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El BCE se convierte en la pieza clave para que el plan griego salga bien

El BCE debe decidir qué hacer con los créditos extraordinarios a Grecia.

Belén Carreño

Se ha repetido hasta la saciedad, pero es clave en las negociaciones: Yanis Varufakis, el ministro de Finanzas europeo es, además, un experto en teoría de juegos. Viendo como se ha desarrollado las negociaciones, es fácil imaginar que sobre la mesa de despacho del carismático ministro descansa un árbol de soluciones. Estos árboles son una herramienta parte de la teoría de juegos que intenta anticipar qué movimientos se desencadenarían según suceda un acontecimiento u otro. Los bancos de inversión también han hecho árboles como este o este más modesto de Bloomberg.

En estos árboles hay una rama que abre la llave a la permanencia de Grecia dentro del euro. Una baza que es muy difícil de anticipar y que se puede decidir a las pocas horas de conocer el resultado de las elecciones: la ampliación, mantenimiento o cancelación de las líneas de crédito extraordinarias (ELA), del Banco Central Europeo.

Varufakis confirmó cuando aún se estaba realizando el escrutinio que se le pediría inmediatamente al BCE que ampliara la línea extraordinara de crédito para poder mantener operativa al sistema financiero. Según el ministro de Finanzas, hasta ahora la entidad se había mantenido “neutral”, porque había mantenido el nivel de liquidez en 89.000 millones de euros, la misma cifra que concedió el viernes que se rompió el acuerdo. “La prioridad es poner en marcha otra vez el sistema financiero y estoy convencido de que el Banco Central Europeo comprenderá la dimensión humanitaria de esta crisis”, aseguró Alexis Tsipras en su discurso tras dar por segura por cierta la victoria del no.

Pero este nivel de oxígeno financiero ya no es suficiente para mantener a salvo la banca y mucho menos para reabrir las entidades el martes como ha prometido Varufakis. La patronal bancaria ya avisó de que con los 1.000 millones de euros de colchón que le quedaban el viernes 3 de julio podría, como mucho, sobrevivir a duras penas el lunes. Y después... sin red. “Es peligrosa la idea de reabrir los bancos esta semana”, aseguró anoche en la enésima polémica intervención el presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz. El calificativo oculta una soterrada advertencia de que no habrá liquidez extra para los bancos griegos. Una insinuación muy grave habida cuenta de que el BCE se supone com independiente y a Schulz se le presupone (aunque no lo está demostrando) como neutral, ya que representa a todos los ciudadanos europeos.

Si la supervivencia del sistema financiero en Grecia no fuera tan extremo, cabría la posiblidad de que el BCE decidiera aguantar antes de tomar cualquier decisión al martes, cuando se ha convocado una cumbre de líderes europeos para hablar de Grecia. El lunes se sucederán las llamadas telefónicas entre jefes de Estado (hay anunciadas entre Hollande y Merkel) y las reuniones dentro de los países (España reúne a la Comisión Delegada de Asuntos Económicos) pero no será hasta el martes cuando se tomen decisiones de índole política.

El jefe del Eurogrupo, Jeroen Djsselbloem, fue uno de las últimas autoridades europeas en hablar y lo hizo a través de un comunicado a las 23.30 de la noche en el que “lamentaba” la decisión de los griegos y auguraba “difíciles e inevitables medidas”. Eso sí, ni palabra de los bancos en las tres líneas del comunicado.

Decisión política en el BCE

Poca duda cabe de que Draghi tiene una patata caliente que le arde en las manos. Lo cierto es que el BCE está tomando una decisión política con el ELA, aunque se suponga que es una institución despolitizada. Una vez que el pasado 30 de junio expiró el programa, las posiblidades de que Grecia incumpla y no le pueda devolver esta liquidez son muy altas. Además, el impago al FMI ha abierto la puerta a que otros acreedors (el propio BCE, pero también los países con sus préstamos bilaterales o el Fondo de rescate) activen las cláusulas cruzadas que desencadena un default y reclamen por anticipado sus deudas.

Así las cosas, el BCE ya había avisado de que fuera del programa tenía muy difícil seguir prestándole dinero a Grecia, porque en su mandato está solo dejar lo que pueda recuperar. Una solución salomónica fue mantener la línea de liquidez sin ampliar (lo que precipitó el corralito) cuando se rompieron las negociaciones, pero ahora el Consejo de Gobierno, que se reúne oficialmente el lunes 6 de julio, se tendrá que retratar sobre los préstamos.

En el Consejo de Gobierno del BCE están los seis miembros del Comité Ejecutivo de la entidad más los 19 gobernadores de los bancos centrales, como por supuesto el presidente del Bundesbank alemán. La oposición a ampliar, si queira a mantener, la línea extraordinaria de liquidez será muy fuerte por los llamados halcones, (Alemania, Finlandia, Austria) y estarán en conexión permanente con el grupo de trabajo del Eurogrupo o con los ministros de Finanzas de los socios europeos.

Si el BCE no amplía la línea de liquidez dejará caer al sistema bancario europeo y la negociación del rescate se hará con el Gobierno de Syriza acorralado, con los bancos cerrados indefinidamente y ningún dinero para poder pagar a proveedores, persiones o funcionarios. Pero si mantiene o amplía se le pueden echar encima los accionistas (el resto de bancos centrales) que ven como se estaría incumpliendo la política de riesgos.

Además, el siguiente hito en la cronología de la negociación es el pago de 3.500 millones de euros el 20 de julio a la entidad gobernada por Mario Draghi. Un impago real a la entidad (el actual es virtual) ya le sacaría definitivamente de la rueda de financiación de la institución y provocaría que el resto de los acreedores reclamaran su dinero.

Paradójicamente, también es el BCE la entidad encargada de poner en marcha los cortafuegos en caso de que Grecia caiga y se inicie un movimiento de contagio en el resto de los países de la zona del euro. La principal herramienta de la entidad es la compra masiva de bonos de los países afectados. Según los operadores de los mercados, la semana pasada ya se notó que la mano del italiano estaba actuando para contener el contagio en los bonos de los países periféricos.

Draghi, una vez más en esta crisis, tiene que presionar el botón para salvar o hundir el euro.

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