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Las muertes de George Pérez y Neal Adams avanzan la desaparición de una generación de dibujantes de superhéroes

Neil Adams y George Pérez, dos icónicos dibujantes de superhéroes fallecidos con una semana de diferencia

Gerardo Vilches

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Con apenas una semana de diferencia, el mundo del cómic ha dicho adiós a dos de los más grandes dibujantes de superhéroes que han trabajado en la industria estadounidense: Neal Adams (1941-2022) y George Pérez (1954-2022). Con estilos muy diferentes, ambos llegarían a ser influyentes artistas del género, y marcarían su evolución desde los años sesenta hasta hoy y desde las páginas de los cómics hasta las pantallas de los cines.

Neal Adams, neoyorkino de nacimiento, comenzó su carrera fogueándose en Archie Comics y dibujando la tira de prensa que adaptaba el serial televisivo Ben Casey. Su salto al cómic de superhéroes lo llevó en primer lugar a DC Comics, donde realizó diferentes etapas en series como Strange Adventures (1967-1969), donde se encargó en solitario de crear y desarrollar las primeras historias de Deadman, algo raro para un dibujante en aquella época. Junto a Dennis O’Neill, le bastaron unos pocos números para actualizar a Batman (1969-1973) e introducir a personajes tan importantes en su mitología como Ra’s al Ghul. Con el mismo guionista, trabajó en la serie Green Lantern/Green Arrow (1970-1971), donde ambos trataron problemáticas sociales prácticamentes inéditas en los cómics hasta entonces: el ayudante adolescente de Green Arrow, Speedy, se convertiría en adicto a la heroína.

En todas estas obras de encargo quedó patente la extraordinaria capacidad técnica de Adams, pero también su visión única del cómic. Su sentido de la página y sus osadas composiciones, llenas de escorzos imposibles y primeros planos impactantes, se combinaban con su minuciosa representación de los cuerpos, llenos de volúmenes y presos de una tensión que recuerda a la terribilitá de Miguel Ángel. Esa mezcla entre clasicismo académico y rompedor diseño de página impactó de tal manera a los fans de los superhéroes que muy pronto cambiaría los estándares gráficos del género, y forzaría un cambio de paradigma que dejaría atrás la épica irreal y fantástica de Jack Kirby o el clasicismo tardorromántico de John Buscema o John Romita.

En sus escasos trabajos para Marvel, Adams siguió experimentando y rompiendo límites. En X-Men (1969-1970) y Los Vengadores (1971-1972) llevó los convencionales guiones de Roy Thomas a un nuevo nivel de libertad gráfica y realismo fotográfico que rivalizaba con la revolución pop de Jim Steranko, y que marcaba el nivel con el que, a partir de entonces, se medirían los dibujantes. Como ha escrito Sean Howe, autor de Marvel Comics. La historia jamás contada, la influencia de Adams “cambió la apariencia de los dibujos de prácticamente todo el mundo en la editorial”.

En 1978, de regreso a DC Comics, se encargó, de nuevo junto con O’Neill, de uno de los proyectos más ambiciosos de la editorial: Superman vs. Muhammad Ali, un especial de gran formato, concebido como una superproducción que enfrentaba al personaje estrella de DC con el campeón de los pesos pesados, en el contexto de una invasión extraterrestre y con los cameos de innumerables personalidades populares de la época.

Convertido en una estrella, Neal Adams también destacó por su inquebrantable defensa de los derechos de los artistas. En el mismo año en que se publicaba Superman vs. Muhammad Ali, fue uno de los fundadores de Comics Creators Guild, una asociación creada con el objetivo de mejorar la condiciones laborales del sector. Adams abogaba por la revisión de los contratos habituales en la industria, la devolución de los originales a sus autores y la mejora de las tarifas y los royalties. De hecho, su lucha pública fue clave para que DC Comics acabara reconociendo la autoría de Jerry Siegel y Joe Shuster sobre Superman. En los años ochenta, hastiado de las políticas editoriales de las grandes editoriales, crea junto con algunos socios Continuity Comics, que durante una década dio cabida a sus proyectos creator owned (término utilizado en Estados Unidos para referirse a las obras en las que los artistas mantienen sus derechos de autor). En las últimas décadas, Adams compaginó colaboraciones puntuales con Marvel y DC con su labor como conferenciante y divulgador de la teoría sin base científica de la Tierra en Expansión.

Seguramente, no ha habido artista más importante con tan pocas obras publicadas, si lo comparamos con otros grandes nombres de su época. Neal Adams es uno de los dibujantes que más ha influido en la estética y narrativa del género de los superhéroes, y ha sido referente de autores tan diferentes como Bill Sienkiewicz, Frank Miller, Carlos Pacheco, Alan Davis o Bryan Hitch.

George Pérez, también neoyorkino (y de ascendencia portorriqueña) debutó en la industria una década más tarde que Adams, y aunque sus primeros trabajos podrían considerarse más continuista con la línea gráfica anterior, pronto destacó por su barroquismo, su minuciosidad en los detalles y su capacidad para coreografiar escenas pobladas con decenas de personajes. Su labor en Los Vengadores (1975-1980) y en Los Cuatro Fantásticos (1975-1980) con guionistas como Jim Shooter o Roy Thomas sentó las bases de un estilo apreciado por su sentido de la acción y su habilidad para la caracterización de los personajes. Su comprensión de la gramática del género se aplicó a espectaculares escenas de combate, muy influyentes en sus colegas y, en última instancia, muy presentes en la saga de películas de Los Vengadores (2012-2019). Fue, además, cocreador junto a Bill Mantlo del Tigre Blanco, el primer superhéroe portorriqueño de la editorial.

Ya especializado en series pobladas de superhéroes, Pérez cambió Marvel por DC Comics, dado su desacuerdo con la dirección creativa de la primera, y se unió al guionista Marv Wolfman para lanzar The New Teen Titans (1980-1985) y la miniserie Crisis en las Tierras Infinitas (1985-1986), la apoteosis del universo ficcional de la editorial y punto de partida para una reestructuración de toda la línea en la que Pérez se encargaría de revitalizar Wonder Woman (1987-1988) como artista completo. Más constante que Adams en su trabajo como dibujante, Pérez aguantó en la primera línea de la industria incluso cuando, a finales de los años ochenta, los gustos del público viraran hacia estilos más agresivos y confusos que el suyo, y realizó trabajos fundamentales como Hulk: Futuro Imperfecto (1992-1993) con Peter David y los primeros números de El Guantelete del Infinito (1991) con Jim Starlin. A finales de los noventa, en plena ola de revival, volvió a dibujar la serie de Los Vengadores (1998-2000) sobre guiones de Kurt Busiek. Años más tarde, el mismo equipo creativo se encargó de la miniserie La Liga de la Justicia/Vengadores (2003), auténtico clímax de una forma de entender los superhéroes que reunía a centenares de personajes de Marvel y DC Comics, que Pérez movió por sus páginas con una fluidez sorprendente.

Paralelamente, George Pérez también lanzó algunas series creator owned, con suerte dispar, como Crimson Plague (2000) y realizó trabajos para editoriales más pequeñas como BOOM! Studios o Malibu. Como Adams, Pérez también se involucró en la lucha por la mejora de la condiciones laborales del sector, a través de la organización The Hero Iniciative, especializada en ayudar económicamente a profesionales del cómic veteranos con problemas de salud, ya que es frecuente que, por las propias condiciones contractuales de la industria y el sistema de salud de Estados Unidos, muchos se vean desamparados en su vejez.

Neal Adams falleció el 28 de abril, por complicaciones de una sepsis. George Pérez murió el 6 de mayo, tras varios años con serios problemas de salud y un cáncer de páncreas detectado en 2021. En una época en la que Disney (propietaria de Marvel) y Warner Bros (propietaria de DC Comics) generan millones de dólares gracias a la explotación de los personajes e historias que autores como Adams y Pérez han creado, resulta especialmente importante recordar a ambos no solo como mitos del cómic y extraordinarios dibujantes, sino también como defensores de los derechos de una profesión históricamente maltratada.

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