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“Tu vida vale menos desde el momento en el que naces albino, te ponen precio”

Bonyface Ophiyah en la sede de Amnistía Internacional en Madrid | FOTO: Amnistía Internacional

Patricia Ruiz

Cuesta imaginar el horror que describe. Bonyface Ophiyah lo sabe, y busca la empatía de su interlocutor cuando relata lo que él mismo ha sufrido desde niño. “Piénsalo, tu vida vale menos que la del resto desde el minuto en que naces. Te tratan diferente y te ponen un precio”, explica. El Presidente de la Asociación de Personas Albinas en Malawi (APAM) cuenta la realidad de quienes, como él, nacieron en su país con poca o nada melanina en sus genes. 

Amnistía Internacional ha detectado un incremento de los abusos contra personas con albinismo en Malawi desde finales de noviembre de 2014, a quienes con frecuencia la sociedad considera “objetos de valor” cotizables en el mercado negro. Con sus huesos se hacen rituales y amuletos, para lo que algunos saquean sus tumbas o llegan incluso a matarles. 

En total, 69 personas han sido agredidas, mutiladas o asesinadas en el país africano para traficar con su cuerpo desde enero de 2015, según denuncia el informe de su organización. La última, el pasado mes de agosto, cuando la asociación de Bonyface consiguió salvar la vida de una mujer a la que le habían arrancado el brazo en las inmediaciones de la frontera con Tanzania. 

Según explica el experto, buena parte del aumento en las agresiones a albinos en Malawi se debe a que Tanzania y Mozambique estos crímenes han empezado a perseguirse más. “Ahora muchos de los agresores han venido de allí, de los países vecinos. El hecho se ha vuelto tan visible que ya nadie puede ocultarlo”, denuncia. Recuerda que “la cifra real es muy superior, porque muchos de los ataques ocurren con gente en zonas aisladas de las que nunca sabemos nada”.

Aunque la situación en su país también lleva años siendo dramática, hasta ahora permanecía en un contexto de mayor invisibilidad. El trabajo directo con las comunidades ha permitido a APAM y Amnistía Internacional detectar que, en muchos casos, los niños son asesinados nada más nacer: “El desconocimiento es lo que está creando las supersticiones, y cuando a eso le sumas que la gente está atrapada en la pobreza, consigues que los padres accedan a presiones de quienes les dicen que si matan a sus hijos –para venderlos– se harán ricos”, describe. 

“Tu vida vale 10.000 dólares”

A Ishmael Rashid le pusieron precio. “Me dijeron en mi cara que me venderían por 10.000 dólares americanos. Me dolió que alguien pudiera ponerme una etiqueta”, dice en un testimonio recogido por Amnistía Internacional. Según confirma Bonyface, esa la realidad diaria. 

El contexto de analfabetismo y falta de recursos alimenta la losa del estigma social sobre quienes padecen albinismo en Malawi, país situado a la cola en el ranking del índice de desarrollo humano de la ONU y cuya tasa de pobreza supera ya el 50%. “No tener nada lleva a muchos padres a tomar decisiones muy drásticas”, afirma el experto.

Él se considera afortunado. Sus padres supieron desde el primer momento que el valor de su vida y el de la de sus hermanas, también albinas, era el mismo que el de la de sus otros hijos negros. Aunque para ello tuvieron que hacer frente a las presiones, criticas y amenazas de la comunidad y de sus propios familiares.

“Mis tíos por parte de madre y de padre presionaban a mi familia para escondernos, o discriminarnos. Esas cosas desestabilizan a las familias”, recuerda. La suya creció entre insultos y desprecios que hicieron tambalear los cimientos de su infancia. 

Pero cayeron de pie. En parte porque sus padres les enseñaron a quererse como iguales. “A mis hermanos y a mi nos aceptaron y amaron a todos, y nos trataron como seres humanos, pero lamentablemente no es lo normal”, dice con orgullo y pena. Fue esa valentía la que se le contagió casi desde la cuna y le hizo querer luchar por los derechos de los suyos. En 1999, Bonyface se convertía en presidente de APAM, cuando la formación aún era pequeña, les costaba alzar la voz y casi nadie se paraba a escucharles. Aún así, siguieron.

“Al principio nos costó mucho conseguir que la gente se asociara porque el estigma estaba extendido entre los propios albinos, y ni siquiera ellos se querían juntar entre sí”, explica. Y ese ha sido su mayor logro. A base de trabajo y esfuerzo han logrado visibilizar y unir el discurso de las víctimas.

Hoy, dan charlas entre los padres, a quienes intentan concienciar sobre la importancia de tratar a todos sus hijos por igual, pero también entre personas negras que no tienen ninguna relación con el albinismo, más allá de las falsas creencias y supersticiones que la sociedad divulga desde hace años. 

Con estas acciones espera que pronto, “cada vez más niños sean niños”. Que ninguno más tenga que crecer creyendo que es “un monstruo”, “un fantasma”, o que “no es un ser humano”, como vivió él. “Hay que dejar claro que lo que se está creando es una situación que costará mucho manejar en el futuro, porque estamos hablando de generaciones enteras que conviven con miedo, y que se han criado con un trauma. Eso es un gran desafío”, explica Bonyface.

Desde la asociación también luchan para lograr la escolarización de los niños con albinismo, a quienes se suele excluir del sistema escolar por razones de discriminación o porque los padres, por miedo a que los secuestren por el camino, los sobreprotegen. “Conocí una madre en Chitipa que tenía a sus hijos albinos escondidos sin salir de casa por miedo”, cuenta una de las trabajadoras de Amnistía Internacional en un informe publicado a principios de este año. 

Contexto de impunidad

Muchos albinos en Malawi son ya supervivientes y han incorporado el miedo a su forma de vida. Víctimas de secuestros, amputaciones y torturas que han quedado en la impunidad porque, según denuncian APAM y Amnistía Internacional, “la mayoría de los crímenes no se registran, y los que se contabilizan aún están sin revolver”. 

“Hay gente que ha logrado sobrevivir a estas crueldades y que sigue viviendo con miedo porque los agresores son sus vecinos, y están dentro de la propia comunidad. Tienen que soportar que les amenacen, les intimiden y les recuerden todos los días que 'por su culpa' acabaron en la cárcel”, explica Bonyface. En esos casos, opina el experto, “es evidente que la Policía no ha hecho su trabajo, porque no ha seguido protegiendo a las víctimas”. 

El presidente de Malawi ha condenado públicamente los ataques a personas con albinismo en el país y ha anunciado una serie de medidas para implementar la seguridad, entre las que se prevé un Plan de Respuesta Nacional ante el aumento reciente de ataques.

Pero, para las ONG, que se codean con la realidad sobre el terreno, “no es suficiente”. “Las penas que se han impuesto a quienes han sido juzgados por este tipo de crímenes no son acordes a la gravedad de los mismos y están creando un clima de impunidad muy grave”, defiende Amnistía. 

En la misma dirección apuntan las conclusiones del informe del experto de la ONU, en el que aseguraba el pasado mes de marzo que la desprotección de las víctimas y la invisibilización del problema son evidentes: “Mientras que la discriminación basada en el color de piel es una realidad diaria para muchas personas con albinismo, este un discurso muy poco frecuentado”. 

Y para eso trabaja Bonyface cada día. “Para que se vea que es una situación de discriminación y que deberían protegernos”, reclama, e insiste en la necesidad de que la comunidad internacional presione a los gobiernos de aquellos países africanos en los que, como Malawi, se perpetúan estos crímenes. Habla tranquilo, pero alza la voz para concluir su postura: “De momento hemos conseguido unirnos entre nosotros, y eso ya es un gran logro. Ahora falta el resto de la sociedad”. 

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