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'Agatha Christie: Inocencia trágica', aún estás a tiempo de descubrir al culpable
No hay nada como un buen Whodunit –la contracción de Who has done it? (“¿Quién lo ha hecho?”) que acoge una herencia literaria tan extensa como apasionante– para enganchar al lector o al espectador. La construcción por excelencia de la novela policíaca, planteada como rompecabezas para descubrir al culpable de un crimen, despierta algo único en quien se dedica a descubrir las piezas, pues apela íntimamente no solo a los protagonistas de cada aventura, sino a quien está al otro lado de la ficción: a nosotros. Nos hace partícipes de cada pista, cada giro inesperado.
Por eso, Agatha Christie tenía una máxima que se repetía a sí misma cuando se dejaba llevar por la inspiración. Una norma que raras veces traicionaba: “Solo hay una receta para escribir una novela policíaca: el detective no debe saber nunca más que el lector”. Y así fue como nunca supimos más que su Hércules Poirot, la genial Miss Marple, o los inseparables Tommy y Tuppence Beresford.
Bien lo ha sabido entender la guionista y productora Sarah Phelps que, tras adaptar Diez Negritos y Testigo de Cargo, ambas emitidas originalmente en la BBC, ha conseguido con Inocencia Trágica un pequeño prodigio audiovisual: su mayor grado de conexión y comprensión de la obra de la reina del suspense es también la más lograda de sus obras. Agatha Christie: Inocencia trágica se emitió en #0 de Movistar+ en agosto, pero sigue disponible bajo demanda en la plataforma.
Nadie está libre de sospecha
Durante la Navidad de 1954, una de las mujeres más poderosas de la alta sociedad británica, Rachel Argyll –interpretada por Anna Chancellor-, es asesinada. El escándalo se vuelve insosteniblemente popular, así que para el departamento de policía es imperativo cerrar el caso cuanto antes. Durante la investigación, en la escena del crimen aparecen las huellas de su hijo adoptivo Jack –a quien da vida el joven de mirada perturbadora Anthony Boyle–, que termina dando con sus huesos en prisión acusado del crimen. Entre barrotes verá como su vida se extingue.
Dieciocho meses después, el pasado volverá para ajustar cuentas cuando los Argyll reciban la visita del doctor Arthur Calgary –el actor inglés Luke Treadaway–, un desconocido que afirma que Jack no cometió el asesinato. Aunque el chico murió en prisión, el caso se reabre para buscar al verdadero culpable.
Inocencia trágica se publicó originalmente el 3 de noviembre de 1958, después del éxito de El tren de las 4:50, un caso de Miss Marple, y justo antes de esa siempre poco reivindicada aventura de Hércules Poirot llamada El gato en el palomar. Eran, ya por entonces, sus dos personajes más populares, así que de tanto en cuanto la célebre autora británica necesitaba descansar de ambos. Entonces se dedicaba a dar largos paseos y a buscar inspiración lejos del ajetreo. A veces, esta podía llegar observando el rocío de una mañana helada en Greenway, otras, mirando el escaparate de una sombrerería en Londres.
Un día, decidió que tenía que romper con su estilo detectivesco para privilegiar la exploración psicológica de personajes. Y así surgió Inocencia trágica, una novela que, como ella misma afirmaba en su autobiografía, le había encantado escribir por cuanto descubrió de sí misma en ella.
Sarah Phelps escribe y produce ahora una adaptación en tres episodios, que dirige Sandra Goldbacher, en los que absolutamente todo está bajo el servicio de esta premisa psicológica. Una ambientación exquisita, una puesta en escena singularmente opresiva y un reparto brillante en el que destacan la perturbadora Eleanor Tomlinson y el siempre sugestivo Bill Nighy. El resultado: una de las mejores adaptaciones de Agatha Christie de los últimos tiempos.
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