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ENTREVISTA
Cómica y presentadora

Inés Hernand: “Se necesitan voces jóvenes que representen realidades invisibilizadas”

La cómica Inés Hernand tras su entrevista para elDiario.es.

Marta Barandela / Judit Florit

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Ha pasado poco más de un año desde que Inés Hernand (Madrid, 1992), graduada en Derecho, dejó la entidad financiera donde trabajaba para dedicarse a presentar Gen Playz, un espacio de debate de RTVE orientado a la audiencia nacida a finales de los 90. En este tiempo, Playz ha recibido un premio Ondas por su contenido de entretenimiento y Hernand se ha colado en las listas de lo más escuchado de Spotify con un afilado análisis de la actualidad en el podcast Saldremos mejores junto a la periodista Nerea Pérez de las Heras. La cómica defiende en una entrevista con elDiario.es que hay una “carencia de voces jóvenes” que representen las realidades que están “invisibilizadas” y reivindica elevar los temas de los que hablamos en nuestra vida cotidiana a los medios: “Hay que hablar de cuando se quiebra el sistema. ¿Qué pasa si trabajamos doce o quince horas diarias? Pues que la gente se vuelve cucú. Eso es una cosa que se habla en los bares. Pues hablémoslo en los medios y en la ficción”, reclama.

En este inicio de curso también ha estrenado el podcast Payasos y fuego junto a Ignatius Farray, al que señala como “uno de los grandes cómicos españoles” por combinar “filosofía y disidencia al extremo”. Hernand, que ha compatibilizado sus trabajos con el stand up y el show de comedia Ni puta gracia con Galder Varas, reflexiona sobre el panorama de la comedia en España y afirma que hay “una misoginia integrada”. “Cuando empiezas en stand up y no eres nadie, los cuatro que se conocen entre ellos se ponen a hablar y corporalmente no te hacen ni puto caso hasta que demuestras que eres graciosa (...) Ese aval misógino masculino es verdaderamente repugnante”, afirma.

El contenido de PlayZ acaba de ganar un premio Ondas. Uno de los buques insignia de Playz es Gen Playz, el programa de debates que presentas con Darío Eme Hache. ¿Faltaban nuevos espacios que hablasen a la juventud desde la juventud?

Siempre faltan espacios que hablen a los eternos olvidados, y me da igual si son personas mayores o juventud, desde la propia experiencia. No hemos inventado un formato, es un espacio que se ha dedicado con detalle y atención a la audiencia para poder interactuar directamente con ellos. Eso es muy importante: ir al nicho para hablar de tú a tú con la gente. Es un formato que podría integrarse muy bien en televisión o cualquier otro espacio, pero es digital, como ellos son nativos digitales.

¿Siguen faltando más voces jóvenes en lo mainstream, dar el paso de que un programa como este pudiera estar en televisión?

Es que hay que dar... Literalmente es como la Macarena de pasos que hay que dar. Hay necesidad y carencia de voces jóvenes que representen todas las realidades que están incluso invisibilizadas y que existen. Hablamos no solamente de colectivos de cuestiones más excluidas, como puede ser el colectivo gitano, LGTB, el colectivo racializado... sino que hay una especial carencia en la gente joven. No creo que sea cuestión de que no les interese, sino de que muchas veces no se brinda la oportunidad o espacio para conseguir acceder a un medio como PlayZ o cómo se puede fijar PlayZ en gente brillante sin tener que estar todo el rato entrando en redes. Las redes democratizan mucho, pero también limitan que haya gente valiosísima que nos estemos perdiendo. El salto a una cadena como PlayZ, que es mainstream, ya es complejo, como para elevarlo a Cuatro. Eso ya es prácticamente imposible. Estamos también en un cambio paradigmático en el ámbito comunicativo. Se están creando todo el rato dos canales: lo analógico y lo digital, donde cada día hay más presencia para que cada uno cuente su historia. Captar hacia lo mainstream a figuras se complica porque la gente dice: no, yo hago lo mío. Ter hace lo suyo, Ibai Llanos hace lo suyo y ellos son sus propios canales.

En el tiempo de vida de Gen Playz algunos de los debates han levantado polémica. El caso más sonado fue el de la Ley Trans y recientemente el programa sobre el servicio militar obligatorio. ¿Cómo se reciben estas críticas?

Evidentemente interesa que la gente hable de ti. Hay ciertos cortes [de vídeo en redes] que dices: concretamente esto no es lo que queremos lanzar, pero sí es interesante para captar. Hay cierta sed sensacionalista en la educación del consumo de la audiencia por parte de los medios que nos obliga prácticamente a lanzar temas que llamen la atención. Las críticas se reciben con la polivalencia y la ambigüedad cada uno de su color político. Las críticas de la Ley Trans sí nos afectaron bastante porque teníamos un séquito de personas que estaban elevando la queja al Congreso y se tuvo que contestar a una pregunta parlamentaria para justificar que Gen Playz bajo ningún concepto es misógina, xenófoba o lo que fuera que estaban intentando avalar para tirarnos el programa. Pero por parte de usuarios las leemos con mucho cariño, porque hay cosas que tienen razón.

¿Todo se puede debatir?

Para mí hay cosas que son también irrefutables y la vida te demuestra que lo único que es indiscutible es que te vas a morir y lo demás todo puede ser sujeto de debate. Puedes escuchar cosas. Evidentemente hay cosas que son incuestionables: que una mujer trans es una mujer para mí no es debatible. Pero hay otras personas que sí. Pues hay que escuchar también. Hay muchos matices y en la propuesta que hacemos a través de PlayZ se está descubriendo que sobre una temática, como puede ser precariedad laboral o salud mental, hay muchas ramas de las que se puede hablar... Hay que incitar o suscitar que se reflexione sobre cosas que nos están rodeando. La llamada generación Z es peña que está muy concienciada a grandes rasgos con lo que le rodea y eso es positivo.

Acabas de estrenar un nuevo podcast con Nerea Pérez de las Heras con un título irónico: Saldremos mejores. ¿Por qué no saldremos mejores?

Creo que fue absolutamente representativo el salir a aplaudir, el Resistiré todas las tardes a las ocho, sin que supiésemos muy bien si la gente estaba aplaudiéndose el antebrazo o sacudiendo la alfombra porque tan solo tres meses después estaban dando cacerolazos, desentendiéndose del conflicto que se estaba viviendo. Siempre parece que España como sociedad va a ir hacia algún lugar y acabamos yendo hacia ninguna parte. Parece como una canción de Sabina, pero es que es literal: vamos hacia ningún lugar.

Saldremos mejores es un proyecto de análisis sociopolítico de cuestiones que nos afectan de forma directa. Planteamos a través de nuestras lecturas, de nuestra experiencia o del análisis cuestiones que te puedan hacer reflexionar. También es que en el mundo podcast se está cayendo mucho –para mi gusto– en el hablar por hablar y hemos querido rescatar un formato en el que, aparte de echar una hora en tu movida, puedas nutrirte de datos. ¿Saldremos mejores? No lo creo, pero por lo menos vamos a intentarlo.

En uno de los programas de Saldremos mejores se bromea con que todavía no tenéis ninguna denuncia. Al hacer un contenido posicionado ideológicamente, ¿te preocupan las posibles repercusiones no solo judicialmente sino también de relaciones con marcas?

Pasa todos los días. Evidentemente a mí hay muchas empresas que no me quieren en sus líneas y he recibido algún toquecillo por tener un posicionamiento determinado. Pero no hay que tenerle miedo a la libertad de expresión. Lo que no podemos es tener un discurso de Miss, de “trabajo para todo el mundo, pan para todo el mundo, libertad de expresión”. No, lo tienes que ejercer. Si hay escaños en el Congreso ocupados por gente que tiene un discurso que atenta no solamente contra nuestros principios constitucionales que tanto apelan, sino contra la libertad democrática y los derechos humanos... Personas cuyo salario sale de nuestros impuestos. ¿Cómo no voy a poder yo reivindicar una renta mínima? Me parece de locos. ¿Cómo no voy a poder reivindicar que tengamos un exmonarca que paga 600.000 euros para saldar una deuda? ¿Cómo no me van a alarmar los abusos de la Iglesia? Es que me parece distópico, de coña. Lo voy a decir en todos los escenarios hasta que me muera.

Al final el posicionamiento desde la izquierda, cuando se alcanza un privilegio, tiene dos cuestiones. Una, que dejas de ser clase obrera porque ya no estás cobrando 1.023 euros al mes, como es mi caso desde hace un año y medio. Y segundo, tú tienes un deber ético y moral con todo por lo que has peleado los últimos diez años. Aquellas asambleítas por la vivienda que se hacían en 2009 o el 15M no pueden caer en saco roto ahora que tienes unos euros en el banco, qué cojones. Hay que reivindicarlo y las marcas a las que no les intereses, pues muy bien. Los espacios de curro que tampoco quieran contar contigo por tu posicionamiento, pues estupendamente. Pero yo veo a Ana Pastor, veo elDiario.es y digo: bueno, se pueden conseguir espacios. Esperemos no liarla siempre utilizando el 'presuntamente'... Igual que se sexualiza el cuerpo de la mujer hasta en los disfraces de Halloween con el apellido “sexy”, en plan “calabacita sexy”, “cuchillito sexy”. Pues de igual forma voy a empezar a decir cosas con el “presuntamente” delante. Presuntamente este señor ha robado. Quiero decir... si tú estás imputado en una movida de la Audiencia Nacional, cariño, yo no estoy imputada en la Audiencia Nacional.

No nos olvidemos también de que Twitch lo controla Amazon e Instagram lo controla Mark Zuckerberg. Son ellos los que con algoritmos también te pueden hacer daño. Ojo, porque la censura no solo nos viene desde que no podemos decir según qué cosas o estornudar según en qué bandera. Viene desde que nos comunicamos por redes que están controladas por el capitalismo imperante y meterán tijera donde les parezca bien. Pero bueno, mientras que no nos quiten la palabra... Al final puedo ir por la calle hablando con mi amiga de algo y cuando eso deje de ser una posibilidad, pues no sé, nos iremos caminando hasta Andorra o nadando hasta Tánger.

En los últimos años se ha roto un tabú en nuestra sociedad y empieza a hablarse de cuestiones que estaban invisibilizadas. En el programa de Saldremos mejores sobre el derecho al aborto tú cuentas tu experiencia. ¿Por qué es tan importante que hablemos de estas cuestiones?

Es importante representarlo porque la gente se plantea cosas si las ve. Afortunadamente, la realidad de la mayoría de las personas no es tener un suicidio próximo a ellos. La forma que tienen de enterarse es verlo representado en el mundo de la ficción o que se hable de ello para entender qué se está reclamando para que las personas no lleguen a unos niveles de depresión o de ansiedad en los que decidan terminar con su vida.

¿Y qué pasa si abortas? ¿Por qué tenemos que tener las mujeres un estrago y una culpabilidad hasta el día que queramos ser madres oficialmente por haber abortado antes? Pues porque vivimos en una sociedad catolicista y de herencia muy rancia en la que todo eso lo tienes que desmitificar. Tienes que decir: ah, mira, pues Inés, que es una persona que no tenía nada, que ha estado currando y que no se dedica ni siquiera a lo que ha estudiado, resulta que también ha abortado. No es ni una decisión fácil, ni una decisión que tenga que popularizarse. Pero tampoco podemos seguir pariendo a niños para que se vayan directamente al riesgo de exclusión social, que eso es lo que muchas veces cuando la derecha se pone en la Clínica Dator a decir “Cuidamos de tu bebecito con una oración” es para decirle: mire, váyanse ustedes a tomar por culo. Yo no necesito que recen por mí. Lo que necesito es que las empresas a las que ustedes defienden me paguen un salario digno para que yo no tenga que tomar esta decisión. Porque vivir en una sociedad enferma y extrema me lleve al momento en el que yo no puedo asumir tener descendencia. Muchas veces la decisión no solamente es porque tengo 18 años y quiero tener una vida por delante, sino porque económicamente no puedo sustentar a un menor.

La sociedad actual española está hecha para absorber todo lo que esté dentro de la normalidad y prueba de ello ha sido una pandemia. Hay que hablar de cuando se quiebra el sistema. ¿Qué pasa si trabajamos doce o quince horas diarias? Pues que la gente se vuelve cucú. Eso es una cosa que se habla en los bares. Pues hablémoslo en los medios y en la ficción. Plasmémoslo para que todos aquellos que sientan ansiedad o que tengan un conflicto con su identidad sexual o con lo que cojones sea reflexionen en torno a eso y decir: ah, vale, que no era yo que estaba fatal.

Recientemente has empezado otro proyecto que no tiene nada que ver con todo lo anterior: el podcast Payasos y Fuego, en un dúo cómico quizá más inesperado con Ignatius. ¿Cómo surgió?

Ignatius va a pasar a la historia como uno de los grandes cómicos españoles. No solamente porque de forma objetiva ha estado nominado a un Emmy, sino porque es una persona de una categoría humana excepcional y además que combina filosofía y disidencia al extremo. Es una persona muy punki y yo tenía muchas ganas de conocerlo. Coincidimos hace años en un open mic y tuve la oportunidad de charlar un poco con él. Luego, con el tiempo, quiso hacer un proyecto de podcast y yo me sumé en cuanto me lo propuso. Tenemos una hoja en blanco. Va un poco en contra de lo que critico de ir a los podcasts sin algo que decir, pero abogamos por esa propia espontaneidad, un poco Marina Abramović, que sale de la conversación. Si ahora mismo hablamos de vicios y lo vinculamos con salud mental, pues palante. Si ahora queremos hablar de la deconstrucción de Ignatius enterándose de qué son los tampax, qué es una copa menstrual, cómo menstruamos las mujeres... pues genial, tienes 48 años, dale duro. Es un espacio para la retórica.

¿Te sientes cómoda en la improvisación?

Cien por cien. Llevo tres años y medio con un show de comedia que se llama Ni puta gracia y gran parte se fundamenta en la improvisación. Es algo que me gusta porque es el tipo de vida que practico: ir lo más ceñida a la actualidad posible y respondiendo en torno a lo que el espacio te ofrece. Creo mucho en la gente que se prepara las cosas, que te hace unos bloques de stand up que te cagas y los respeto muchísimo, pero yo soy incapaz. Agradezco también que la gente confíe en formatos alternativos que puedan basarse en la improvisación, pero tampoco una improvisación de método, sino literalmente en una persona que tiene mucho morro y está diciendo cosas.

Venías de un ámbito laboral distinto, como es el Derecho. ¿Recuerdas cómo fue el proceso de sentarte a escribir por primera vez un texto de humor?

Sí. Lo más importante al final es atender un poco a cuáles son tus skills y lo que te sale del alma. Yo siempre he escrito mucho, pero no textos de humor necesariamente. El primer texto de comedia que hice era una crítica al speed dating, a Tinder y este tipo de plataformas. Decía: este es el supermercado Dia del género, está todo muy desorganizado. Hay perfiles que responden a un patrón muy concreto de conducta y de imagen. Es todo tan performático y tan distópico que me parece superinteresante decirlo de una forma graciosa y caricaturesca. Y así empecé, porque me lo propusieron a través de la Riot Comedy, un espacio de comedia femenina que lleva Penny Jay. Ella me dijo que tenía que probar, yo nunca lo había hecho. Un poco Mrs Maisel. Pues te subes borracha con un texto y más o menos vas tirando.

¿Has hecho stand up en espacios mixtos?

Sí, necesariamente. En espacios mixtos tengo que decir que no me ha ido mal, pero si a lo que vamos es a que hay una misoginia integrada dentro del mundo de la comedia la respuesta es sí.

¿Un ambiente hostil?

Claro que hay ambientes hostiles. Va por rangos. Cuando empiezas y no eres nadie, los cuatro que se conocen entre ellos se ponen a hablar y corporalmente no te están haciendo ni puto caso. Hasta que demuestras que eres graciosa. Que eso también me hace gracia y cito a Henar Álvarez con la reivindicación del derecho a ser mediocre. Hostia, tengo que estar aquí dos horas, soy la penúltima, me he tragado a cuatro personas, a cuatro señores con sus cojonazos esmegmáticos que no han tenido literalmente ni puta gracia y llego yo, lo reviento con un bloque de Malú y Albert Rivera y de pronto soy visible para ellos porque soy graciosa. Ese aval misógino masculino es verdaderamente repugnante. Se me ha planteado en alguna ocasión. Y si me meto en Twitter pues recibo 'no eres graciosa' y lo omito.

También es importante que nos posicionemos para que chavalas se animen a ello. Yo lo descubrí por casualidad, pero es que a lo mejor hay ahora niñas de 20 años que dicen: hostia, pues me fliparía, pero ¿cómo lo voy a hacer si son todo ambientes hostiles? Pues que sepas que hay una tía que lo hizo antes que tú y que no solamente hay una, que hay 25 que lo hacen. Que sepas que hay 250.

Ahondando en esto, ¿por qué los programas que se considera que tienen un público mayoritario femenino son de “comedia para mujeres” y los programas con público masculino son universales?

Porque el heteropatriarcado es universal y lo femenino es nicho cuando somos el 50% de la población. El heteropatriarcado es una losa de siglos perpetuada que estamos intentando vencer. Simplemente con el presencialismo se les están cayendo los chiringuitos porque ya son cada vez más los programas mainstream que quieren contar con tías, no como modo de blanquear su imagen, sino porque ya no les queda otra. También te encontrarás con cómicas o gente del mundo de la comunicación que te dirán que no han tenido un problema jamás. Y yo te diré que eso es mentira, porque a la que no la hayan desplazado se habrán reído de ella a sus espaldas y a la que no, le habrán dicho en su cara: “Cariño, esta falda no te entra”. La misoginia integrada es algo de huella genética social. Nosotras mismas todavía estamos deconstruyéndonos en cosas como decir “coñazo” y otras cuestiones absolutamente integradas en nuestra educación.

Los programas que son de tías no son universales porque los espacios tardan en integrarse. A mí me pasó que cuando aparecí por primera vez en La Resistencia tenía un volumen de insultos muy heavy y a día de hoy es “No, es que ha venido para quedarse”. Hay que integrarse en espacios mixtos y ganar terreno. También es verdad que para mí es un espacio más cómodo currar con tías. Pero hay que apostar por romper barreras para que nuestro mensaje cale a una audiencia a la que de una forma orgánica de momento no estamos llegando. Esto es una realidad, a no ser que hagas algo muy mainstream o seas la que acompaña a Wyoming, que eso es grave. Y eso pasa en La Sexta. No está pasando en la tele del toro.

Has mencionado los comentarios en redes sociales, que son habitualmente otro ambiente hostil para las mujeres... ¿Cuál es tu relación con ellas?

Si tengo más tiempo las veo más y si tengo menos tiempo, menos. Para mí son herramientas de trabajo, no echo mucho ocio porque creo que son muy venenosas. Es muy fácil si tienes un carácter un poquito compulsivo/obsesivo caer en bajonas. Como curro de ello, me limito a entrar para soltar mi movida y pirarme. Consumo prensa o Twitter, pero lo que pasa es que va por rachas. Si al final haces una colaboración en La Resistencia, pues también tienes un sector de tu propio lado que te dice: pero qué mierda es esto. Siempre vas a ser objeto de crítica en el momento en el que pongas un paso en la exposición.

Entrevista completa a Inés Hernand

Vídeo: Judit Florit, Alejandro N. Bustamante y Nando Ochando

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