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Periodismo en el cine: poderosos, detectives y apestados

Cate Blanchett interpretando a la periodista Mary Mapes

Pedro Moral Martín

El 8 de septiembre de 2004 tenía que haber cambiado el rumbo de la campaña. Faltaban dos meses para las elecciones estadounidenses, en plena guerra contra Irak y Afganistán, y todos apostaban por un nuevo triunfo de George W. Bush frente a John Kerry. Ese día, la cadena CBS emitió en el programa 60 minutos un reportaje donde el mítico presentador Dan Rather desvelaba que Bush había utilizado sus influencias para evitar ir a la guerra de Vietnam.

El equipo de periodistas que había detrás de la producción de ese programa se apoyaba en testimonios como el del vicegobernador de Texas, Ben Barnes, y en varios documentos que también desvelaban el cuestionable servicio militar de George W. al que se le definía sutilmente como un niño de papá. 

El reportaje tuvo graves consecuencias, pero no para Bush sino para los periodistas. Lo llamaron Memogate. Al día siguiente de la emisión, los foros en Internet echaban humo y muchos blogs se centraron en atacar a la CBS a través de esos documentos en los que había graves anacronismos revelados por la tipografía. Básicamente defendían que aquellos documentos estaban escritos con Microsoft Word, algo imposible si supuestamente databan de 1972 y 1973.

La CBS y Rather defendieron su autenticidad, como habían hecho en el reportaje los expertos contratados por la productora del programa, Maria Mapes. Poco después, la cadena abandonó a Mapes asfixiada por los ataques. El proveedor de los documentos, el coronel Bill Burkett, no tenía los originales, por tanto era imposible autentificarlos al 100%.

Comenzó una lucha de intereses y desacreditación hacía Mapes y Rather en la que todo el mundo se olvidó de la pregunta que realmente importaba. ¿Era George Bush el presidente que realmente decía que era? ¿Había engañado a todo el país?

La verdad es el debut de James Valderbilt, guionista entre otras de Zodiac, el segundo gran thriller de David Fincher donde el periodismo es también el eje del filme. La verdad está basada en el libro autobiográfico de Mary Mapes, en el que cuenta todo lo relacionado con el Memogate, defendiendo obviamente su trabajo y el de Rather. El posicionamiento es claro, nada sutil, el poder es el lado oscuro y los directivos de la cadena son los malos. Sin embargo, la inteligencia con la que está escrita esta película -el guión es de Aaron Sorkin- y todas las cuestiones que plantea provocan un efecto hipnótico en el espectador.

Todos los hombres de Robert Redford

“Estamos aquí para hacernos preguntas”, dice Mary Mapes en un momento de la película. La verdad se divide en dos partes, la primera es una película de detectives. Mapes y su equipo de periodistas van detrás de las pistas que les llevan a cuestionar la carrera militar de Bush. Cate Blanchett pone rostro a Mapes, su interpretación es soberbia, respira inteligencia y verdad.

Ella es la que lleva el peso de esta película coral donde Robert Redford simboliza el mito haciendo del viejo Rather, un luchador estoico que intenta revivir una clase de periodismo moribundo y cada vez más devaluado, el de investigación. Robert Redford que repite como una figura clave en las desgracias de los republicanos, como ya hizo con el Bob Woodward de Todos los hombres del presidente.

La película de Alan J. Pakula sobre el famoso caso Watergate sigue siendo hoy en día el máximo referente para el cine de redacciones. Igual que ocurría con la investigación de Woodward y Carl Bernstein, la de Mapes y su equipo resulta frenética, un thriller en toda regla que acaba a mitad de la película, cuando su programa es emitido el 8 de septiembre de 2004. El equipo de periodistas lo celebra en un pub viendo cómo el resto de televisiones se hace eco de su trabajo. “Esto es el periodismo hoy, hablar sobre noticias que hacen otros”, dice el personaje de Dennis Quaid. 

Lo que ocurre después de la emisión transforma esta intriga periodística en un drama donde los defensores del Gobierno comienzan una persecución atroz a todos los que están detrás de la emisión, incluidos altos cargos de la cadena. El tono del filme se oscurece y Blanchett brilla aún más. Es en este momento cuando Vanderbilt convierte en mártires a unos periodistas que deberían haber blindado sus pruebas y a sus fuentes pero que nunca dejaron de hacer su trabajo. La investigación periodística se basa en hacerse preguntas e intentar responderlas. El fracaso de Mapes y Rather y su posterior destierro son también el fracaso de una democracia ahogada por los pulsos de poder.

La CBS sale tan malparada que hasta rechazó una oferta millonaria de Sony para que la película se anunciara en la cadena. “Es sorprendente la poca verdad que hay en La verdad”, declaró Gil Schwartz, principal portavoz de la CBS durante el Memogate.

Hay momentos tan terroríficos en La verdad que casi parece ser una sátira tan negra como el Network de Sidney Lumet. Arrebatar la dignidad de las fuentes para salvar a la cadena de un desprestigio antológico se puede comparar con ese veterano presentador al que Lumet llevó al límite del suicidio en directo para ganar audiencia.

Las figuras de periodistas exiliados de su propio medio están también en Zodiac, donde la obsesión de sus protagonistas por un asesino en serie acaba con sus carreras. No todo termina tan bien -tan mal para los malos- como el asunto del Watergate de Woodward y Bernstein. En 2004 Bush volvió a ser elegido, Rather y Mapes se convirtieron en apestados y nunca se terminó de demostrar si esos documentos eran o no falsos.

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