El chico que preguntó a Merkel: “¿Cuándo podré llamar a mi novio 'mi marido'?”
A Ulli Köppe, un chico alemán de 28 años, le hubiera gustado estar en las fiestas del World Pride de Madrid, pero no pudo. Entre otras cosas, porque se ha convertido, casi sin quererlo, en un protagonista histórico del movimiento LGTB en Alemania. Su nombre va a quedar para siempre asociado a la aprobación del matrimonio homosexual. Su pregunta sencilla, pero atrevida, puso en apuros a Angela Merkel. “¿Cuándo voy a poder llamar 'mi marido' a mi novio?”, le dijo en un acto público.
La respuesta de la canciller desencadenó pocos días después la legalización en el Bundestag: Alemania se convertía el pasado viernes en la 23ª nación del mundo donde las parejas del mismo sexo pueden casarse.
Köppe no se define como un ciudadano especialmente comprometido y no forma parte de ninguna asociación de defensa de los derechos del colectivo gay, asegura. Le interesa la política y presta atención a las noticias, pero no es de esas personas que luchan por una causa. Köppe ha votado en más de una ocasión a la Unión Cristiano Demócrata (CDU), el partido de Merkel. Lo hace porque le gusta la canciller, insiste. No es un conservador de la vieja escuela. Tampoco es un militante.
“No estoy implicado para nada en ninguna causa y solo tengo la tarjeta de miembro del gimnasio”, dice Köppe en una conversación con eldiario.es. Sin embargo, “puede que todo esto cambie”, añade. Su pregunta aceleró la votación celebrada hace menos de una semana en el Bundestag la aprobación del matrimonio igualitario, el “matrimonio para todos”, según los términos con los que se conoce en Alemania la unión de parejas del mismo sexo.
“Le voto, pero hay una cosa que me molesta”
Köppe acudió el lunes de la semana pasada a la reunión pública que Angela Merkel tenía en el céntrico Teatro Maxim Gorki de Berlín. La cita estaba organizada por la revista femenina Brigitte. Allí, Köppe fue protagonista del último y decisivo episodio en la lucha por la aprobación del matrimonio de parejas del mismo sexo en Alemania.
Después de la entrevista a la canciller dirigida por la periodista Meike Dinklage, Köppe intervino haciendo la pregunta clave. El joven, que trabaja como organizador de eventos asociados a la cultura gay, interpeló a la jefa del Gobierno germano sobre el matrimonio homosexual con estas palabras: “Soy un gran fan suyo, le voto, pero hay una cosa que me molesta y que me pregunto: ¿cuándo voy a poder llamar 'mi marido' a mi novio?”.
La respuesta de la canciller fue vaga. “Me gustaría que la discusión fuera en la dirección de una cuestión de conciencia”, afirmó Merkel.
En el momento, a Köppe aquellas palabras le resultaron insuficientes. “Solo estoy satisfecho a medias con la respuesta”, escribió en su perfil de Facebook al volver del encuentro. “La respuesta no fue ni un 'sí' ni un 'no'. En realidad pronunció una palabra que yo no conocía, que no uso nunca, me refiero a Gewissentsencheidung”, precisa, recalcando el término alemán que puede traducirse como “cuestión de conciencia”.
Sin embargo, esa respuesta abrió la puerta a la votación del pasado viernes en el Bundestag. Porque tras escuchar las palabras de Merkel, el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD), Die Linke y Los Verdes impulsaron la votación. Angela Merkel dio libertad a los diputados conservadores para elegir entre el 'sí' y el 'no' a la igualación de derechos entre parejas heterosexuales y homosexuales.
Una mayoría compuesta por 329 diputados votó a favor de la aprobación. Entre ellos, figuraban 75 miembros del grupo parlamentario que forman la CDU y su partido hermano, la Unión Social Cristiana de Baviera (CSU). En contra de la legalización hubo 226 votos, incluido el de Angela Merkel.
Köppe todavía no es consciente de la relevancia que tuvo el hecho de que él cogiera el micrófono en el Teatro Maxim Gorki. Sobre todo, recuerda los nervios del momento. “Fue un momento muy intenso. Mi corazón latía muy acelerado, muy fuerte. Estaba totalmente nervioso. No se me notó en la voz, pero viéndome, quien me conoce, habría notado que estaba así”, asegura el joven. “Es normal, se trataba de hablar en público delante de un teatro lleno de gente y, nada más y nada menos, que para preguntar a una canciller. Yo no soy periodista, no estoy preparado para hacer este tipo de preguntas”, agrega.
Köppe nació en abril de 1988 en Saalfeld, un pequeño pueblo de Turingia, en el centro-este alemán, de apenas 2.000 habitantes. Con 16 años, al terminar sus estudios, se independizó. Se mudó a Berlín en agosto de 2005. Cuatro meses después conoció a su actual novio. “Un día llegué a mi familia y les dije: 'Tengo novio'. Mi madre me respondió: 'Por fin podemos hablar'. Todos sabían que yo era gay aunque nunca había dicho nada”, relata.
El joven cuenta que nunca ocultó su orientación ni sintió la necesidad de vivir “en el armario”. Su infancia rompe algunos esquemas, al menos no obedece a la idea de que la campiña alemana es conservadora y las ciudades germanas son más cosmopolitas. Sus días de niño, dice, estuvieron marcados por la “normalidad”.
Primer contacto con la homofobia en Berlín
Fue en Berlín, la ciudad más grande de Alemania y una de las mecas de la cultura gay, donde Köppe vivió sus primeras situaciones homófobas, indica. Haciendo su formación para ser el organizador de eventos que es hoy, tuvo que soportar “desagradables comentarios homófobos”, señala, sin dar más detalles.
Su novio, unos años mayor que él, no desea compartir la atención mediática generada por la famosa pregunta de Köppe. El día de la votación del Bundestag no paró de atender a la prensa. Empezó a primerísima hora de la mañana, hablando para la radio pública en Berlín, poco después de las seis de la mañana. La noche anterior había atendido a este periódico.
En la sede berlinesa de la Federación de Lesbianas y Gays de Alemania (LSVD, por sus siglas alemanas), la mayor organización germana en defensa de los derechos del colectivo homosexual, aseguran estar agradecidos a Köppe. “Es increíble que preguntara eso, que tuviera esa iniciativa, porque abrió la oportunidad a la votación”, comenta a eldiario.es Axel Hochrein, uno de los responsables de la LSVD.
Una forma amistosa de preguntar
En la campaña de las elecciones generales de 2013, en un encuentro como en el que intervino Köppe, un hombre homosexual pidió a Merkel que explicara cuáles eran sus motivos para oponerse a la igualdad de derechos entre parejas del mismo sexo y parejas heterosexuales, concretamente en lo relativo a la adopción. Entonces la canciller manifestó que “se le hacía difícil” aceptar la igualdad. El intercambio se volvió bronco. El hombre llegó a preguntar con insistencia “Pero, ¿por qué?”, ante las visiblemente insatisfactorias explicaciones de la jefa del Ejecutivo.
Köppe hizo su pregunta de otro modo. “Preguntó de manera muy amistosa, no iba con la intención de atacar la posición ni la opinión de la canciller”, opina Hochrein. En realidad, Köppe es un “fan de la canciller”, según sus propios términos. “La sigo mucho, me encanta, por algo es la mujer más poderosa del mundo”, dice Köppe, votante del partido de la canciller.
“Yo no voto a la CDU, yo voto a Merkel”, aclara el joven. “Yo voto a la persona. Tengo claro que ella es la mejor opción para nuestro país de cara a los próximos cuatro años. Merkel no siempre ha acertado, pero en una gran parte estoy muy de acuerdo con ella”, prosigue, y alude las próximas elecciones generales del 24 de septiembre, en las que los sondeos plantean una clara victoria de los cristianodemócratas.
Aunque les separa sus posturas sobre el matrimonio igualitario, a Köppe le entusiasma hablar de la jefa del Gobierno alemán. “Es increíblemente diplomática. Siempre ha hecho el trabajo que hacía falta en Europa. Está en contra de las fronteras, quiere un mundo abierto en el que podamos viajar”, dice, obviando la más cuestionable actuación de la canciller en otras crisis europeas, como la del euro. También alaba de ella, dice, la capacidad de “comprender opiniones contrarias a la suya”.
Boda a la vuelta de la esquina
Desde 2001, las parejas del mismo sexo en Alemania podían contraer la unión civil, un reconocimiento administrativo al que la LSVD calificaba como “discriminación”. “Parece que no es importante, pero no es lo mismo recibir en los papeles de la declaración de la renta el encabezado dirigido al 'matrimonio tal' que cuando esos documentos son para 'la unión civil entre tal y tal'”, sostiene Hochrein, el responsable de la LSVD.
Köppe, por su parte, evita hablar de discriminación. “Simplemente, no es algo bonito lo de la 'unión civil”, dice este joven. “No me gusta, porque yo siento que mi pareja es exactamente igual que una pareja heterosexual”, añade el joven, que lleva diez años con su pareja. No contrajeron una unión civil, pero pronto se casarán, ahora que es posible. “Tengo ganas de casarme. Hemos hablado mucho del tema. Cuando uno está tanto tiempo con su pareja la pregunta que te hacen es '¿Pero cuándo te casas?'. Esto suele llegar a los diez años, más o menos, justo lo que nos pasa ahora”, explica.
Habla pese al cansancio. Es de madrugada. No ha comido nada en todo el día. Desde muy temprano está atendiendo a los medios de comunicación para explicar su papel en la aprobación del matrimonio homosexual. A estas alturas lo hace casi por acto reflejo, en cualquier circunstancia. Al acabar la entrevista con este periódico está hambriento y pide en un restaurante de comida rápida una 'currywurst', una salchicha con salsa de tomate y curry típica de Berlín.
A las dos mujeres que le atienden, Köppe les pregunta: “¿Saben quién soy?”. Y responde: “Soy el chico que le preguntó a la canciller cuándo podré llamar a mi novio 'mi marido”. Todos ríen. “Bien hecho”, le contesta una de ellas.