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Los “intríngulis” artísticos del caso Gerardo Rueda en el IVAM

Obras de Gerardo Rueda expuestas en la Audiencia Provincial de Valencia

Peio H. Riaño

3 de noviembre de 2021 13:59 h

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El padre de Fernando Capa, Eduardo, era escultor y amigo íntimo de Gerardo Rueda, figura clave en el desarrollo del arte abstracto en España (1926-1996). El artista acudía a la fundición de Capa para hacer realidad sus abstracciones. “Sabía perfectamente todos los intríngulis que Rueda quería para su obra”. Así lo dijo Consuelo Ciscar en su defensa, tal y como informa Lucas Marco para elDiario.es. La exdirectora del Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM) se defiende desde este martes ante la jueza de la Audiencia Provincial de Valencia de las acusaciones de presuntos delitos continuados de prevaricación administrativa, falsedad documental y malversación de caudales públicos debido a que, bajo su mandato, el IVAM adquirió, entre 2004 y 2006, ocho obras de Rueda por 2,9 millones de euros... ocho años después de haber muerto el escultor. La Fiscalía pide para Ciscar una pena de seis años de prisión. Este verano, la exgestora fue condenada por prevaricación administrativa y malversación de caudales públicos por impulsar con dinero de la institución la carrera internacional de su hijo, el artista Rablaci.

Entiende la Fiscalía que el origen de estos posibles delitos se encuentra en la adquisición de obra que Gerardo Rueda no realizó en vida, dando a entender que las obras compradas por el IVAM no son, por tanto, obras originales. De hecho, en su escrito la Abogacía de la Generalitat de Valencia declara como “fraude total” esta práctica post mortem. “Todas se confeccionaron con posterioridad a la muerte del autor por la fundición Capa, sin que el autor interviniera para nada en su fabricación”, alega la acusación pública.

Además de Ciscar, en el mismo banquillo también se sienta otro condenado del caso Rablaci, el exdirector económico administrativo del museo Juan Carlos Lledó, acusado como cooperador necesario, y el heredero del escultor, José Luis Rueda, por haber reproducido las obras de Gerardo después de muerto y “hacerlas pasar por originales”. Ante esto, los abogados de José Luis Rueda han presentado una prueba escrita del artista en la que le concede permiso para reproducirlas y han planteado que, en el mundo del arte, hacer copias de una misma obra es una práctica histórica.

Derecho a reproducirse

Una de las preguntas que tendrá que resolver la jueza en su sentencia es si es ilegal hacer copias de una misma obra. Desde Auguste Rodin (1840-1917) no lo es. La autenticidad de una réplica quedó fijada por ley sobre el tiraje gracias a la práctica del escultor francés. La intención era limitar el número de fundiciones que se podían hacer a partir de un mismo molde. El pensador, posiblemente la figura escultórica más famosa del mundo, tiene siete versiones en el Musée de París. Todas son originales porque todo creador tiene permiso para realizar una edición de hasta ocho versiones de una obra. Cuatro de ellas pueden ser consideradas “pruebas de autor” y las otras cuatro pueden ser reproducciones. Además, lo marca el Ministerio de Hacienda: solo esas ocho tendrán una aplicación del IVA superreducido. Más de ocho se considerará “obra múltiple” y se le gravará con un IVA normal.

Por otro lado, la fiscalía también acusa a Ciscar de haber pagado un sobrecoste por ocho obras de Rueda (Gran relieve, Sin título 1970, Altamira, Polar II, Rotondo, Bodegón con cerradura, Construcción rusa I y Bodegón olvidado), al haberlas comprado por encima de la recomendación de la Comisión de Valoración de Donaciones del IVAM. El informe aportado al sumario por la fiscalía, realizado por esta comisión del museo, valora esas obras de Rueda en casi 300.000 euros aunque el IVAM dirigido por Ciscar pagó casi 3 millones de euros por ellas. Preguntado el museo al respecto del caso por este diario, ha contestado que lo ocurrido “pertenece a otra etapa” y han rehusado comentar más allá.

“No son falsificaciones”, asegura categórico Fernando Capa sobre las ediciones de las obras que realizó por encargo del heredero y por las que cobró 512.524 euros. Dentro de una semana el fundidor tendrá que ir a declarar ante la magistrada, en uno de esos juicios que ya forman parte de la serie en la que los tribunales se ven obligados a definir qué es arte. En este caso, la clave será dirimir entre obras auténticas, legales y válidas y obras falsificadas, ilegales y fraudulentas.

Cada autor y sus herederos son libres de hacer con la obra lo que deseen y, desde luego, cumplir con la totalidad del tiraje cuando quieran. La ley no marca que se deban reproducir las ocho de golpe. De hecho, las esculturas de Joan Miró que conserva y exhibe el Museo Reina Sofía son fruto de una edición póstuma: la familia entregó los derechos a reproducir una tirada para saldar cuentas con Hacienda. Fue una dación en pago. Es el caso de Pájaro lunar, de 1966. Otro caso similar es Gran profeta, de 1933: como explica la jefa de escultura del Museo Reina Sofía, Carmen Fernández Aparicio, Pablo Gargallo (1881-1934) terminó la pieza en yeso y el Estado reprodujo a bronce la pieza muchos años después de muerto. Este museo también tiene esculturas producidas a principios de siglo XX por el heredero de Gerardo Rueda, son ejemplares de edición originales. Una de ellas es Gran relieve, que figura entre las ocho adquisiciones realizadas por el IVAM de Ciscar.

Tampoco la monumental escultura de Alberto Sánchez (1895-1962) que recibe a los visitantes de este museo se hizo en vida del escultor. El pueblo español tiene un camino que conduce a una estrella es el “icono tomémico representativo de las utopías sociales de entreguerras”, pero la versión que hizo Alberto para el Pabellón Español de la Exposición Internacional de París, de 1937, de 12 metros de altura no la conoció su creador. Y a su hijo, Alcaén, le disgustó la que mandó hacer el entonces director del centro, Juan Manuel Bonet, porque la idea de su padre no era policromada, sino de un negro patinado.

El original múltiple es un concepto artístico que las herederas de Julio González (1876-1942) también usaron. “Julio no hizo en vida nada en bronce porque no tenía recursos. Fue después de muerto cuando se fundió a bronce”, explica Fernando Capa. El caso de Julio González, figura clave del IVAM, será el cabo al que se agarrará la defensa de Consuelo Ciscar para hacer entender que esta práctica es habitual desde hace más de un siglo en la historia del mercado del arte. “Queríamos que Rueda fuera otro referente del IVAM como Julio González”, ha dicho Ciscar en el juicio. En aquel momento también recibió de José Luis Rueda, heredero y beneficiario de la venta, una donación de otras 90 obras.

La bolsa o la vida

Tampoco Edgar Degas (1834-1912) vio sus pequeñas bailarinas de menos de un metro de altura en bronce. Los herederos encontraron sus figuras en cera y las reprodujeron a partir de 1922. Vaciaron un total de 27 estatuas de bronce hasta mediados del siglo XX, creando obra que se puede ver en museos como el Metropolitan de Nueva York. Se salvaron de la avaricia 69 esculturas originales en cera. 

Fernando Capa cuenta que el coste de la reproducción de las piezas que ejecuta en la fundición supone aproximadamente el 3% del precio en el que terminan vendiéndose. Fernando trabajó mano a mano con Gerardo Rueda en sus últimos tres años de vida. Conoce sus manías y los guiños, como antes las conoció su padre. Explica que hacen más reproducciones de obras originales que originales, porque “un escultor no puede vivir de sacar solo piezas únicas, porque nadie está dispuesto a pagarla como tal”. 

El precio de una copia

Además, el tribunal deberá dilucidar si el precio de las ediciones que compró el IVAM estaba o no hinchado. Algo sumamante complicado, como aclara Mercedes de Miguel, directora de la casa de subastas Segre, porque el precio de las ediciones escultóricas depende del artista y de su presencia en el mercado. “Cuanto más corta es la serie, más caras. Y si además salen poco a la venta (como Baltasar Lobo o las esculturas de Equipo Crónica) más caras”, indica.

En Segre, como el resto de las casas de subastas, se guían por los precios de mercado publicados en las referencias de las ventas internacionales de artprice o artnet. Sin embargo, la defensa de Ciscar indica que “las obras monumentales de Gerardo Rueda nunca estuvieron en subasta” y que, por tanto, es más complicado determinar el precio real. Al reproducirlas, las obras también aumentaron de tamaño. Las decisiones de adquisición tuvieron el visto bueno de la comisión de compras del IVAM, de la que formaban parte Tomás Llorens y Calvo Serraller, como se indicó en la primera sesión del juicio.

En este juicio también se valorará la idoneidad de este tipo de compras. Lo que le interesa al mercado no debería coincidir con los intereses del museo. “Se valora más un hierro de Julio González que un bronce. O los móviles de metal que hizo Eusebio Sempere, que los que se hicieron después de muerto. El Museo tiene una buena colección de piezas únicas de Oteiza y ”no tiene interés en las réplicas, obras que obviamente tienen una diferente valoración“. ”La Fundación Museo Oteiza ha realizado el catálogo razonado del artista y se recogen todos los ejemplares localizados de forma detallada y exhaustiva y no hay ninguna duda al respecto“, añade Carmen Fernández.

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