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Monolingües con rodete y trilingües con calzador

Chus Villar

La Generalitat acaba de dar un paso más en su intención de restar peso a la enseñanza en valenciano, aprovechando que la LOMCE pasa por aquí y añadiendo otras medidas de su propia cosecha. Después de las reducciones y eliminaciones de líneas en la lengua propia, ahora se da autonomía a los centros para elegir que una parte de Conocimiento del Medio (que el curso que viene se desdobla en Naturales y Sociales) se imparta en castellano, y se quita tiempo semanal a la asignatura de valenciano. Asimismo, y esto chirría aún más, también será opcional la lengua en que se imparta la recién creada materia de Cultura Valenciana. Tienen razón: no hablar valenciano, tiene un pase, pero no saber hacer un rodete o correr delante de un bou al carrer, ¡eso no, che!

Si nos centramos no sólo en lo que se está haciendo respecto a la educación en las lenguas cooficiales, sino también en inglés y otras lenguas extranjeras, vemos que esta actuación tiene unas consecuencias de mucho mayor calado del que se piensa,y de dimensión no estrictamente académica, sino social, laboral y económica. La enseñanza de lenguas, y la enseñanza de diversas materias del currículum a través de distintas lenguas, tienen una trascendencia enorme en la formación de los alumnos desde diversos puntos de vista: cognitivo, intelectual, cultural y laboral, entre otros. El modelo educativo en este aspecto determinará las competencias que los jóvenes tengan en los distintos idiomas y en las diversas áreas de conocimiento, y de esa planificación depende que se obtengan resultados excelentes, aceptables, mediocres o incluso catastróficos.

Creo que no exagero cuando afirmo que el caótico y cambiante modelo educativo valenciano en cuanto al aprendizaje de lenguas y en lenguas va camino de decantarse por la opción más pesimista de las anteriores. En teoría, se persigue el trilingüismo, y ese objetivo es absolutamente acertado, pero se yerra constantemente en la forma de alcanzarlo. Esta situación ha sido denunciada reiteradamente por los representantes de los docentes, sin efecto, pues, para desesperación de los expertos en enseñanza, su opinión no cuenta para diseñar las políticas ni leyes educativas (al contrario de lo que ocurre en países modelo como Finlandia).

Lo que pasa hoy en día en las líneas en castellano es conocido por maestros y padres: los alumnos que viven en un entorno familiar y sociolingüístico en el que el español es la lengua predominante difícilmentealcanzan los objetivos de competencia en valenciano establecidos en el currículum (la regulación legal autonómica señala que hay que alcanzar un nivel equivalente en ambas lenguas al acabar la educación obligatoria). Las medidas que acaba de establecer la Conselleria redundan aún más en ello.

Distinto es el caso de los alumnos escolarizados en las líneas en valenciano o los que tienen esta lengua como materna, que dada la situación social predominante que tiene el castellano en nuestra Comunidad, sí consiguen acercarse a un bilingüismo más equilibrado. No obstante, incluso los valencianohablantes precisan tener este idioma en el ámbito académico para adquirir las habilidades propias de los contextos lingüísticos formales, y no ceñirse al uso coloquial e informal del idioma que hacen en su vida cotidiana, para no estar limitados desde un punto de vista social y laboral.

Precisamente por esta situación de excelente salud del castellano, las autoridades educativas no deberían temer ningún daño para el español ni para los derechos lingüísticos de los que somos castellanohablantes, ya que reforzar la enseñanza del valenciano tendría aspectos positivos. Desde hace ya varias décadas,se han demostrado científicamentelas ventajas del bilingüismo y el plurilingüismo, es más, las que voy a referir a continuación están extraídas del temario oficial de la Conselleria de Educación para los docentes que se preparan para obtener titulaciones de capacitación en lenguas: “mejor desarrollo cognitivo; creatividad y flexibilidad cognitivo lingüística superior a la de la persona monolingüe” y apertura “a otras lenguas y culturas”, entre otras.

Ahora bien, las ventajas de comunicarse en varios idiomas (según la misma fuente), sólo se dan si se consigue sobrepasar el que los científicos llaman el segundo umbral, es decir, aquel en el que los niños tienen una competencia apropiada para su edad en las dos lenguas.

En cuanto al inglés, en el sistema ordinario, es patente que faltan horas semanales, algo que agradece enormemente el sector de la enseñanza privada de idiomas. Aunque el aprendizaje del inglés no es sólo una cuestión de tiempo lectivo dedicado, como demuestra el nuevo modelo plurilingüe, que se ha implantado de forma experimental en algunos centros. Estapodría ser una magnífica apuesta si se hubiese diseñado y ejecutado correctamente, pero no es así: trilingüismono es dedicar un tercio del horario a cada idioma; la integración de lenguas y contenidos implica una planificación en numerosos aspectos que deben ser sistematizados cuidadosamente y siempre por expertos en diversos campos.

Un ejemplo de la precipitación y falta de calidad del modelo es que se da el caso de que se está implantado el plurilingüismo en etapas secundarias para alumnos que no lo han tenido en primaria, con la consecuente dificultad por falta de nivel.

Otro aspecto negativo es cómo se ha afrontado la formación de los docentes: la administración precisa personal con conocimientos de lenguas que además sea maestro o que tenga la especialidad correspondiente para impartir las diferentes materias en secundaria y FP. Así, hemos entrado en una fiebre de titulitis, en la que los enseñantesdeben acreditarse en lenguas (valenciano e inglés, fundamentalmente), pero ni el nivel de titulación exigida (sobre todo en el caso del inglés) ni el perfil de muchos maestros o profesores ni el diseño de los programas trilingües garantizan la idoneidad de todosellos para impartir asignaturas en otras lenguas.

En definitiva, como en otros muchos campos, en este de la educación y los idiomas,la administración autonómica no está a la altura de las necesidades sociales. Lo más preocupante es que bajo el problema subyacen causas chuscas: en cuanto al valenciano, la obsesión del PP por distinguirse claramente de la política lingüística de los vecinos del Norte (aún a costa de caer en el defecto por librarse del exceso). En cuanto a los centros plurilingües, la obcecación por la propaganda hueca, otra marca de la casa pepera en la Comunidad, famosa por sus ventas de moto. Se ve que ellos, tan mercantilistas y “marquetinianos”, se perdieron sin embargo la primera clase del curso de publicidad, aquella en la que se enseña lo difícil que es hacer un buen anuncio con un mal producto.

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