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Empleo doméstico: un trabajo invisible

Fotograma del documental ¡Cuidado, Resbala!

Lydia Molina

España es el país de la Unión Europea con más empleadas del hogar. Son datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) que hablan en femenino, porque el 90% de las personas que se dedican a este tipo de empleos son mujeres, la mayoría extranjeras y principalmente latinoamericanas. En 2010, antes del epicentro de la crisis, existían en España 747.000 personas dedicadas al trabajo doméstico, una cifra difícil de cuantificar teniendo en cuenta la cantidad de economía sumergida que registra el sector.

El documental ¡Cuidado, resbala!¡Cuidado, resbala! pretende precisamente eso: arrojar luz sobre la situación que viven miles de mujeres en España. El proyecto, de la asociación Círculo de Mujeres de Málaga, pone el foco en los cuidados y en la invisibilidad que los rodea. “Los cuidados son el conjunto de actividades que regeneran el bienestar físico y emocional de la gente. Involucran lo que tradicionalmente hemos llamado trabajo doméstico: limpiar la casa, hacer la cama, lavar la ropa... Esas tareas más materiales y también tareas para atender los cuerpos: lavar a un niño, darle de comer, etc. Son necesidades de todas las personas, en todos los momentos de la vida, y no solo los necesitan las personas a las que se llama dependientes como dicen algunos discursos”, aclara al inicio del documental Amaia Pérez, economista.

Como ella, un grupo de expertas de diferentes ámbitos analizan, junto a empleadas del hogar, el trabajo doméstico en España y el momento por el que pasa actualmente. “A día de hoy, existe una crisis de los cuidados en dos planos: el privado y el profesional. En el privado, estas actividades recaen siempre o casi siempre en las manos de las mujeres y, a pesar de ser imprescindibles para la vida, están invisibilizadas. A nivel profesional, las personas que se dedican profesionalmente a este trabajo (el doméstico) ven como la suya no tiene tanta importancia como otras profesiones”, cuenta a Desalambre Vanessa Gómez, dinamizadora social y una de las seis codirectoras del proyecto, que se presentó en la pasada edición del Festival de Cine de Málaga.

De hecho, hasta el año pasado, las empleadas de hogar no formaban parte del Régimen General de la Seguridad Social. Estaban inscritas a un régimen especial en el que, entre otras cosas, no era obligatorio el contrato por escrito, no contemplaba una baja por accidente de trabajo, ni por enfermedad, hasta pasados 29 días; y los despidos solo tenían que comunicarse con 7 días de antelación. Con su incorporación al régimen general ha habido grandes avances, como la obligatoriedad de un contrato por escrito si la relación laboral supera las cuatro semanas; dos pagas extraordinarias al año, con el mínimo que fija el salario mínimo interprofesional; la obligatoriedad de que sean 36 horas de descanso ininterrumpidas; o que haya baja por enfermedad desde cuarto día, como en el resto de empleos. A pesar de todo, aún quedan puntos pendientes. “El más importante es el no reconocimiento de la prestación por desempleo. Ni en 1985 (cuando se redactó el régimen especial), ni ahora. Lo han dejado fuera de las negociaciones y es una de las reivindicaciones más importantes del colectivo de las trabajadoras domésticas. Ha quedado como ‘ya tenéis con esta reforma para un ratito, ya seguiremos negociando’”, reconoce en el documental Mercedes Cordero, jurista.

El vídeo analiza también el impacto que las migraciones tienen en los núcleos familiares de esas mujeres que abandonan su hogar para mantener el de otra familia, en otro país. “Son las llamadas cadenas globales de cuidados. Estas actividades siempre las han hecho las mujeres españolas. Al haber un crecimiento de la economía, éstas se incorporan al mercado de trabajo y alguien tiene que suplirlas en esas tareas. En vez de hablar de corresponsabilidad o de repartir tareas entre hombre y mujer, lo que se hace es que las mujeres inmigrantes, que salen de sus lugares de origen porque lo están pasando mal, viajan aquí a cubrir estas tareas y a su vez en estos países de origen son otras personas, principalmente mujeres, las que se ocupan de estas otras tareas de cuidados. Se vuelve a reproducir la misma historia, pero desde la perspectiva global”, recuerda Gómez.

¡Cuidado, resbala! construye, a través de los testimonios de quienes mejor conocen el trabajo doméstico, un discurso político con muchas aristas: soledad, vulnerabilidad de no tener papeles, falta de información, abusos, discriminación... Y lo hace con nombres y apellidos. María Julia Pérez, cubana de 52 años. Sin documentación, a pesar de llevar trabajando tres años en España. “El dinero cuesta tanto ganarlo que nadie es capaz de imaginar. Esta que está aquí parece un canguro: todo el día saltando de casa en casa para conseguir 1000 euros. Ganamos más de lo que ganaríamos en nuestros países, pero nos gustaría que se nos diese un poco más de valor”. Luz Marina Medina, nicaragüense sin papeles a la que echaron del trabajo por quedarse embarazada. “Me sentí muy mal, me pagaron, me dijeron que viene otra mujer que no tiene niño y ya. No me pagaron nada por echarme”. Auxiliadora Medina, nicaragüense. Cuida a una señora mayor. “Te dicen que vas a ganar 900 euros, pero es mentira. Trabajo de nueve de la noche a una de la tarde. Toda la noche sentada. En los cuatro años y medio que llevo aquí no he tenido vacaciones”. Gana 450 euros. Mainuma Ndiaye, de Senegal. “Yo terminaba el trabajo a las once de la noche. No tenía día libre. No había una hora de descanso, trabajaba todo el día... El señor te insultaba, te gritaba, te asustaba”. Ndiaye dejó el trabajo en el que ganaba 150 euros.

“Hay personas que nos llaman porque tienen a sus padres en un centro de día de nueve de la mañana a cinco de la tarde. Es decir, de las seis de la tarde a las ocho de la mañana nos piden presupuesto para que vaya una persona a cuidarlos. Yo explico que una persona no puede estar tanto tiempo, que tienen que ser dos personas y el presupuesto se sube porque son dos personas dadas de alta muchas horas de trabajo. Me dicen que no porque tienen 400 o 500 euros para eso”, recuerda en el vídeo Andrea Barbotta, de una empresa de inserción laboral.

El proyecto es, además de un documental, un instrumento de trabajo y debate. “En los foros en los que lo proyectamos siempre sale la necesidad de crear redes entre las mujeres que llegan para trabajar y las que ya tienen la experiencia”, afirma Vanessa Gómenz. Y marca una hoja de ruta.“Si hablamos de que los cuidados estén en el centro de la vida, la sociedad debería también organizarse de manera diferente y ahí entra la corresposabilidad de los hombres, que tienen que sumarse a las labores del hogar. Y también de las empresas, con buenas condiciones laborales, horarios que ayuden a conciliar, etc. Aun así, para que la vida se reproduzca desde el bienestar, todavía hay mucha necesidad de personas que se dediquen profesionalmente a los cuidados. Ahí empieza el trabajo de estas mujeres de las que habla el documental y nosotras apostamos por cooperativas de trabajadoras que realicen este trabajo doméstico profesionalmente”.

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