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Ana Blandiana: La corrección política es más peligrosa que la censura

Ana Blandiana: La corrección política es más peligrosa que la censura

EFE

Bogotá —

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La poetisa Ana Blandiana sabe bien de lo que habla cuando se refiere a la censura, en su Rumanía natal padeció la que le impuso Nicolae Ceaucescu, se sobrepuso y se convirtió en una voz de libertad que hoy observa en la corrección política una herramienta todavía más peligrosa.

“Si no se libera de la corrección política, la poesía muere; no puede existir poesía en el marco de la corrección política. En tiempos de la dictadura la llamábamos no corrección política, sino censura interior”, asegura Blandiana en una entrevista con Efe en Bogotá.

Bajo el yugo de Ceaucescu los creadores tenían que preguntarse si escribían “algo o no en función” de si lo podían publicar.

“La corrección política es más peligrosa porque esta censura la tienes que hacer tú, por eso es mucho más tóxica que la censura que viene del exterior. Contra la censura de una dictadura, con unos factores externos, es mucho más fácil luchar, pero un poeta que escribe según los cánones de la corrección creo que no puede ser un poeta”, subraya Blandiana.

En la capital colombiana la escritora rumana participa en la Feria Internacional del Libro de Bogotá (Filbo), donde compartirá escenario con la excandidata presidencial colombiana Ingrid Betancourt, secuestrada por la antigua guerrilla de las FARC entre 2002 y 2008, en un coloquio que tiene por título “Así se siente la opresión”.

Blandiana, seudónimo literario de Otilia Valeria Coman, también conoce bien esa opresión. Aunque nunca estuvo encarcelada en una selva con un grupo de guerrilleros fusil al hombro, la dictadura de miedo, hambre y frío de Ceaucescu se encargó de construir una mazmorra en su propio entorno.

Con la temida Securitate (Policía secreta) siguiendo cada uno de sus pasos se convirtió en una exiliada en su propio país, su casa era su propio calabozo.

Fue en ese entorno en el que comenzó a escribir, deslizando mensajes dentro de sus poemas que buscaba desnudar de todo ornamento.

“La dictadura aseguraba un silencio y un aislamiento: creaba las condiciones ideales de escritura cuando el teléfono no sonaba, no podía entrar nadie en casa, no recibíamos ninguna correspondencia”, recuerda Blandiana.

En ese momento de extrema soledad y represión escribió uno de sus poemas más célebres “Totul” (El Todo, un concepto que usaba con frecuencia el propio Ceaucescu), en el que contraponía la realidad que dibujaba el dictador con la que vivían los ciudadanos.

“Hojas, palabras, lágrimas / cajas de cerillas, gatos / a veces tranvías, colas para la harina / catarinas, botellas vacías, discursos / imágenes persistentes de la televisión / escarabajos de patatas, gasolina / banderas, retratos conocidos”, escribió.

Entre sus versos y la soledad forzada reconoce que hay un “vínculo de tranquilidad”, un “silencio que le da fuerza a la escritura”.

De hecho, bromea al decir que añora una tranquilidad que ahora se ha tornado en un ruido constante que causan los correos electrónicos, el teléfono y quienes llegan a pedirle algo.

Entonces intentó un imposible, poetizar la política, lo que reconoce con una sonrisa que “no va a ocurrir nunca”, por eso prefiere “en condiciones de libertad que la gente descubra que la poesía es una forma de regresar a la espiritualidad”.

“En unas condiciones en la que se vive hoy, en una situación eminentemente materialista, la utilidad de la poesía es que la poesía tiene que ser ella misma y mediante lo que ella es, salva a los demás y les permite ser mejores”, explica Blandiana.

Para eso recurre a una poesía intimista, desprovista de todos los adornos, “de pureza” en la que “renuncia a las palabras” en la medida de lo posible.

“Ese es el ideal absurdo de la poesía: la realidad en la que los amantes no necesitan más que la mirada para declarar su amor y prescinden de las palabras. Eso es fascinante en la trayectoria, en la aspiración del poeta, puesto que la frontera no es fija, es siempre un intento de alcanzar ese límite que es invisible, si lo pasas te mueres”, concluye.

Gonzalo Domínguez Loeda

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