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El manual para resistir contra los abusos del capitalismo de vigilancia: más regulación y participación ciudadana

Demandan a Google en Australia por la recolección de datos de localización

Aldo Mas

Cuando la autora estadounidense Shoshana Zuboff publicó su último libro The Age of Surveillance Capitalism o “La edad del capitalismo de vigilancia” (Ed. Public Affairs & Profile Books, 2019), esta profesora emérita de la prestigiosa Harvard Law Business School pensaba que la promoción de su obra duraría tres o cuatro semanas. No podía estar más equivocada.

Su libro se ha convertido en un superventas global. De ahí que lleve ya once meses dando la vuelta al mundo protagonizando actos como el que esta semana le traía a Berlín. Zuboff aceptó la invitación del Instituto para Internet y la Sociedad Alexander von Humboldt (HIIG, por sus siglas en alemán) de Berlín para presentar en la capital alemana las principales tesis de su libro, un concienzudo análisis de 700 páginas sobre la deriva que ha tomado el capitalismo de la mano de empresas como Google o Facebook.

Pero, en Berlín, Zuboff también ofreció ideas básicas de resistencia ante ese “nuevo orden económico en el que se reivindica que las experiencias humanas son materia prima para prácticas comerciales ocultas, la predicción y las ventas”. Esa es la primera de las definiciones de capitalismo de vigilancia que ofrece Zuboff en su libro. En él, hay hasta ocho acepciones. Ninguna es positiva.

Esa primera definición toca un tema que vertebra todo el trabajo de Zuboff a cuenta de esta nueva forma de capitalismo. Gracias a sus smartphones y al tiempo que pasan online, los usuarios producen datos, información sobre sus “experiencias humanas” que recopilan, analizan y compra-venden los actores tecnológicos. El estudio de esos datos incluye un conocimiento en profundidad de los comportamientos de los usuarios. “Inventado en Google a principios de siglo, el capitalismo de vigilancia comienza con el robo secreto de las experiencias privadas humanas, ahora declaradas como una materia prima para su transformación en información sobre el comportamiento”, explicaba Zuboff en la tribuna que el HIIG le había preparado en la mayor sala de la Sociedad Científica Urania de Berlín.

Grosso modo, los datos sobre privacidad que ceden los usuarios a las firmas que construyen aplicaciones informáticas tienen un uso comercial. Suele decirse que “si la app es gratis, es que tú eres el producto”. Sin embargo, Zuboff va más allá. “Tú no eres el producto, tú eres el cadáver abandonado. El 'producto' se deriva del excedente que se arranca de tu vida”, escribe Zuboff en su libro, aludiendo a los datos que se extraen de las vidas privadas de los usuarios a través del uso de servicios como los que pueden ofrecer Google o Facebook.

Hay un peligro asociado a este proceso de extracción de información que las empresas del sector tecnológico terminan monetizando. Lo recordaba Zuboff en Berlín: en experimentos realizados en 2012 y 2014, investigadores de Facebook demostraron en estudios que la empresa puede “manipular mensajes subliminales y dinámicas sociales comparadas en páginas de Facebook para cambiar comportamientos y emociones reales” y, todo ello, sin que el usuario se dé cuenta. Zuboff citaba en este punto de su intervención a investigadores a cargo de la empresa de Mark Zuckerberg.

La ley y los usuarios, en contra 

La profesora emérita de la Harvard Law Business School denuncia los negocios millonarios que se hacen con predicciones relativas al comportamiento de los usuarios. Una lucha económica de la que parece no hablarse lo suficiente y que el trabajo de Zuboff pone sobre la mesa. Las grandes corporaciones tecnológicas compiten a día de hoy, entre otras cosas, por “mejorar la calidad de esas predicciones” que esas empresas ofrecen a sus clientes.

Frente a este negocio, la autora de The Age of Surveillance Capitalism, pedía en Berlín “nuevas formas de acción colectiva”. Entre ellas, una nueva legislación es a todas luces necesaria. De ahí que Zuboff rompiera una lanza a favor de “interrumpir el suministro” de información con el que los actores del sector tecnológico hacen dinero e “interrumpir la demanda” de esa información. En este momento de su intervención, desarrollada ante varios centenares de personas, Zuboff arrancó un aplauso unánime.

“Para encontrar remedios, tenemos que mirar a una única fuente: la democracia, o sea, la ley y nuevos paradigmas reguladores”, comenzaba una Zuboff que se decía “optimista” ante las posibilidades de cambio. “La toma ilegítima, secreta y unilateral de la de las experiencias humanas para transformarlas en datos debe ser ilegal. Los capitalistas de vigilancia pensaron que podían tomar nuestras caras cuando querían, por ejemplo, para acabar en sus sistemas de reconocimiento facial que luego se convierten en datos y después se venden para llevar a cabo operaciones militares, incluyendo las que se producen para encarcelar a la minoría uigur en China”, explicaba Zuboff, aludiendo a “la interrupción del suministro”.

Además, tenemos que interrumpir la demanda, es decir, eliminar los incentivos para vender predicciones de comportamiento humano. ¿Cómo hacemos eso? “Haciendo ilegal los mercados donde se comercia con las predicciones del futuro de los humanos”, abundaba Zuboff. Para ella, la prohibición no tiene por qué ser problemática. “Otros mercados son ilegales. Los mercados con órganos humanos son ilegales porque se tienen consecuencias destructivas predecibles para la gente y para la democracia”, decía Zuboff. Otros mercados apuntados en Berlín por la autora The Age of Surveillance Capitalism  que se encuentran en la misma situación son, por ejemplo, el de esclavos y el de bebés humanos.

'La resistencia' en 'la casa de Google'

“Los mercados que comercian con futuros de los humanos deberían ser ilegales porque son los enemigos de la autonomía humana y porque producen asimetrías de conocimiento”, según Zuboff. Esa asimetría surge del espionaje al que se somete al usuario online, que no es consciente de la extracción de sus experiencias. Entre las nuevas formas de acción colectiva necesarias para enfrentarse a la arquitectura del capitalismo de vigilancia figuran, junto a la ley, los propios usuarios.

“Los capitalistas de vigilancia son ricos y poderosos, pero tienen un talón de Aquiles: tienen miedo de la ley, temen a legisladores que no están confundidos ni intimidados y, en último término, os tienen miedo”, afirmaba Zuboff señalando a su público. “Tienen miedo a ciudadanos que estén listos a pedir un futuro digital que podamos llamar nuestra casa”, abundaba.

El presente digital, según lo describe Zuboff, es más bien el hogar de las grandes corporaciones. Sabiendo que incluso instituciones como el HIIG están cofinanciadas por Google, da la impresión de que los grandes capitalistas de la vigilancia son, hoy por hoy, tan poderosos que se permiten invitar a su casa a la “resistencia”, representada por Zuboff y sus seguidores. Preguntada tras su intervención en Berlín sobre si veía problemática esta “participación” del gigante tecnológico estadounidense en el evento que ella protagonizaba, Zuboff reconocía: “lo es, absolutamente”.

“Google está ahí fuera limpiando su imagen de cualquier manera imaginable”, según Zuboff. Ella es responsable de una mancha de impacto global para empresas como la del famoso buscador. Tiene 700 páginas y se titula The Age of Surveillance Capitalism.

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