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Salvini deja en la calle a decenas de migrantes tras desmantelar el mayor campamento improvisado de Italia

El campamento de Baobab en el momento del desalojo el pasado martes.

Emilio J. Salazar

Era cuestión de tiempo. El mayor campamento improvisado de migrantes y refugiados ya es historia. Un amplio despliegue de la Policía Carabinieri y varias unidades de antidisturbios irrumpían a primera hora de la mañana del pasado martes en el refugio que la ONG local Baobab, junto con la española No Name Kitchen (NNK), venía gestionando en el aparcamiento de una antigua fábrica al noreste de Roma.

En pocas horas, máquinas excavadoras y grúas acabaron con los restos de este precario campo por el que se calculan que habían pasado unas 70.000 personas en el último año y medio.

El cierre del campo, que albergaba a una media de 300 personas entre solicitantes de asilo y, sobre todo, migrantes que esperaban allí pacientemente una media de seis meses a que el país les renovase el permiso de residencia, se venía preparando en las últimas semanas. El Ayuntamiento de Roma había logrado realojar a unas 140 personas en otros centros municipales de inmigrantes, pero faltaba por saber el destino de otras 150 personas que todavía quedaban allí. Todas ellas fueron llevadas tras el desalojo en varios autobuses a la Oficina de Inmigración romana para ser identificados.

“Una parte de ellos han sido derivados a otros centros de acogida del consistorio por un tiempo determinado, que va de un mes a 40 días”, explica a eldiario.es Natali Machado, voluntaria de NNK en la capital de Italia desde hace un mes. “Y el resto, los que no tenían adónde ir, volvieron a la estación”, añade.

Casi 70 personas, según Miriam Elmeinar, de Baobab, duermen en los alrededores de la estación de tren y autobuses de Tiburtina, a 200 metros del campamento. Son los que han tenido problemas a la hora de renovar sus documentos “debido a la nueva Ley de Matteo Salvini”, señala Elmeinar, en alusión al decreto del ultraderechista ministro del Interior que tiene como finalidad endurecer las condiciones de los solicitantes de asilo y facilitar las expulsiones.

De momento, estas personas, que durante el día llegan al centenar, están durmiendo en la calle con los sacos y mantas que les ha facilitado Baobab gracias a la ola de solidaridad que ha llegado desde todo el país en los últimos días. Esta organización, con la ayuda de la NNK, también les está facilitando tres comidas al día, bebida, y asesoramiento legal y médico.

Son personas como Lovely Okungbowa, un nigeriano de 34 años que llegó a la costa italiana desde Libia hace cuatro años jugándose la vida en el Mediterráneo. Afirma que ha estado cuatro años trabajando en Francia y Alemania y el próximo lunes tiene cita para renovar sus permisos de residencia. “Llevo aquí cuatro meses esperando y no sé el tiempo que me queda hasta que lo logre”, señala. Okungbowa sopesa junto con otros compatriotas alquilar una vivienda en Roma aunque reconoce que “es muy caro”.  

En cambio, Ali confiesa sentirse desesperado porque, sin dinero, sabe “que no es fácil encontrar otro sitio para dormir”. Este gambiano de 33 años, que no está descansando bien desde el martes “porque hace mucho frío”, retrata la encrucijada burocrática en la que se encuentran miles de personas en Italia. También lleva en Roma cuatro meses en los que, de momento, no ha logrado renovar su documentación.

Según la normativa comunitaria de asilo, el Reglamento de Dublín, el Estado Miembro donde el solicitante de asilo ingresó por primera vez, en este caso Italia, es el encargado de expedir y posteriormente renovar cada dos años su permiso de residencia. “Sin el permiso de residencia no puedo trabajar y sin trabajar no tengo dinero para dormir bien”, lamenta Ali. Al final, tanto él como Lovely concluyen: “Italia no es un buen país para los inmigrantes”. 

“De momento la Policía nos ha dicho que les permiten estar fuera de la estación”, cuenta Stefan Basset, otro de los voluntarios de NNK quien añade que, sin embargo, no les están dejando entrar dentro de la estación a calentarse y tampoco les está permitido disponer de tiendas de campaña en la calle. Su deseo, por lo pronto, es que no llueva porque, dice, “entonces no sabemos qué va a pasar; está siendo todo muy caótico”.

Salvini saca pecho

Las organizaciones que operan en el terreno no creen que el futuro sea halagüeño ni para las personas que han quedado en la calle, ni para las que han sido repartidas por los centros municipales. Estas últimas, explica Basset, posiblemente abandonen estos lugares de acogida en 40 días. “¿Qué pasara entonces con ellos, los dejarán sin lugar al que ir en pleno invierno?”, se pregunta.

Desde Baobab siguen buscando otro emplazamiento que, de momento, dé cobertura a las casi 70 personas confinadas en la piazzale Spadolini. “Esperamos dar con un sitio en los próximos días, pero tenemos claro que Salvini se apresurará en cerrarlo”, lamenta Miriam Elmeinar.

Se refiere a las últimas palabras en redes sociales del también vicepresidente del Gobierno italiano que, en alusión al cierre del campo, ha dicho: “Las zonas francas, sin Estado y sin legalidad, ya no serán toleradas. Lo prometimos y lo estamos haciendo, y no hemos acabado aquí. Pasaremos de las palabras a los hechos”.

No es la primera vez que señala este campo. Hace dos meses, unos 80 refugiados rescatados por el barco militar italiano 'Diciotti' –cuyo desembarco estuvo bloqueado por Salvini durante cinco días, lo que propició una investigación judicial contra el líder de la Liga por presunto secuestro ilegal–, acabaron en el campamento de Baobab.

Tras otro contundente despliegue policial, 16 de ellos, todos eritreos, fueron detenidos y posteriormente puestos en libertad. La organización Baobab fletó un autobús para ellos con destino Ventimiglia. A los pocos días, operarios municipales empezaron a vallar el perímetro del campamento como paso previo al desalojo que tuvo lugar el pasado martes.

La ONG española No Name Kitchen, presente en este refugio romano desde febrero de este año aportando comida, agua y organizando actividades de convivencia, sigue, de momento, echando una mano a la espera de nuevas noticias. Bruno Álvarez, uno de los fundadores, avanza que están sopesando desplazarse al sur de Italia junto con Médicos sin Fronteras “para ayudar donde haga falta y seguir denunciando las políticas racistas europeas”.

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