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De la sexualidad a la identidad: qué dice de nosotros el cuerpo humano según 14 fotógrafos de Magnum

Agata. París, 2017

José Antonio Luna

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El rapto de Proserpina de Gian Lorenzo Bernini es una de las obras más populares de la Historia del Arte. En ella, los dedos de Hades se clavan de forma violenta en el muslo de Proserpina hasta el punto de que el mármol parece cobrar vida y transformarse en carne. El horror de la escena representada contrasta con la belleza de un nivel de detalle al alcance de pocos escultores, uno que pasa por dominar un campo de estudio que desde siempre ha fascinado a los creadores: el de la anatomía.

El cuerpo humano ha sido un tema recurrente en el arte y, como tal, ha servido de vehículo para analizar diversos temas que van desde la sexualidad hasta la performance. Es precisamente lo que trata la muestra Magnum: el cuerpo observado, alojada en la Fundación Canal de Madrid hasta el próximo 28 de marzo y que no solo puede ser visitada en la capital: también está disponible un tour virtual para todas aquellas personas que se encuentren en otro lugar o que prefieran verla desde casa. 

En ella se aborda la idea de la representación del cuerpo humano a través de 130 fotografías de Magnum Photos, la agencia fundada en 1947 tras la Segunda Guerra Mundial como una cooperativa de fotógrafos independientes con la idea de liberarse de los encargos editoriales y producir sus propios proyectos creativos. En total se exponen las obras de 14 fotógrafos, seis de ellos mujeres. Un número que, sin ser paritario al cien por cien, deja entrever el esfuerzo de la organización por buscar el equilibrio ante la dificultad de exponer imágenes de una agencia que sigue mayoritariamente dominada por hombres. 

Montserrat Pis Marcos, comisaria de la exposición, dirige una visita guiada en vídeo que profundiza en los trabajos de los 14 artistas presentes en la muestra, cada uno de ellos con una visión única de cómo el cuerpo humano se relaciona con nuestra sociedad y puede ser plasmado a través de la lente.

“Tratar de comprender mi propia fascinación por el conflicto y la guerra ha derivado en el análisis de lo que significa ser un hombre. ¿Qué tiene la guerra que atrae tanto a los hombres?”, se preguntaba el reportero británico Tim Hetherington, encargado de dar la bienvenida a los visitantes de la muestra. El reportero estuvo entre 2008 y 2010 acompañando a un pelotón de soldados estadounidenses en Afganistán, aunque no quiso centrarse únicamente en los hechos más típicos de las contiendas.

En su serie Los soldados durmientes, Hetherington puso el foco en los aspectos más humanos de los enfrentamientos, aquellos que reflejan la vulnerabilidad masculina y los vínculos afectivos entre personas frágiles alejadas de su hogar, algo que contrasta con las habituales escenas de guerreros dispuestos a dar la vida por la patria. Porque, como reflejan las instantáneas del británico, en la intimidad la bandera más importante es la del afecto. 

Otro tipo de intimidad es también explorada por Olivia Arthur, que aborda la sexualidad a partir de un trabajo relacionado con las comunidades queer en Bombay, India. La fotógrafa explora cómo la construcción de la identidad tiene diferentes formas según se muestra en el contexto público y en el privado, ya que es precisamente en la calle donde muchas personas pueden mostrarse tal cual son al tener el anonimato suficiente para hacer frente al conservadurismo religioso y cultural de la ciudad. 

También están fotógrafas como Susan Meiselas. La estadounidense realizó un trabajo en los años 70 en el que recorrió la costa de Carolina del Sur buscando las diferentes ferias ambulantes. En ellas había espectáculos de mujeres que hacían estriptis para atraer a la audiencia y que pagaran su entrada al recinto, tal y como muestra una de las imágenes expuestas en la exposición donde un hombre pregona las virtudes de una de sus empleadas. Pero Meiselas no solo se interesó por retratar a la “mujer-objeto” vendida por el patriarcado, sino que también quiso mostrar lo que ocurría en los camerinos mientras esperaban a su próximo turno y jugaban a las cartas o fumaban cigarrillos. 

El cuerpo como objeto divino y de deseo a veces no es más que una mera construcción tras las cámaras, y eso es justo lo que quiso contar a través de la lente una de las primeras mujeres en entrar en Magnum Photos: Eve Arnold. Recibió un encargo de la revista Life consistente en acompañar a la actriz Joan Crawford durante dos meses para documentar su día a día, un trabajo aparentemente rutinario que al final acabó revelando las dificultades de ser mujer en Hollywood y ajustarse al canon estético. Crawford era un ídolo de masas, pero para crear su personaje de “estrella” también debía someterse a frecuentes tratamientos estéticos como ocultar su rostro con vendas o pasar hielo por su piel para así afinar los poros.

Al esconder el cuerpo se oculta la identidad del mismo, algo que también ha sido utilizado en ámbitos como el del carnaval. Los trajes o las caretas evocan la existencia de otro personaje que incluso puede rozar el mundo de la fantasía. Tal y como inmortalizó Cristina García Rodero, la primera fotógrafa española en entrar en Magnum, en el carnaval de Ribeira (Galicia) son frecuentes figuras populares como los boteiros. Era el líder del desfile del carnaval que, además de correr y saltar, tenía la función de asegurar el libre paso de la marcha y de pedir permiso para entrar en cada aldea. “He intentado fotografiar el alma misteriosa y mágica de la España popular, con pasión, amor, humor, ternura, rabia, dolor y verdad”, dijo la propia Rodero. Un alma que, en ocasiones, también se refleja a través del cuerpo. 

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