Por qué Alemania se opone al tope de gas
Dice el ministro de Economía y vicecanciller de Alemania, el ecologista Robert Habeck, que su país prefiere una solución de consenso en Europa para solucionar el enquistado asunto en que se ha convertido el tope al precio del gas en el 'viejo continente'.
Sin embargo, la actitud de Berlín en los debates entre líderes europeos y ministros de Energía de los 27 hay quien la describe como la de un país que “negocia con una fuerza irracional”. Esos son, al menos, los términos que ha empleado en una reciente entrevista con el diario Frankfurter Allgemeine Zeitung el ministro de Economía de la República Checa, Josef Sikela, cuyo país tiene actualmente la presidencia rotatoria de la Unión Europea.
Alemania se encuentra en un grupo de naciones del que forman parte Países Bajos, Austria, Dinamarca, Luxemburgo y Estonia. Pero es el país del canciller Olaf Scholz el que, por tamaño, población y peso económico – Alemania es la mayor economía de la UE –, se encuentra a la cabeza de este grupos de países.
Han propuesto estos países, entre otras cosas, que en el mecanismo del tope al precio del gas que se debate desde hace semanas en Europa ha de haber una cláusula de suspensión del mismo, según se filtraba a la agencia económica Bloomberg hace unos días el contenido de uno de los documentos conjuntos que representaban a Alemania y compañía.
“Debe ser posible suspender el mecanismo si uno de los países miembros se encuentra en una situación de emergencia como resultado del mecanismo”, señalaba el documento citado por Bloomberg relativo al tope al precio del gas.
Puede bastar esa posición para dar cuenta de que en Berlín ven con escepticismo el tope del precio del gas, en cuya puesta en marcha están fracasando de momento los países de la UE. Varios son los argumentos para entender la actitud alemana ante esta solución europea. Por ejemplo, los hay que piensan que el tope al precio del gas es innecesario si “como está planeado, [los europeos] ahorramos gas y hacemos mejor las compras de gas”.
Los planes de ahorro del Ejecutivo de Scholz establecen que habría que ahorrar del orden de un 20% del consumo habitual. Pero, según las cuentas de la Agencia Federal de Redes, los alemanes están ahorrando ahora mismo del orden del 13%. Esta situación alimenta el más poderoso argumento que se agita estos días en Alemania: el miedo a la carestía de gas.
El miedo a la carestía del gas: el 'gran' argumento de Berlín
Ese temor se lleva la palma en el argumentarlo germano contra el tope al precio del gas. “El problema con el tope al precio del gas es que con él no se va a suministrar a Europa suficiente gas. Y para Alemania la prioridad es la seguridad del abastecimiento”, explica a ElDiario.es Hubertus Bardt, economista del Instituto para la Economía de Alemania (IW), un centro de estudios con sede en Colonia (oeste germano).
“Al ponerse un tope, ese tope puede, por un lado, o ser muy alto y no tener ningún efecto o, por otro lado, si realmente tiene efecto, eso significa que entonces dejará de haber gas natural líquido que llegue a Europa. Porque los países productores van a preferir suministrar a países a los que se venda más caro el hidrocarburo porque no existe el tope”, abunda este experto.
Su análisis coincide con el que hacen muchos en una Alemania en la que el gas natural ha sido la fuente de energía elegida para hacer de puente en la transición ecológica puesta en marcha en Alemania. Según dicho proceso, en 2045 el país será “neutral” desde un puntos de vista climático.
Pero, entre tanto, Alemania necesita gas, y mucho. En 2021, el país consumió 90.500 millones de metros cúbicos de ese hidrocarburo, según las cuentas del portal de estadística alemán Statista. Entonces, la mayoría de ese gas (el 55%) procedía de Rusia. Ahora bien, la ilegal guerra de Rusia contra Ucrania – y el Embargo de facto impuesto por Moscú a Europa – ha hecho saltar las alarmas del Ejecutivo y las industrias del país, que han tenido que preocuparse por buscar rápidamente fuentes alternativas.
El gas, por tanto, ha dejado de ser ruso, abundante y barato para Alemania. Y esto ha abierto la puerta al miedo ante una eventual carestía de gas que está al orden del día.
Ese miedo lleva, por ejemplo, a que haya gente que, a diario, mire las gráficas de cuánto gas hay en las reservas nacionales para ese hidrocarburo. Los periódicos del país suelen presentar gráficos actualizados día a día informando el estado de las reservas de gas. Hace semanas que pasaron a estar por encima del 90%. Pero eso no quiere decir que el país tenga asegurado no pasar una carestía de gas.
Sin gas a finales de febrero en un invierno frío
De hecho, todo depende del frío que haga este invierno. Según cuentas de la Iniciativa Ahorro de Energía (INES, por sus siglas alemanas), organización que se ha ocupado de plantear escenarios para la época más fría del año y en la que más gas se consume, ante un invierno en el que la temperatura media en enero de Alemania sea de menos 4,6 grados centígrados, las reservas de gas del país se agotarían para finales de febrero o principios de marzo de 2023. Este es el escenario de carestía de gas que quieren evitar Scholz, Habeck y compañía en el Ejecutivo alemán.
A nivel nacional, el canciller y su Gobierno acaban de lograr que se apruebe en el Bundestag no un tope al precio , sino un “freno” al precio del gas. Esa medida es la más importante del polémico plan de 200.000 millones de euros para hogares e industria ante la crisis energética resultante de la guerra de Rusia contra Ucrania.
“La idea es que habrá una parcial devolución de dinero a los usuarios de gas a través de subvenciones Estado”, concluye Bardt, el experto del IW. Nadie en Europa parece haber podido evitar que Alemania tome unas medidas acusadas de distorsionar la competencia interna del mercado europeo. Pero sí puede que Berlín - junto a otras capitales europeas - acabe poniéndole la puntilla al tope al precio del gas.
12