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Héctor Abad Faciolince: “Todo lo que hace el Gobierno colombiano es mediocre y desafortunado”

El escritor colombiano Héctor Abad Faciolince.

Rocío Niebla

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La vuelta de vacaciones tenía una esperanza hecha literatura llamada Feria del Libro de Madrid. Y en ella, muchos de los lectores y lectoras imaginaban encontrarse con escritores colombianos de la talla de Piedad Bonnett o Santiago Gamboa. Colombia era país invitado y cuando se comunicó la lista de escritores en delegación oficial, las ausencias eran llamativas. Héctor Abad Faciolince, autor de El olvido que seremos —trasladado a la gran pantalla por Fernando Trueba—, era uno de los nombres más esperados. Pero el Gobierno de Colombia le dio la espalda. Cuando al embajador en España le preguntaron por ello, contestó que habían tratado de traer “cosas muy neutras, donde prime el lado literario de la obra”. El Gobierno de Iván Duque no ha podido evitar que Héctor Abad Faciolince finalmente pasara por la Feria, invitado por su propia editorial, y así poder firmar su última obra, Lo que fue presente (Alfaguara), un compendio de sus diarios. Dicen que todos los caminos llegan a Roma. Puede que la justicia poética exista. 

Héctor Abad Gómez, su padre y protagonista de su libro más leído y vendido, El olvido que seremos, se dedicó a la defensa de la igualdad social y los derechos humanos hasta el día que lo asesinaron. ¿Usted es en eso como su padre? 

Yo no heredé su compromiso social, no soy un activista ni una persona tan valiente como lo fue él. No me dedico a trabajar para los demás, pero sí soy fiel a lo que me enseñó: que uno tiene que vivir como sus inclinaciones y valores le digan. No tengo muchos talentos pero he cultivado el jugar con las palabras y a ello me dedico. Con ellas trato de no ser ni un irresponsable ni un indolente en las cuestiones sociales. 

En abril, Colombia protagonizó la información debido a las huelgas, al llamado paro nacional, ¿cómo lo vivió usted?  

Con desasosiego, con desesperanza y tristeza. Por un lado, las reivindicaciones de los jóvenes tienen todo el sentido y no les sobran los motivos. Pero la parte violenta y destructiva de las movilizaciones fue muy difícil de tragar. Uno puede entender la rabia, pero no la que destruye los bienes de servicio público que le sirven precisamente a las personas pobres.

La otra parte, la respuesta oficial y policial, fue espantosa. La represión fue horrible. La autoridad se comportó de manera irresponsable e ineficiente.

¿Cuál fue la implicación de los intelectuales de su país en el paro nacional?

De todo tipo, algunos salieron a marchar y estaban completamente de acuerdo, otros escribieron sobre eso, otros se abstuvieron. Yo no marché pero escribí sobre lo mediocremente que actuó el Gobierno del presidente Iván Duque. No tengo muchas esperanzas en que actúen distinto, con cierto desdén, sin invitaciones reales al diálogo. Todo lo que hace este Gobierno es de una manera mediocre y desafortunada. 

Ni en los tiempos de Uribe había estas listas de escritores que podían ser invitados o no

¿Cómo lee usted que el Gobierno de España haya condecorado a Iván Duque?

Iván Duque venía a la Feria del Libro de Madrid a presentar un libro suyo, acompañado por escritores funcionarios y por el editor de su esposa. También venía rodeado de torpeza. Ni se dignó a visitar la Feria. Son tan ineptos que ni en los tiempos de Uribe había estas listas de escritores que podían ser invitados o no. Fueron bastante torpes porque si nos hubieran invitado no habríamos aceptado, y ellos hubieran quedado como abiertos y pluralistas. Han quedado como unos ineptos que tratan de inventarse un nuevo género literario: el género neutro. (Se ríe). Y lo de la condecoración del Gobierno de España... (ríe) me da como risa... (ríe). 

¿Es usted un escritor no neutral? 

Ese género de la literatura neutra que es tan novedoso... (se ríe). Recién inventado me recuerda a cuando yo fui profesor de castellano en Italia y a veces oí la idea de que debía enseñarse un castellano neutro. Que era un español que no tuviera nada de regional ni de tu propia casa. Nada familiar, ni de tu pueblo o tu barrio. Cuando yo me pongo a pensar en ese español neutro, en cada palabra encuentro política y la esencia de mi pueblo. Lo único que se puede hacer entonces es quedarse callado. La literatura neutra, para existir, tendría que ser una literatura silenciosa. Imagínese, un libro de páginas en blanco (ríe). 

¿Qué escondían aquellas palabras del embajador?

Las declaraciones revelan una ignorancia de lo que es escribir, que conlleva opinar. El presidente Duque tiene un asesor, una persona muy cercana, que fue su jefe en el Banco de Washington. Ese señor es jugador de polo y rejoneador. No sé si hay un rejoneo neutro (ríe), pero cuando uno tiene a un torero de asesor solo tiene pullas y banderillas como herramientas. Y se puede pensar que igual que se doma a un toro, las banderillas funcionan para acallar escritores..

¿Escribir es meter el dedo en la llaga?

Escribir es tantas cosas... pero una de ellas es no tener miedo a mostrar la llaga o, como la imagen de Santo Tomás, dudar de todo y meter el dedo en la llaga. Escribir es atreverse a decir lo indecible y a tocar lo intocable. 

La literatura neutra, para existir, tendría que ser una literatura silenciosa. Un libro de páginas en blanco

¿Qué ha escrito o dicho usted para que molestara tanto y no lo incluyeran en la lista oficial de escritores?

Fue por algo que escribí en El Espectador, el periódico más antiguo de Colombia. El texto versaba sobre que al Presidente de Haití lo mataron un grupo de mercenarios colombianos. Hay una situación muy insólita en nuestro Ejército: uno puede entrar a los 18 años como soldado y a los 20 años de servicio jubilarse. Hay gente que a los 38 años se retira y tiene una pensión pero, además, trabajan como asesinos a sueldo. Esta gente recibe instrucción militar pagada con nuestros impuestos. Y en el artículo me preguntaba si el Ejército colombiano forma a soldados o a sicarios. ¿No sería el momento de hacer alguna reforma en esta institución tan intocable? Este tipo de reflexiones a Iván Duque no le interesan.

¿Le ha pasado factura ser disidente al Gobierno de Iván Duque?

Todo lo contrario. En ocasiones cuando un poder intenta ser autoritario, no te pasa mala factura, más bien te beneficia (se ríe). El cardenal López Trujillo de Medellín, que más tarde fue un alto prelado en el Vaticano dedicado a la familia y a prohibir el condón en África, me expulsó de la Universidad de Medellín y yo llevo esa expulsión como una medalla (ríe). Fue porque escribí un artículo contra el papa Juan Pablo II. Y no ser invitado en la delegación oficial del Gobierno de Colombia para la Feria del Libro de Madrid lo llevo como una condecoración más. 

¿Le extrañó que no le invitaran?

Uy, no. Me pasó otra buena con Santiago Gamboa (también vetado en España). Nos invitaron a un festival de literatura en Salónica, Grecia. El Cónsul Honorario de Colombia en Grecia pagó con su propia plata que fuéramos. Y como Colombia no tiene embajador en Grecia, la embajadora colombiana de Italia llamó a ese cónsul para amenazarle con echarle porque nos había invitado. Consideraba que ella era la única que podía invitar a escritores. Y le dijo al cónsul esta maravilla: que recordara que ella, la embajadora de Colombia en Italia, estaba a la derecha de Mussolini. El Gobierno de Colombia tiene unos embajadores del nivel de los soldados profesionales (*).

¿A qué se refiere con esa comparación?

En el Ejército de Colombia se les da [a los soldados] muy mal formación porque acababan siendo mercenarios cuando se jubilan. A los políticos a los que me refiero, los embajadores, que no son diplomáticos de carrera sino diplomáticos a dedo designados por el Presidente, tienen una formación que no es adecuada. Y, como la de los soldados, la formación es mediocre.

Cuando un poder intenta ser autoritario, no te pasa mala factura ser disidente, más bien te beneficia

El Comité Nacional del Paro está otra vez de movilizaciones para exigir una renta básica, el fortalecimiento de la salud y mejoras laborales para enfrentar la pandemia, ¿cuáles son los principales problemas de su país?

La desigualdad social. Toda persona por el hecho de serlo merece unos mínimos. Los mismos que señalaba mi padre y por los que se le acusaba de comunista peligroso. Son muy simples: acceso al agua potable, al aire limpio, al abrigo, es decir, una casa decente, alimento y afecto. El afecto es más abstracto pero tiene que ver con que haya unas condiciones sociales y familiares que te protejan y te cuiden. Me gusta venir a España porque no siento la culpa y la angustia permanente que da vivir en Colombia, hay una gran desigualdad que se palpa a todas horas y en cualquier esquina.

¿Cómo está de salud la literatura colombiana?

En mi país hay tres cosas que van bien: la cardiología en la sanidad pública, el ciclismo y los escritores. La tradición y el prestigio hace que dedicarse a estos tres oficios sea bien apreciado por la comunidad. Los buenos médicos, los buenos ciclistas y los buenos escritores reciben afecto desmesurado. Ahora necesitamos que los maestros y los profesores tuvieran el mismo prestigio. Tenemos un déficit de maestros y de padres. No sé qué pasa con los varones colombianos que no se hacen cargo de sus hijos. Colombia está lleno de padres abandonadores.

¿Tiene algo que ver que usted escribiera sobre su padre?

Sí, porque en Colombia ha habido mucha madre pero poco padre. Y necesitamos transformar esa parte tan importante de la vida. Si uno escoge ser padre tiene que serlo para siempre y de forma responsable. La paternidad es la experiencia más radical que he vivido.

Hace poco falleció su madre y en España fue noticia. ¿Cómo se encuentra?

Estoy recuperándome muy poco a poco. Tardé 20 años en escribir un libro sobre mi padre y no he sido capaz de escribir ni un artículo sobre ella... ahora voy a necesitar otros 20 años para escribir un libro sobre mi madre (ríe). No, en principio no quiero explorar por ahí. Mi madre fue una mujer extraordinaria pero no tengo que reivindicarla, como fue el caso de mi padre. A mi mamá todo el mundo la adoraba y a mi padre mucha gente lo odiaba hasta el punto de que lo asesinaron en medio de una calle.

(*) Fe de erratas: En la primera versión de esta entrevista, se atribuyó a Héctor Abad Faciolince una declaración que nunca dijo, poniendo en su boca la palabra “sicarios” en lugar de “soldados profesionales”. Esto sucedió debido a un error de la periodista. elDiario.es pide disculpas por esta equivocación a Héctor Abad y a nuestros lectores.

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