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DATOS

Las muertes en El Estrecho se triplican en 2018: 769 personas han fallecido en su intento de llegar a España

Icíar Gutiérrez / Raúl Sánchez



Eran alrededor de las seis de la mañana cuando una de las embarcaciones de Salvamento Marítimo atracaba este jueves en el puerto de Almería. Tras dos intensos días de búsqueda, el servicio de rescate logró localizar la patera naufragada en la que viajaban 55 personas en el Mar de Alborán. Les quedaba poco para llegar a la costa de Roquetas de Mar tras cerca de 48 horas de travesía. Pero no todas fueron encontradas con vida: en el interior de la precaria embarcación han sido recuperados 11 cuerpos sin vida, nueve hombres y dos mujeres, una de ellas embarazada. Uno de los rescatados fallecía poco después, ya en el hospital, por una parada cardiorrespiratoria.

Los supervivientes han desembarcado exhaustos y con síntomas de hipotermia y han contado a los equipos de salvamento que otros 11 compañeros han desaparecido en el naufragio. “Sabemos que hay gente que se había caído al agua pero no sabemos si por hipotermia, por el oleaje, los nervios del rescate...”, ha afirmado el coordinador de Cruz Roja en Almería, Francisco Vicente, en declaraciones a la Agencia Efe. Horas después, la tragedia se repetía: Salvamento Marítimo recuperaba otro cuerpo sin vida dentro de una patera en la que viajaban 57 personas, también en el mar de Alborán.

Son 24 vidas más. A punto de concluir el año, al menos 769 personas, sin contar con el último cuerpo recuperado este jueves, han perdido la vida en su intento de llegar a las costas españolas desde enero, según el último recuento del proyecto Missing Migrants, de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) para la ruta del Mediterráneo occidental, que une Marruecos y España. Son más del triple de las muertes y desapariciones contabilizadas por el organismo el año pasado, 546 vidas más, lo que supone un aumento del 71%. Hace un año, esta cifra se situaba en 223 personas fallecidas. 

El dato es también seis veces mayor que el registrado en 2016, cuando 128 migrantes perecieron en el mar. En sus cifras, la OIM incluye algunos fallecimientos en tierra de quienes tratan de llegar a España, como el del hombre que murió el pasado octubre tras saltar la valla de Melilla. En su recuento aparecen otros casos como el de Hayat, la joven de Tetuán que murió por los disparos de la Marina marroquí en aguas del país vecino cuando trataba de alcanzar las costas españolas en patera. 

Octubre ha sido el mes que ha dejado más muertes en la frontera sur, con 144 personas fallecidas. Le sigue noviembre, con 114 fallecimientos contabilizados. Entre ellos están los 23 migrantes que perdieron la vida tras el naufragio de su patera en los Caños de Meca el pasado 5 de noviembre, cuyos cuerpos fue devolviendo el mar durante los días posteriores. O Fatoumata, que estaba embarazada y murió tras ser rescatada el pasado noviembre después de ser rescatada de una patera semihundida en la que desaparecieron otras 13 personas.

Según las estadísticas de la OIM, el Mediterráneo occidental ha sido más mortífero que en 2017: si aquel año fallecieron aproximadamente un 0,8% de las personas que trataron de superar esta travesía, este año han muerto un 1,2% de quienes lo intentaron. Se desconoce de donde procedían la gran mayoría de personas cuyas vidas se perdieron en el mar este año, pero al menos 140 venían de África Subsahariana y 97 de países del Magreb. 

El mayor número registrado desde 2014

Las organizaciones especializadas vienen alertando del aumento paulatino de las muertes en los últimos años, aparejado al incremento de las llegadas irregulares a las costas españolas que se ha ido produciendo desde 2016. “El aumento de las muertes tiene que ver, en primer lugar, con el crecimiento de las llegadas”, sostiene María Jesús Vega, portavoz de la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur) en España, quien alude a otros motivos como las condiciones precarias de las embarcaciones en las que se juegan la vida.

“Las personas vienen cada vez más en embarcaciones más frágiles y más débiles. La patera de Caños de Meca se rompió en cuanto chocó con las rocas. También viene más gente dentro. Vienen sin chalecos, sin brújulas que funcionen o sin víveres”, agrega Vega.

“Los grupos que operan los meten cuando están las condiciones desfavorables y hay mala mar, en épocas del año en los que las posibilidades de morir de hipotermia son más altas y las posibilidades de alcanzar la tierra son menores”, resume la portavoz de Acnur, que también subraya los esfuerzos para salvar vidas de los servicios de rescate de Salvamento Marítimo, dependiente del Ministerio de Fomento, en este último año. Asimismo, destaca la aprobación del Pacto Mundial para la Migración, en el que dos tercios de los países miembros de la ONU se comprometen a “cooperar internacionalmente para salvar vidas”.



Los migrantes que arriesgan su vida en el mar lo hacen a través de varias rutas, entre ellas las que transitan el Mar de Alborán, la zona más amplia y que concentra el mayor número de muertes, más de 400, según los datos de la OIM,  así como la que recorre el Estrecho de Gibraltar, que se ha cobrado más de 200 vidas. En su último balance, del pasado agosto, Acnur detectó una nueva ruta con salidas desde el oeste de Tánger y algunos cruces desde Argelia. A ellos se unen las personas que tratan de llegar de forma irregular a las Islas Canarias, cuyas muertes no vienen recogidas en las estadísticas del organismo especializado de Naciones Unidas. 

Las muertes en las aguas fronterizas son evitables, según reiteran las diferentes ONG y Acnur, que, naufragio tras naufragio, exigen que se pongan en marcha vías legales y seguras para que las personas no tengan que poner su vida en peligro en el mar ni quedar expuestos a redes de traficantes. “Es una necesidad imperiosa, pero mientras sigan estas políticas migratorias débiles y poco claras, quienes más provecho van a seguir sacando van a ser las mafias. Aunque el Gobierno ha estado dando algunos pasos positivos en cuanto al contexto español, queda mucho por hacer”, sostiene Vega, que ejemplifica entre estos posibles mecanismos el refuerzo de las vías de reasentamiento desde países terceros o la autorización de visados estudiantiles.

Otras organizaciones como CEAR reclaman al Ejecutivo que se pueda solicitar asilo en embajadas y consulados españoles, así como que emita visados humanitarios a los refugiados que lo soliciten. También recuerdan que las personas de origen subsahariano no pueden pedir protección internacional en las oficinas de asilo levantadas en las fronteras de Ceuta y Melilla, dado que tienen el acceso restringido por defecto. “El acceso legal a España es un mecanismo que debería contemplarse en las políticas migratorias y de fronteras, lo que garantizaría menos muertes, menos riesgos, menos tráfico de seres humanos, menos vulneraciones de derechos humanos y menos sufrimiento”, indican desde la Asociación Pro-Derechos Humanos de Andalucía (APDHA).



Las 769 muertes contabilizadas por la OIM son el mayor número registrado durante un año desde 2014. Pero hay quien estima que la pérdida de vidas es mucho mayor. Estas cifras suelen aumentar en los recuentos de algunas ONG, como la APDHA o Caminando Fronteras. Este año, además, se han cumplido 30 años desde que un periodista documentara el primer naufragio de una patera en la playa de Los Lances, en Tarifa (Cádiz), en 1988.

“El Mediterráneo continúa siendo la frontera marítima mas peligrosa del mundo pese a bañar países ricos y con poder”, apunta Vega. Si se amplia el foco a todas las rutas que lo atraviesan, al menos 2.242 migrantes han perdido la vida en lo que va de 2018. A pesar del significativo incremento de las muertes en las aguas fronterizas con Marruecos, la ruta del Mediterráneo central sigue siendo la más peligrosa, aunque han disminuido el número de personas que completan su travesía desde Libia hacia Italia, en una zona en la que apenas quedan ONG de rescate tras las constantes trabas a su labor y el refuerzo del papel de los agentes libios por parte de la Unión Europea. 

Así, el Mediterráneo occidental se ha convertido este año en el principal camino para entrar en Europa de forma clandestina. En lo que va de año, 54.971 personas han llegado a España por mar, según las cifras de Acnur. El número ha sobrepasado los registros históricos, aunque aún está muy lejos de los experimentados por otros países como Italia y Grecia en los últimos años.



Los expertos llevaban años advirtiendo de un posible cambio de ruta, pero las autoridades españolas no habían adaptado su sistema de recepción y acogida, como había solicitado la Agencia de la ONU para los Refugiados. Este verano, centenares de migrantes recién llegados se vieron forzados a dormir en barcos de Salvamento Marítimo o en condiciones de hacinamiento. 

Pero son muchos los que no han llegado. Entre ellos está Balla Seck, un joven senegalés desaparecido en el naufragio que acabó en abril con la vida de 11 personas. También, los 43 ocupantes de una patera que se hundió y a la que Salvamento Marítimo buscó durante varios días en el Mar de Alborán mientras otras 629 personas a bordo del buque Aquarius pudieron pisar, por fin, tierra firme en Valencia. O el joven marroquí Ayub Mabruk, que soñaba con triunfar como boxeador en España, pero su cuerpo sin vida fue devuelto por el Mediterráneo a las costas gaditanas. 

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