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Las pequeñas salas y compañías teatrales capean la tercera ola: “Queremos salir adelante”

Los socios de la sala Arimaktore, en Barakaldo

Clara Giménez Lorenzo

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El 30 de enero, el Teatro Pavón Kamikaze, toda una institución en el panorama escénico madrileño, bajó el telón por última vez. Llevaba funcionando cinco años y acumulaba numerosos éxitos, incluyendo el Premio Nacional de Teatro en 2017. Pero también deudas, porque la supervivencia de un teatro privado y con propuestas innovadoras tampoco era sencilla durante la vieja normalidad. El cierre definitivo estaba fechado para junio de 2021, pero la pandemia obligó a adelantar seis meses el adiós. 

“Era inevitable. Hay que aceptarlo y soltarlo, despedirnos con dignidad”, afirmaba en diciembre uno de sus socios al conversar con elDiario.es. El Kamikaze no volverá abrir, pero otras salas y compañías privadas continúan navegando la tercera ola de la pandemia, tras un año en el que las artes escénicas europeas han perdido un 90% de ingresos, según los resultados de un informe encargado por la GESAC, la Agrupación Europea de Sociedades de Autores y Compositores donde está integrada la SGAE, que apunta que los efectos de la crisis se sentirán en la cultura durante una década. 

“El sector es pura incertidumbre”, apunta Pilar de Vicente,  directora de Escena Studio, una escuela de teatro musical ubicada en Rivas-Vaciamadrid. En su centro ya estaban familiarizados con la metodología online, así que el traslado a lo virtual no supuso un gran problema. “Tuvimos una reducción del 40% del alumnado y salimos adelante gracias a los ERTEs, además de ayudas individuales y la reducción del alquiler del local que nos hizo el propietario”, explica. “Como autónoma he tenido también una ayuda estatal, la moratoria de las hipotecas, sin eso habría sido muy, muy complicado”.

Escena Studio dispone de una compañía formada por alumnos, actualmente parada. “En ese terreno hemos perdido todas las opciones”, lamenta Pilar. “No puedes exponer a la gente cuando es por aprendizaje”. Sin embargo, algunos proyectos siguen adelante, como el musical Magallanes, pensado para formar a profesionales desde cero, y Pilar dice sentirse afortunada. “Hemos generado una buena vinculación con los alumnos y nos hemos preocupado por las familias. Cuando empezó la pandemia, teníamos alumnos que no podían pagar y no quisimos que se desconectaran, intentamos ayudar”. “Serían muy útiles medidas como, por ejemplo, prorrogar las moratorias hasta septiembre”, recalca.

Estrenar en pandemia

Erik Leal es productor teatral y uno de los ocho socios de la sala Arimaktore, que lleva casi nueve años activa en Barakaldo, Vizcaya, y tiene un aforo total de 50 butacas. Durante el confinamiento buscaron alternativas, como montar un programa de entrevistas en Youtube “para seguir manteniendo a ese público fiel conectado con nosotros”, dice Erik, orgulloso de formar parte de “una de las pocas salas privadas y asociativas de la Margen Izquierda”. Antes de la pandemia, estaban a punto de invertir 11.000 euros para ampliarla, pero ahora la mayoría de sus socios se encuentran “en una situación muy precaria” tras haber perdido sus proyectos paralelos como actores. 

“Nos sentimos olvidados, hay un grueso importante del sector cultural que está en régimen asociativo, a nosotros nuestro tamaño y nuestro régimen nos ha lastrado a la hora de conseguir ayudas”, señala el productor vasco. En su caso, el Ayuntamiento de Barakaldo ha otorgado ayuda a posteriori para sufragar parte del alquiler del local. Pronto van a estrenar una comedia, La nueva subnormalidad, aunque Erik teme que las restricciones de movilidad y los continuos cambios de horario por el toque de queda lastren la afluencia de público, que suele venir desde otros municipios.

Otro artista que espera sentir los nervios del estreno es Fernando Manso, que el 12 y 13 marzo dirigirá la comedia argentina Chicos católicos, apostólicos y romanos en el Teatro Real Carlos III de Aranjuez. La idea de traer la obra desde Argentina se retomó después del confinamiento, e implicó la realización de los casting y los primeros ensayos de forma online. “Ahora hacemos menos ensayos presenciales de lo normal para evitar el contacto”, explica, y agradece que el proyecto funcione gracias a la calidad humana de su equipo, que ha sabido adaptarse a las circunstancias.

“Es una obra alocada y amena, tiene ritmo, música y baile”, relata. “Creo que en estos momentos encaja este prototipo de teatro, la comedia que que implica desconexión, el hacer reír. Ese fue uno de los factores que nos incitó y nos unió para empujarla hacia delante”. Su productora, FMproduce, no ha recibido ninguna ayuda económica, pero de momento consiguen subsistir.  “Con este ejercicio, conseguimos demostrar que la cultura es segura”, subraya Fernando.

Volver a casa o trabajar en otra cosa

Casi un año después del shock inicial de marzo, a muchos se les hace difícil ver cómo inevitablemente se aplazan y cancelan proyectos cerrados. “El Kamikaze no va a ser el primer teatro que cierre”, lamenta Jorge Amor, integrante de la compañía Rodetacón. Aunque en el mes de octubre estrenaron un musical en el teatro La Latina, la fuerza de la segunda ola “trajo un miedo generalizado y la gente ya no venía al teatro”. Debido a la cancelación de una gira, ha tenido que abandonar Madrid y volver a su pueblo natal en Badajoz, desde donde busca empleo tras un mes difícil: tanto él como sus padres contrajeron COVID.

En una situación similar se encuentra Juanjo F. Larcon, un actor murciano que ve cómo en 2021 continúan desvaneciéndose sus horizontes laborales. Interpretaba a uno de los personajes de Extinción, la galardonada obra de Luisma Soriano que iba ser representada en el Teatro Circo de Murcia y que se canceló por segunda vez en enero, a una semana del estreno. Ha sido reprogramada para marzo, pero Juanjo no sabe si durante esas fechas podrá estar disponible, pues hasta entonces busca trabajo “de lo que sea”. Él ya compaginaba sus proyectos escénicos con la hostelería, al igual que muchos otros profesionales de un sector ya de por sí inestable y precario, pero la empresa para la que trabajaba cerró. 

“Siento un cariño especial por la obra y la compañía, tengo un compromiso con mis compañeros para que salga adelante”, asevera Juanjo. “Estás esperando un dinero, de repente lo pierdes...intento no pensar mucho en ello, me genera mucho estrés e impotencia”. Cuenta que el día después de conversar con elDiario.es tiene una entrevista para un puesto como vendedor telefónico; lograrlo implicaría no volver a casa de sus padres. Irónicamente, mientras preparaba Extinción, una obra muy exigente —la versión original dura más de cuatro horas—, rechazó otras oportunidades en el ámbito teatral. “Siempre digo que estamos jodidos con respeto, entiendo cómo se ve este mundo desde fuera”, opina. “Solo quiero vivir honradamente, no pienso que lo mío sea lo mejor”. 

El teatro es seguro

Todos los entrevistados coinciden en el mismo mensaje: la cultura es segura, y especialmente el teatro. “La gente no habla, los actores se hacen sus PCR, las entradas y salidas están controladas...lo problemático es que para las salas y compañías el aforo sea suficiente”, expresa Pilar. Por eso, cree que son necesarias campañas como la del Ministerio de Cultura de cara a incentivar la asistencia del público, además de “soluciones imaginativas” como el crowfunding, funciones por streaming o programas atractivos para fidelizar abonados. “Más allá de ayudas directas, falta diálogo y organización”, señala. 

Según apuntó recientemente la Comunidad de Madrid mediante un comunicado, no ha sido detectado ningún brote en las casi 4.000 actividades culturales realizadas desde junio en la región. “Evidentemente, los criterios sanitarios van antes que cualquier actividad económica, pero creo que es necesario un plan de incentivación cultural, igual que lo va a haber en el turismo y lo estamos viendo en el comercio local, un plan que tenga en cuenta el tejido asociativo”, pide Erik. Para Jorge, el sector teatral privado está sobreviviendo gracias al empeño de muchos productores y directores que intentan salvar proyectos con la mirada puesta en este verano.

El cierre de las pequeñas salas y compañías implica la pérdida de diversidad en el panorama escénico, advierten Erik y Jorge, con deseos de que en unos meses “se abra paso un poco de luz”. Pilar y Fernando quieren transmitir esperanza: “La gente de artes escénicas somos personas creativas, queremos salir adelante”, afirma la directora de Escena Studio. “Son momentos difíciles, cuando estamos todos juntos trabajando no olvidamos, pero sí que creemos de verdad que tenemos que lograrlo, creo que es algo mágico”, concluye Fernando.

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