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“¿Y esto no es racismo antiblanco?”: la reacción a las políticas de diversidad que explota la extrema derecha internacional

Rita Bosaho, primera diputada negra en el Congreso de los Diputados / EFE

Gabriela Sánchez

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Un comentario se repite en algunas de las reacciones a la renuncia de Alba González Sanz como directora de Igualdad de Trato y Diversidad Étnico Racial y su posterior sustitución por la exdiputada Rita Bosaho: “Eso es racismo contra los blancos”. El falso argumento, usado de hipótesis para determinados artículos publicados en los últimos días, no es nuevo y suele ser habitual en los discursos de quienes se sienten amenazados por la lucha contra la discriminación racial, como también suele ocurrir como respuesta al auge del movimiento feminista.

A su vez, esa reacción es utilizada por la extrema derecha en distintos países, a pesar de no estar sustentada en datos. En Estados Unidos, donde alrededor del 23% de la población es racializada, varios estudios han profundizado en la base sobre la que surge la falsa idea del “racismo inverso” entre los ciudadanos blancos. Una investigación de las universidades de Harvard y Tufts analizó la visión de los blancos sobre el racismo como “un juego de suma cero que ahora están perdiendo”. Es decir, una suerte de batalla en la que las ganancias para unos significan la derrota de los otros, que, apuntan los autores, no se corresponde con la realidad.

“Es un hallazgo bastante sorprendente cuando se piensa en la amplia gama de desigualdades que aún existen en la sociedad, la mayoría de las cuales muestran que los estadounidenses negros tienen peores resultados que los blancos en áreas como ingresos, propiedad de la vivienda, salud y empleo”, señaló el profesor de Psicología de la Universidad de Tufts Samuel Sommers

“A medida que los estadounidenses blancos han percibido una menor discriminación contra las personas racializadas durante las últimas seis décadas, se ha producido un aumento de la sensación de sesgo contra los blancos”, sostenía el estudio firmado por Sommers y Michael I. Norton, publicado en 2011 en la revista Perspectivas de Ciencias Psicológicas. Los investigadores analizaron una muestra de 208 personas negras y 209 blancas, en la que valoraban en qué medida sentían que un grupo y otro eran objeto de discriminación en cada década, desde 1950 hasta el 2000.

La sensación de racismo hacia las personas blancas y las afrodescendientes en la década de 1950 fueron similares: ambos reconocían bajos niveles contra las personas no racializadas y bajo porcentaje en el caso contrario. Sin embargo, en la década de los 2000, los blancos calificaron la discriminación contra ellos como más frecuente que el racismo anti-negro: en concreto, un punto mayor en una escala de 10 puntos. Un 11% de ellos calificó con la puntuación más alta el supuesto racismo sufrido por las personas no racializadas.

En la misma línea, una investigación de la revista Russell Sage Foundation Journal of the Social Sciences concluyó que “el aumento de la diversidad racial, real o percibida, puede generar preocupaciones relevantes para la identidad entre los estadounidenses blancos”. Según el estudio, cuanto mayor proporción de población racializada percibían en sus regiones los ciudadanos estadounidenses, más declaraban sentirse víctimas del supuesto “racismo anti-blanco”.

El rédito político sacado por la extrema derecha

Según un reportaje de The Atlantic, la idea del llamado “racismo inverso” se hizo fuerte en EEUU en 1997 en respuesta a las iniciativas de “discriminación positiva” que intentaron implantarse en forma de cupos en ámbitos como la educación. Una encuesta del Instituto de Investigación de Religión Pública de 2016 indica que la mitad de todos los estadounidenses, el 57% de todos los blancos y el 66% de la clase trabajadora blanca creen que la discriminación contra los blancos es un problema tan grande en Estados Unidos como la discriminación contra los negros.

Estas estadísticas coinciden con el ascenso de Donald Trump a la Casa Blanca, cuyos votantes consideran que los blancos sufren más discriminación que cualquier otra minoría, según una encuesta del HuffPost /YouGov de 2016 recogida por The Atlantic. Este tipo de sensación percibida por una parte de la población blanca, y no sustentada por los datos, es exprimida por la extrema derecha, que sacude el discurso del racismo anti-blanco.

En España, este discurso encuentra sus semejanzas en la insistencia de Vox sobre la supuesta “discriminación de los españoles” a la hora de recibir ayudas sociales, una afirmación falsa. “Esas personas no tienen ninguna culpa de que se les den ayudas al alquiler. La tienen quienes han creado una legislación que discrimina a los españoles, porque les dicen que los españoles tienen arraigo y que se las arreglen con su familia”, afirmó Abascal en un mitin en el que leyó una lista de apellidos que él interpretaba como extranjeros.

La organización francesa “contra el racismo anti-blanco”

En Francia, el debate sobre el falso “racismo anti-blanco” rugió en septiembre de 2019 tras la respuesta del exfutbolista francés Lilian Thuram a una pregunta sobre el racismo en este deporte en una entrevista en un medio italiano. “Cuando hablamos de racismo, debemos ser conscientes de que el mundo del fútbol no es racista, sino que hay racismo en Italia, en Francia, en Europa y, en general, en la cultura blanca. Los blancos han decidido que son superiores a los negros y que pueden hacer cualquier cosa con ellos”, respondió Thurman a Corriere dello Sport.

La afirmación cayó como un jarro de agua fría en una parte de la población blanca francesa, donde existe una organización contra el “racismo anti-blanco”. Su presidente, Laurent de Béchade, respondió aportando una serie de cifras sobre la supuesta discriminación sufrida por el hecho de ser blancos. “Una de cada siete personas blancas en Francia ya ha sido víctima de racismo contra blancos, en forma de discriminación física o verbal”, indicó, apelando a un informe del Instituto de Estadística Francés. “Hay millones de personas que se ven afectadas por el racismo contra los blancos y que es, probablemente, incluso la forma más común de racismo generalizado en Francia ”, enfatizó.

Medios franceses, como AFP o Libération, no tardaron en desmentir dicha afirmación. El estudio al que Béchade se refería en ningún momento hablaba de personas de raza blanca. Según la agencia de noticias francesa, el presidente de la organización contra “el racismo anti-blanco” utilizó el “porcentaje de personas de la población de 'mayoría no empobrecida' que respondió 'sí' a la pregunta '¿alguna vez ha experimentado una situación racista?”.

“El racismo es un proceso de dominación blanca”

“No se puede hablar de racismo antiblanco. El racismo es un proceso histórico de dominación y opresión que surge de procesos colonizadores y de esclavitud, y que nunca ha afectado a las personas blancas”, sostiene Paula Guerra, presidenta de Sos Racismo Madrid. “Las poblaciones blancas no experimentan un sentimiento colectivo de opresión y de humillación por saber que son blancas, ese sentimiento de saber que tu padre, tu madre, tu hijo y tus nietos van a sufrir la misma humillación simplemente por ser una persona racializada en la inferioridad, ese sentimiento no lo experimenta la población blanca”, desarrolla la activista.

En España, la infrarrepresentación de ciudadanos racializados en las instituciones es una muestra más de la inexistencia de un racismo “anti-blanco”. En el Congreso de los Diputados sólo dos parlamentarios no son blancos. La primera vez que una mujer negra ocupó un escaño en el Parlamento español fue hace cuatro años. En el Gobierno, el único alto cargo ocupado por el momento por un ciudadano racializado corresponde a Bosaho.

La falta de estadísticas en España que contemplen la raza de los entrevistados, así como la inexistencia de un censo de personas no blancas, impide la ponderación de la discriminación social sufrida por estas. Por su parte, el Ministerio del Interior ha alertado de la infradenuncia que caracteriza a los casos de delitos de odio por motivos raciales. No obstante, diversos estudios con muestras más reducidas, como los informes de SOS Racismo, o estudios sociológicos elaborados por Red Acoge, así como las constantes denuncias difundidas por los colectivos antirracistas, dan cuenta de la discriminación sufrida por las personas racializadas en actividades tan cotidianas como la búsqueda de empleo, los traslados en el transporte público, su actividad laboral, salir de fiesta, intentar alquilar una vivienda o una simple conversación.

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