el próximo 23-J es ir a votar e impedir que la barbarie gobierne pero, pase lo que pase, a continuación toca reconstruir, una vez más y aprendiendo de los errores del pasado, un nuevo bloque social desde abajo. 

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