David Trueba: “Los votantes son cada vez más infantiles y manipulables”
Hacía años que David Trueba tenía pensada una novela en la que destripara el ambiente de la política por dentro y pusiera en el foco de sus dardos narrativos tanto a políticos como a periodistas. A través del trepidante y divertido relato de la campaña electoral de una candidata ficticia (Amelia Tomás, “La mujer que necesitas”) el escritor refleja en Queridos niños (Anagrama) esa gran metáfora del mundo contemporáneo que es la política. El título de esta novela, que acaba de publicarse, se refiere al término con el que el protagonista define a los electores y Trueba reconoce con pesar que “por desgracia los votantes son cada vez más infantiles y manipulables”.
Desde esa posición lúcida y crítica que siempre ha desplegado este escritor y cineasta, Trueba señala en una conversación con eldiario.es: “La política ha pasado de la reflexión a un punto en el que la representación es más importante que la esencia. Ya somos absolutos esclavos de la imagen. He tratado en mi novela de narrar una situación genérica y por ello no hablo de partidos ni de líderes concretos e identificables. Me preocupaba mucho que el lector no pensara que pongo a todos los partidos en el mismo saco, pero al mismo tiempo no quería que fuera una lectura maniquea, de izquierdas y derechas. Quería retratar a un gran cínico a través del protagonista, un periodista y asesor de imagen, pero no pretendía hacer una novela cínica”.
Vemos hasta qué extremo la democracia ha convertido valores morales en valores deportivos
Como en muchas de sus novelas, David Trueba utiliza el humor como bisturí de los hechos que narra o de los personajes que describe. Así las cosas, aplica motes como Los Cuervos o Los Lobos a esos partidos indefinidos de su novela o define a candidatos como El Mastuerzo, La Cachorra o El Santo. El propio narrador, Basilio, un periodista gordo, alcohólico y muy cínico, responde al sobrenombre de El Hipopótamo y se halla en las antípodas de lo que debe ser un informador honesto. Con una larga trayectoria a sus espaldas como novelista (Saber perder, Blitz, Tierra de campos…), además de una reconocida carrera como director de cine (Soldados de Salamina, Vivir es fácil con los ojos cerrados…) y recién cumplidos los 52 años, este intelectual madrileño afirma muy serio que “la única revolución posible es la honestidad personal”. “Si usamos las armas de la deshonestidad”, explica, “nuestros valores se pervierten. Las buenas causas solo pueden ser defendidas con honestidad. En Queridos niños también responsabilizo a los ciudadanos de los defectos y las carencias de nuestra sociedad. Los políticos no son los únicos culpables porque la gente común engaña a Hacienda o practica el enchufismo con amigos y familiares. Creo que a los españoles nos falta un paso de madurez y caemos en justificar los errores de los nuestros criticando los errores de los demás”.
Novela por etapas, como La Vuelta
Al igual que hiciera en Tierra de campos, su anterior novela, el hermano menor de la saga de los Trueba se sirve en Queridos niños de la técnica de la road movie (película de carretera) para mostrar al lector las entretelas de una campaña electoral en la que una candidata recorre media España acompañada de un pequeño grupo de asesores y de los periodistas que siguen a la caravana. De este modo, la novela está ambientada en multitud de ciudades españolas y por sus páginas desfila una galería de variopintos personajes, desde candidatos locales a empresarios pasando por el público de los mítines o los entrevistadores de las televisiones. “La verdad”, comenta Trueba, “es que la novela transcurre en etapas como si fuera la vuelta ciclista a España y así vemos hasta qué extremo la democracia ha convertido valores morales en valores deportivos. Lo único importante es ganar a cualquier precio. Ahora bien, el que gana en política debe ser consciente de que ha de gobernar para todos y respetar a las minorías. Por todo ello resulta fundamental que los controles funcionen en una democracia, es decir, el Parlamento, los jueces, la prensa…”.
La prensa de calidad siempre supone un canal antipático para los gobernantes y los poderosos
En su novela Trueba se muestra desesperanzado por la falta de preparación ciudadana, de una educación pública democrática que permita a los votantes decidir con libertad a partir de una información honesta y seria. “Es increíble”, afirma el autor, “que en las dos últimas décadas todo se resuelva con lemas simples y superficiales del estilo de tu país primero o te doy libertad. Por ello hemos visto que Donald Trump gobernaba a golpe de tuit para evitar a la prensa incómoda o que Isabel Díaz Ayuso da lecciones de libertad mientras vulnera derechos. Aquí conviene recordar que la prensa de calidad siempre supone un canal antipático para los gobernantes y los poderosos”.
David Trueba traslada asimismo sus críticas al cine y al periodismo, dos sectores que conoce muy bien este director, guionista y columnista de prensa de múltiples registros, como su admirado Fernando Fernán-Gómez sobre el que rodó un documental. “En el cine”, comenta con tristeza, “ya no existe debate ni análisis de las películas y el papel de los críticos ha pasado a ser irrelevante. Ahora mismo aparecen más reportajes de prensa rosa sobre actores y actrices que entrevistas con directores mientras las grandes distribuidoras invitan a periodistas a los rodajes a todo lujo. Como señala un productor amigo, en la actualidad las mejores películas son aquellas que más dinero obtienen y para ello la industria invierte sumas astronómicas en marketing para promocionar sus superproducciones”.
En el cine ya no existe debate ni análisis de las películas y el papel de los críticos ha pasado a ser irrelevante
Alterna los filmes con las novelas desde hace muchos años y señala que cada proyecto suele venir asociado en su cabeza a un género, bien cinematográfico o literario. Confiesa David Trueba que encuentra placer en dedicarse a estos oficios, incluido el periodismo, que califica como “la primera forma de curiosidad”. “El periodismo”, apostilla, “obliga a estar en contacto permanente con la realidad y eso representa algo básico para un creador. Rafael Azcona decía que el cine italiano se fue a la mierda cuando sus guionistas dejaron de utilizar el transporte público”.
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