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Circus Ronaldo, la compañía del asombroso equilibrio entre el teatro y el circo

Danny Ronaldo y Pepijn Ronaldo en 'Sono Io?'

Pablo Caruana Húder

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Sono Io? es una pieza de puro clown, donde un padre y su hijo, Danny y Pepinj Ronaldo, se encuentran. El padre anda ensimismado en el pasado, en las glorias de un viejo payaso. Vive en el propio escenario de su carpa, metido en una bañera, escucha los aplausos de sus viejos shows. Su hijo llega allí sin pasado, solo con ojos de futuro. Intentarán encontrar un espacio compartido en el presente.

A partir de ese conflicto generacional se abre una pieza que apela a la emoción sin edulcorarla. Ambos hablan una especie de lenguaje inventado, un grammelot, que estos belgas han recogido de los antiguos comediantes del arte italianos del siglo XVI y que hoy les facilita que les entiendan igual cuando giran por todo el mundo, desde Gante a Hong Kong. Teatro y circo. Arte popular y esencialismo escénico que además surge de una de las familias de circo más antiguas del continente.

Los artistas responden por videollamada desde Bélgica, en el espacio donde viven y crean sus obras, cerca de Bruselas. Allí reside el núcleo de la compañía, no más de siete personas. Los cabezas de la compañía son los hermanos Ronaldo, David y Danny, que heredaron el oficio de su padre, que a su vez lo recibió del suyo y así sucesivamente hasta 1842. La compañía ha visitado en varias ocasiones España, estuvieron hace décadas en Málaga, han pasado dos veces por el Festival Grec de Barcelona, incluso hace 12 años recalaron en Madrid, en el Circo Price, “ah, y en un festival hermoso de títeres en Segovia en el año allá por el 2002 con un espectáculo que se llamaba Fili”, añade Danny Ronaldo refiriéndose al imprescindible Festival Titirimundi. Pero su historia no es conocida en España. Comencemos por sus orígenes.

Desde 1842

“El primer paso en la profesión de la familia fue hace casi 200 años, en 1842. Un niño con 15 años se escapó de donde vivía en Gante con el circo. Era un gran circo alemán, me imagino que vio un mundo tan diferente al suyo que decidió huir. Creció en el circo, tuvo que hacer todos los trabajos más sucios y, poco a poco, se convirtió en un gran acróbata a lomos de un caballo”, cuenta Danny, hoy el pater familias de la compañía.

“Pero lo más importante es que se casó con una jovencita de una compañía de teatro y comenzaron a hacer una mezcla entre el circo y el teatro. Abandonaron el circo y crearon una especie de compañía de teatro circense ambulante que construía un pequeño teatro de madera en cada ciudad a la que llegaban. Viajaban como un circo, con sus vagones, pero era un teatro con grandes piezas dramáticas y grandes efectos escénicos. La imaginación era algo muy importante en la época en el teatro, todavía no existía el cine” sigue explicando el clown flamenco mientras su hijo Pepijn escucha callado, mirándolo.

“A partir de ahí cada generación fue haciendo su adaptación de esta mezcla de circo y teatro. Siempre hubo alguien en la familia que continuó la tradición. Hasta que mi abuelo perdió todo en la Segunda Guerra Mundial, los vagones, las carpas, todo. Tan solo conservamos algún vestuario y escenografías de aquella época, todo lo demás se perdió. Después de la guerra, mi padre, que era un jovencito, se encontró sin circo, con la tradición rota y en una Europa devastada. Se convirtió en músico, le gustaba mucho el country, era la música que venía de América, la música de los héroes que nos liberaron. También del jazz. Y con esa influencia de la música del oeste comenzó a construir un show con látigos y lazos inspirado en el Viejo Oeste”, recuerda.

Nació el Nuevo Circo Ronaldo que es donde Danny creció junto con su hermano David. No eran buenos tiempos para el circo: “En los años sesenta y setenta el circo en Europa se convirtió en algo muy comercial. No era siempre un ambiente agradable para un joven que tenía sueños. Así que en los ochenta, nosotros comenzamos a crear nuestra propia versión del circo, decidimos volver a la tradición familiar y acercarnos al teatro de nuevo”, recuerda Danny mientras su hijo callado sigue mirándolo.

Los comienzos fueron duros, de investigación, “buscábamos la pureza, la manera en que la magia del circo sobreviviese en el teatro y la del teatro lo hiciese en el circo”, explica Danny. Eran años duros, en el que el circo en Europa se había vuelto muy comercial, “nosotros buscábamos de nuevo el equilibrio entre el teatro y el circo, huyendo de todo en lo que se había convertido el circo”, apunta Danny. La eclosión de todo aquel trabajo llegó en 1997 con su espectáculo Comediantes de teatro. Con aquella obra se les abrió el mundo, viajaron a otros países, conocieron otros públicos y en casa, en Bélgica, les reconocieron estabilizando las ayudas que recibían y nombrándolos Embajadores de la Cultura de su país.

“En aquella obra trabajábamos desde las técnicas de la Comedia del Arte italiana, con máscaras, éramos payasos, pero sin nariz roja. Y aunque realmente el circo nació de la Comedia del Arte, el espectáculo tenía algo nuevo, que sembró una manera de hacer. Encontramos un lenguaje que seguimos usando. Encontramos también un circo más intelectual, pero no en el sentido del texto o el contenido, sino a nivel emocional. Eso unido a una estética que iba desde la ambientación con velas hasta la música compuesta por nosotros mismos hizo que se abriese un camino que hoy seguimos transitando”, explica Danny.

Ahí comienza la leyenda del último Circus Rolando. De espectáculos que han recorrido todo el mundo como La cucina dell’Arte (2002), o Fidelis Fortibus (2017). ¿Y su padre? Aquel hombre que fue capaz de hacer renacer el Circus Rolando de sus cenizas tras la guerra, ¿cuándo se retiró? “Si tienes una larga tradición como en nuestra familia las cosas no van como en otros trabajos donde un día uno dice que para, que se retira, y que traspasa el circo a la siguiente generación. Es más orgánico. Mi padre estuvo siempre en la compañía y poco a poco se fue retirando. Mi hermano y yo teníamos otros deseos. Mi padre siempre intentó seguirnos y en cierto momento murió. Y me imagino que así será conmigo. Y a Pepijn le pasará lo mismo que me pasó a mí, buscará otros modos y esperemos que sus hijos lo retomen”, concluye Danny.

El legado de padre a hijo

Cuando la charla deriva hacia el espectáculo que ahora presentan en Madrid, en los Teatros del Canal hasta el 28 de enero, Danny mira a su hijo y con un gesto tranquilo de la mano le da la palabra. El padre callará hasta el final de la entrevista y será el hijo quien tome la voz. Pepijn cuenta cómo comenzó la creación del espectáculo en plena pandemia, él había acabado la escuela de teatro, su padre llegó de un larga gira, “nos habíamos echado de menos mucho, llevábamos tiempo sin vernos. Era una oportunidad de reencontrarnos. La pieza va sobre eso mismo, sobre la relación entre un padre y un hijo, qué significa ser hijo, qué padre”, explica este belga de tan solo 25 años. “No es siempre fácil mantener esa relación. Ese acercamiento es lo más difícil de la pieza, más que las acrobacias o las partes de humor. Mostrar cómo ellos intentan encontrarse el uno con el otro, acercarse, y hacer eso mismo con amor y respeto”, concluye.

Pepijn lleva saliendo a escena con pequeños papeles desde muy pequeño, “incluso actué en Madrid hace 13 años”, recuerda, pero es la primera vez que afronta un espectáculo como personaje principal. Al preguntarle que si al igual que su padre en la juventud, él quiere explorar otros caminos, Pepijn es cauto: “Todo esto está siendo una sorpresa para mí, estoy descubriendo, ya llegará el momento. Ahora, que estamos desde octubre con el nuevo espectáculo, con más de 16 personas en escena, lo que estoy es aprendiendo”.

Circus Ronaldo ha estrenado nueva pieza, Da Capo, una obra coral que narra la historia de la compañía Ronaldo desde sus comienzos y donde también actúa su hermano mayor, Nanos, que ya vuela libre en otras obras propias; su hermano menor de 16, “que está estudiando teatro”, y su hermana pequeña, Adania, aun chiquita y de la que su hermano dice que todavía “anda en un mundo de princesas”. Ante la pregunta de si hay futuro, la respuesta parece clara: “Todos queremos continuar, compartimos un gran amor por este trabajo. Sí, hay futuro”, concluye Pepijn.

Sono Io?, es una pieza que huye de la espectacularidad. Dos payasos en escena, muy desnudos, sin nada, tan solo con su honestidad buscando provocar la emoción más grande con lo mínimo. Al mismo tiempo, la pieza es la presentación en sociedad de un futuro que se abre, que continúa. Además, acostumbrados a correr en busca de entradas, en esta ocasión no hay problemas, quedan.

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