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VÍDEO | Ruhan tiene dos años y huye de una guerra que no puede ver

Julio Montes

Isla de Lesbos (Grecia) —

Ruhan tiene dos años y es ciega. Ha llegado a Lesbos en los últimos días en una patera con otras 47 personas a bordo. Nació en Alepo, la mayor ciudad de Siria y una de las más afectadas por la guerra: desde 2012 es el campo de batalla en el que combaten a diario los rebeldes y el régimen de Bashar Al-Asad.

Pero Ruhan y su familia no sólo huyen de la guerra civil. Son kurdos y se ven también obligados a huir por el avance de ISIS en el norte de Siria. Su madre, Hajar (21) era estudiante de ingeniería informática en Alepo. Junto a ellas viajan el padre de Ruhan; su hermano mellizo, Rolav; y sus dos tías. Es precisamente una de las tías de Ruhan, Gihan (17), la que habla inglés y nos cuenta su historia. Su otra tía, Maysala, viuda, está siempre pendiente de sus dos hijos, Selva y Heba.

Hace siete meses que abandonaron Siria y cruzaron a Turquía, donde tuvieron que trabajar ilegalmente para reunir el dinero que les permitiría subirse en una patera y cruzar el Mediterráneo hasta la costa griega. Gihan nos cuenta que los traficantes turcos les obligaron a esconderse en los montes durante cuatro días antes de poder subirse a la barcaza. Cuatro adultos, dos niños y dos bebés sobreviviendo en el monte hasta que, después de pagar a las mafias, pudieron subirse al bote. Les cobraron 1.000 dólares por adulto y 600 dólares por niño. Los bebés viajan gratis.

Cuando llegaron a la costa de Molivos, un pueblo en el norte de la isla de Lesbos, no se lo podían creer. “Pasamos mucho miedo”, nos dice Gihan mientras explica cómo la barca no paraba de moverse hacia todos lados. Fue un viaje difícil por el estado del mar. Selva, la hija de Maysala, hizo todo el viaje con los ojos tapados para pasar el menor miedo posible.

Una vez en tierra firme aún les quedan 60 kilómetros hasta el campamento de refugiados de Lesbos. Necesitan llegar hasta él porque sólo una vez allí serán registrados y transportados en ferry hasta la península griega para poder seguir su camino.

Muchos de los refugiados que llegan a Molivos hacen esos 60 kilómetros andando, mientras otros pagan tarifas abusivas a los taxistas de la isla para que les lleven hasta él.

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