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Labaki sacude Cannes con una durísima inmersión entre los inmigrantes sirios

EFE

Cannes (Francia) —

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La realizadora libanesa Nadine Labaki sacudió hoy el Festival de Cannes con una durísima película en la que entra de lleno en la vida diaria de los sirios que tras huir de su país en guerra están en el limbo legal, sin papeles y sin ayudas, invisibles al mundo.

De los “niños maltratados, de los inmigrantes, de los trabajadores ilegales, de la esclavitud moderna, de la noción de fronteras y del pasaporte que determina nuestra existencia y sin el cual estas personas están completamente excluidas de la vida”, explicó en rueda de prensa Labaki, una de las tres mujeres que compiten por la Palma de Oro de Cannes.

Eso es lo que cuenta en la aplaudida “Capharnaüm” (Cafarnaúm), la historia de Zein, un niño de 12 años que se escapa de su casa cuando su familia decide entregar a su hermana de 11 para casarse con un hombre de 30. Su desesperación, su rabia y el odio a la vida hacen de él un superviviente sin ganas de vivir.

Es el tercer largometraje de Labaki, una historia en la que ha querido contar lo más realmente posible la vida de unas personas que prácticamente se interpretan a sí mismas en el filme.

Actores no profesionales que han puesto muchas de sus vivencias en los personajes que protagonizan el filme, en el que Labaki ha volcado lo que para ella es el cine, un compromiso y una responsabilidad.

“Para mí, el arte y el compromiso van de la mano. Creo realmente en el poder del arte para provocar cambios. La política necesita también mucho arte para cambiar su perspectiva”, afirmó la actriz y realizadora, conocida sobre todo por su película “Caramel” (2007).

Especialmente, agregó, “cuando vivimos en una región tan difícil como Oriente Medio donde hay muchas cosas por hacer”. De ahí que para ella sea esencial un compromiso en el cine que si no le permite cambiar las cosas, al menos logra abrir un debate.

Eso es lo que ha conseguido con “Capharnaüm”, una emotiva película en la que todo el peso de la historia recae sobre el espectacular Zain Alrafeea, que interpreta a Zain.

Sus enormes ojos introducen al espectador en una vida que podría ser realmente la suya, ya que es un niño sirio que llegó con su familia a Líbano cuando tenía ocho años y no ha tenido papeles hasta después de realizar la película.

Con cara de sorpresa y pocas ganas de hablar -se limitó a señalar que el trabajo fue fácil-, el niño acompañó a la realizadora a la rueda de prensa para dormirse junto a ella casi inmediatamente.

Poco que ver con la desbordante energía que muestra en una película en la que se convierte en un pequeño adulto pero sin la experiencia ni los conocimientos necesarios para asumir el cuidado de otro niño, de un año, que se queda tan solo como él.

La cámara sigue continuamente a estos dos menores en un retrato veraz y dramático de la vida en la calle, algo que se repite en la realidad entre la gente que tiene que abandonar sus hogares y países, resaltó la realizadora.

“Se necesita intención y deseo de cambiar las cosas, es lo que falta en la política y en la sociedad”, afirmó combativa Labaki, quien recordó que la Convención de Derechos de los Niños de la ONU reconoce su derecho a una identidad, educación, alimentación o amor.

Pero nadie vigila que esto se cumpla. “Hay leyes escritas y convenciones solo para que nosotros los adultos durmamos tranquilos”.

“No nos damos cuenta de la cantidad de niños que están solos en Líbano, miles y miles, que nacen y mueren sin que nadie lo sepa, que están excluidos de la sociedad, que ni siquiera existen. Están sometidos a formas de negligencia extrema”, resaltó.

Son niños que “acaban por no tener ningún sentimiento. No hablan, no miran, no juegan, no toman los juguetes, no ríen, no cantan, no lloran...ya no reaccionan porque nadie les toca, nadie les mira, nadie les quiere, les tratan como objetos y solo esperamos a que la vida se ocupe de ellos”.

Un discurso tan comprometido como un filme titulado como una de las ciudades clave en la vida de Jesús de Nazareth, que tardó seis meses en ser rodado y que acabó en una primera versión de 12 horas que tras mucha labor de montaje se quedó en dos.

Alicia García de Francisco

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