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Bofetones en directo para sentir la literatura en Primera Persona

Cartel del festival Primera Persona en el CCCB de Barcelona/ Cristóbal Fortúñez

Mónica Zas Marcos

“La música me ha salvado la vida de una forma literal. Me utilizaron, me follaron, me destrozaron, me manipularon y me violaron desde los seis años. Una y otra vez durante años y años”, admitió James Rhodes en los micrófonos de Carne Cruda. A nadie le incomodó que el pianista británico hablase sin tapujos sobre los abusos sexuales a los que fue sometido cuando era niño. Tampoco que abriese su memoria en Instrumental con un descenso al infierno de las drogas, la prostitución y los manicomios. Atrás quedaron los cuentos de hadas del star system, ahora el público quiere ver las entrañas de unos artistas que sufren en alto y dicen palabrotas.

Al menos esa fue la premisa que utilizaron Kiko Amat y Miqui Otero para lanzar el festival Primera Persona, que aterriza por fin en Madrid el 7 de mayo. La Casa Encendida acogerá la versión reducida de este encuentro indie de las letras que, en paralelo, celebra su quinto cumpleaños en el CCCB de Barcelona.

El secreto de su éxito reside en abandonar los aburridos circunloquios del proceso creativo y dar cabida a un “show de variedades” que aprieta las tuercas a sus invitados hasta hacerles sangrar, literalmente. Como el jovencísimo Ben Brooks, que se dejó tatuar en 2012 por un miembro al azar del público mientras leía entre grititos su primera obra. Ahora, este Lolito regresa para lucir aquella falta de ortografía sobre su piel y presentar su novela Hurra. “Brooks pretende leer un texto, tragarse un chupito cada vez que pronuncie la palabra beber y dejarse abofetear por el público cuando hable de violencia”, nos desvela el organizador Miqui Otero.

Ben Brooks compartirá cartel en Madrid junto al mencionado James Rhodes, pero también con una de las leyendas vivas del ensayo estadounidense y con los olvidados del Megamix. Todos ellos serán los encargados de invertir el significado de la palabra egolatría y hacer gala “del yo metaliteraro, del yo bibliotecario y del yo exhibicionista que muestra todas sus intimidades”. Otero confía la solvencia del experimento madrileño en estos cuatro fantásticos, pero tampoco quiere perder “el tono artesanal con un montón de sucursales”.

Un egotrip sin bálsamos

egotripNo hay que agobiarse si desconocemos alguno de los nombres del cartel, puesto que es precisamente el objetivo de sus embajadores. “Solemos buscar dos tipos de invitados: esos que no tendrían cabida en un festival español de corte normal y otros nombres mucho más consolidados que quieran salir de su zona de confort”, explica Miqui Otero. El hilo conductor entre los artistas es aparentemente gratuito hasta que se suben al escenario y encadenan sus varietés. “El momento en el que explican su historia sin disfraces, delante de toda la audiencia, crea un clima muy íntimo que describe este festival”, justifica.

Así, la juventud de Ben Brooks no insulta la presencia de Renata Adler, una de las tres ensayistas americanas más brillantes de la historia. El primero coló su rostro plagado de acné entre la lista de autores Alt-Lit mejor considerados por la crítica anglosajona. La segunda forma parte del parnaso femenino que consiguió rendir al Nueva York editorial de los años 70 a sus pies, para después convertirse en poco menos que una apestada.

“Renata es una figura muy controvertida precisamente por no callarse ni debajo del agua”, dice Otero de quien se ha codeado con figuras políticas de toda calaña y con los tipos más duros de la literatura, como Norman Mailer. La septuagenaria puso en el paredón a la mejor revista del mundo en lengua inglesa, The New Yorker, y mordió a la intocable crítica cinematográfica Pauline Kael. En Madrid se enfrentará en un cara a cara con la periodista española Begoña Gómez, con la que “comparte un estilo chispeante, ágil y muy erudito”.

Después de esta dosis de mordacidad, llegará el momento de sentar al piano a James Rhodes y poner al descubierto todo su daño psicológico. Pero también de aprender de los grandes compositores clásicos que evitaron que se incrustara una cuchilla en la verticalidad de sus muñecas. “La música clásica me la pone dura. Si no hubiera conocido a Bach estaría muerto”, aclara sin vaselina en su autobiografía, Instrumental. Pero Rhodes no va a ofrecer un concierto de piano al uso sobre las tablas de Madrid. Su espectáculo estará cargado de una estética a lo mercadillo de Candem Town y parrafadas llenas de palabras malsonantes.

“De este tono absolutamente íntimo daremos un salto cuántico hasta la historia del MegaMix, que es todo lo contrario”. Otero se refiere a ese fenómeno musical que tuvo su gen en la Cataluña de la transición y que cambiaría para siempre el concepto de música electrónica. Sus componentes forman un loco mosaico entre representantes de King África, voces radiofónicas y finalistas del mundo de disc-jockeys. “Estoy ansioso por ver cómo reacciona el público madrileño ante un producto tan barcelonés”. Un fin de fiesta rocambolesco que promete enjugar las lágrimas de Rhodes con las mejores historias de la “hortera música disco”.

La versión premium del CCCB

premiumLos afortunados que puedan asistir al formato premium del CCCB no se pueden perder a Jordi Puntí y la enfermiza obsesión que le ha llevado a dedicar diez meses de su vida a perseguir a Xavier Cugat por los pasillos de la biblioteca de Nueva York; el pop sublime e injustamente olvidado de The June Brides; o el el arrebato poético de John Cooper Clarke, un maldito adorado por Elvis Costello, los Buzzcocks y los Sex Pistols, y autor de Evidently Chickentown. En Madrid nos conformaremos con la versión en miniatura de este show de varietés mientras soñamos con una ampliación de plantilla para el año que viene.

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